jueves, 25 de agosto de 2011

Maus

Cubierta llamativa que incita a la
lectura; cumple lo que sugiere y más
Maus es un cómic que narra las desventuras de un superviviente del holocausto, dibujado por el estadounidense Art Spiegelman. Al principio fue publicado por entregas en la revista Raw, y más tarde se unió todo en un único volumen. Ganador del pulitzer en 1992 y considerado como una obra maestra por la crítica, Maus ha entrado por la puerta grande en la historia de las novelas gráficas. Vladek, el superviviente, irá contándole a su hijo, Art, cómo se las tuvo que arreglar para eludir la muerte; por lo tanto, la trama se desarrolla mediante el uso reiterado de Flashbacks. Hay que destacar la buena labor del traductor, Roberto Rodríguez, porque ha sabido respetar la particular manera que tiene Vladek de hablar, ya que no domina el inglés a la perfección: «Hola Artie, llegas tarde. Era preocupado». Con el fin de evitar confusiones y que la gente no crea que son faltas ortográficas, se ha añadido una nota a pie de página.

El camino con forma de esvástica
simboliza que no hay escapatoria:
los nazis están por todas partes
Lo primero que capta la atención es el aspecto de los personajes: los judíos son ratones, los alemanes gatos, los polacos cerdos, los estadounidenses perros, los franceses ranas y los ingleses peces. Está dibujado en blanco y negro, aumentando así el ambiente opresivo, tétrico y descarnado. Art ha recogido en su narración algunas cosas que otros no se atreverían a contar, porque si lo hiciesen las lágrimas anegarían sus ojos. Son recuerdos demasiado funestos, pero que no deben ser olvidados, ni negados. «Quién olvida su historia está condenado a repetirla», y esta historia, nos pertenece a todos. Los humanos tienen una parte oscura —unos más que otros—, quien diga lo contrario se engaña a sí mismo. Diógenes lo sabía muy bien..., aunque su caso era bastante extremo. Muchas veces se muestra a los alemanes como auténticos  demonios capaces de las maldades más absolutas; eso resulta érroneo, porque lo que sucedió allí podría haber pasado en cualquier otro sitio, incluso es posible que el futuro traiga acontecimientos similares o peores.

El nudo se cierne aun en los escondites
más recónditos
No soy un lector de cómics habitual, pero no podía dejar que volase la oportunidad de recomendar Maus por aquí. Aunque su precio puede parecer excesivo, la calidad de las hojas y las tapas es superior a lo acostumbrado; además, se puede releer cada cierto tiempo. Sus casi trescientas páginas garantizan un buen rato en el que caminarán junto a Vladek, un personaje por el que tendrán sentimientos encontrados. Umberto Eco dedicó unas palabras a esta obra: «La verdad es que Maus es un libro que uno no puede dejar, ni siquiera para dormir. Cuando dos de los ratones hablan de amor, te conmueve; cuando sufren, lloras. Poco a poco, a través de este relato compuesto de sufrimiento, humor y los desafíos cotidianos de la vida, uno queda atrapado por el lenguaje de una antigua familia del este de Europa, y es arrastrado por su ritmo suave e hipnotizador. Y cuando uno acaba Maus, se siente triste por haber abandonado ese mundo mágico».

«Sin duda los judíos son una raza, pero no humana»
Hitler

lunes, 22 de agosto de 2011

Luz de agosto

Estas cubiertas con foto no
terminan de convencerme



Aún recuerdo aquel fragmento de La rebelión de las masas, donde Gasset hablaba de las consecuencias de ser un niño mimado: «La sobra de medios que está obligado a manejar no le deja vivir su propio y personal destino, atrofia su vida. Toda vida es lucha, el esfuerzo por ser sí misma». Pensaba algo parecido mientras leía la vida de Faulkner, un hombre que luchó por ser lo que fue. Dejó la escuela a los dieciocho años, y comenzó a trabajar en el banco de su abuelo. Posteriormente se hizo piloto, y una vez de vuelta en su ciudad, entró en la universidad como veterano; pero volvió a dejar los estudios —esto último me recuerda un poco a lo que hizo Gatsby, el personaje más conocido de Fitzgerald—, luego se dedicó a trabajar de pintor y cartero mientras escribía en los ratos libres. Lo que está claro, es que no se lo han dado todo hecho. Quizá ése haya sido el molde que determinase su destino: llegar a ser uno de los escritores más importantes del siglo veinte.

Faulkner con la poderosa e injustamente olvidada
máquina de escribir

Luz de agosto, es una novela sorprendente, escrita con tal maestría que se hace inolvidable, y da pie a posibles relecturas. El buen manejo de los saltos temporales consigue que la novela dé una sensación de frescura, aunque a veces pueden desorientar durante un breve espacio de tiempo. El conjunto de las diferentes perspectivas narradas desde la tercera persona, forman la trama, construida desde  el trasfondo entrelazado de los personajes. Una manera de narrar magistral; se puede aprender mucho de ella. Faulkner tiene fama de ser demasiado exigente con el lector, sin embargo, Luz de agosto no me ha parecido una lectura densa, como máximo puede turbar durante el principio de algún cambio de escena. En lo que se refiere a la historia, es muy descriptiva y atrayente; empieza mostrando a Lena Grove, una mujer que emprende la búsqueda del hombre que la dejó preñada, y recorre un largo camino en el que cada paso aumentará tanto su lasitud como su resolución.

Muy literal, cambien la casita por un
hotel y ya tienen cubierta para
«El resplandor» de King... 

Se habla bastante sobre la nefasta influencia que este escritor americano ha tenido en nuestras letras, la cual ha generado obras muy complejas que pueden repeler al lector común, pero que misteriosamente gustan a un pequeño grupo selecto que las considera «literatura superior»; volvemos al sofisma: si es comercial, es malo; si es difícil y oscuro, es bueno. Ser anti/mainstream nunca estuvo más de moda. De todas formas, algunos autores hispanoamericanos sí que supieron sacar provecho y crear libros de calidad. A estas alturas es indiscutible la trascendencia de Faulkner y, entre otras obras suyas, Luz de agosto: una novela estimable que adolece de una traducción regular; con todo, no deja de ser una lectura inolvidable que permite experimentar la enorme destreza del autor. No es un mal título para comenzar si aún no se ha leído nada de él. Os dejo con una simpática escena de «Amanece que no es poco». ¡Ha plagiado a Faulkner!


miércoles, 17 de agosto de 2011

Dexter

¡Shhhhh!
La primera vez que vi la serie, aunque me gustó, pensé que no duraría mucho tiempo, porque con un asesino de protagonista, las escenas excesivamente violentas no tardarían en aparecer. Sin embargo, no sólo se mantuvo en antena, además consiguió, gracias a la pericia de los guionistas, que la audiencia subiese en cada temporada. En estados unidos goza de un gran éxito, pues pasó de 0,9 millones de espectadores en los primeros episodios, a 2,5 en los últimos; así que hay Dexter para rato. Lo único que hizo que la serie se tambalease fue el cáncer del actor protagonista: Michael C. Hall. Pero resultó ser tratable y pudo reincorporarse sin problemas.

¿Estará la novela a la altura de
la serie?
El argumento está basado en la novela El oscuro pasajero, de Jeff Lindsay. Dexter Morgan es un forense especializado en sangre que trabaja para el departamento de policía, y en sus ratos libres se dedica a matar personas que hayan cometido alguna tropelía digna de castigo. Es, por lo tanto, una especie de justiciero. En la serie —el libro no lo he leído—, esa conducta fue moldeada por su padre adoptivo, Harry Morgan, un policía que al descubrir la oscura naturaleza de su hijo, intenta llevarlo por el mejor camino posible, y usarlo como una herramienta para eliminar a otros asesinos. Es posible que el motivo del enorme carisma que destila Dexter sea ése, porque a una gran parte del público le encanta ver cómo los villanos más terribles sufren por todo el mal que han cometido durante sus vidas; una trama original, con muchos giros, sorpresas y suspense, se encargará del resto: hacer que la serie sea una de las pocas opciones de calidad que quedan en la televisión.

Parece un tipo normal, alguien
al que no te importaría tener
como vecino; pero esas gotas
de sangre le delantan.
Dexter, a pesar del código inculcado por Harry, no deja de ser lo que es: un asesino que carece de empatía casi por completo, incapaz de tener fuertes sentimientos propios. Eso, lejos de hacer que el personaje sea inadecuado para ser la columna principal del argumento, le da más riqueza si cabe, porque se irán mostrando distintas situaciones, algunas más trágicas que otras, en las que su verdadera naturaleza corre el riesgo de ser descubierta por sus amigos y familiares. ¿Cogerán alguna vez a Dexter? La expectación ha durado ya cinco temporadas y ya se está preparando la sexta, que llegará en octubre si todo marcha bien. Uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta una serie, es volverse demasiado repetitiva cuando las múltiples rutas que puede escoger la trama se van cerrando, y las ideas exiguas que quedan sólo dan pie a reciclar lo anterior con la esperanza de que el grueso de los espectadores no se percate. A ver si los guionistas no caen en ese error, porque esta serie se merece un final que sea digno de ella.



domingo, 7 de agosto de 2011

Batalla de arquitectos


—He terminado de construirlo, sin duda, es el edificio más alto y con un diseño insuperable.
—¿Tú crees? ¿Has visto esto? —dijo enseñándole una foto.
—¿Pero qué? ¡Es el mismo diseño! ¡Me has copiado!, ¿dónde lo construiste?
—En otra ciudad.
—Me has robado la idea, así que yo sigo siendo el mejor.
—¿Estás ciego? No es igual, fíjate bien..., tiene un piso más. Ahora yo soy el mejor.

sábado, 6 de agosto de 2011

Mi desprecio al cine


Antes de nada quiero dejar claro que esta entrada es una opinión personal, no pretendo con ella adoctrinar ni nada por el estilo. Sólo quiero explicar por qué dije muchas veces que entiendo poco de cine. En realidad la razón es simple: no me gusta al mismo nivel que la mayoría de las personas. Es decir, veo una película de la televisión cada dos o tres meses, porque prefiero las series y, por supuesto, los libros. Siempre que digo esto, me responden con escepticismo o desdén; lo comprendo perfectamente, es lo que ocurre cuando alguien se sale un poco de lo que se considera «normal». Pero es la realidad. Cuando leo un libro, el autor me permite imaginar la historia hasta cierto punto; ya lo decía Conrad: «El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector». King, por ejemplo, a veces le deja al lector el trabajo de imaginarse el rostro de los personajes, de manera que cada cual puede ponerles la cara que quiera.

Todavía recuerdo la primera vez que vi en el cine El señor de los anillos, y el impacto que me causó observar cómo cobraba vida esa historia con la que tan bien me lo pasaba en la adolescencia; pero la ilusión terminó cayéndose como un castillo de naipes tras unos meses, porque no era lo mismo. En la novela yo era uno más de los personajes, viajaba con ellos; estaba allí cuando Gandalf cayó en Moria, o cuando Frodo arrojó, al fin, el anillo, librando así a sus amigos y a sí mismo. He puesto el célebre libro de Tolkien como ejemplo, sin embargo, podría decir lo mismo de muchas otras historias. Para mí, la letra impresa ofrece más de lo que el cine jamás podrá dar, pues el único límite que tiene un autor es su imaginación, mientras que una película está coaccionada por los plazos, dinero, actores... Además, los cineastas son bucaneros de la literatura, ¿qué ocurre? ¿No hay ideas propias que tengan calidad? Por algo mi filme preferido es Cristal oscuro. 

A pesar de lo dicho, como sólo visito los cines una vez al año...

No me importa ver una película palomitera de usar y tirar, porque es para eso, aún diría más, con alguna me divertí bastante. Hay quien no comprende que los filmes no siempre buscan ser obras maestras como Blade Runner, sino que se conforman con regalar espectáculo y recaudar en taquilla; o sea, entretener. Me encanta la hipocresía de los que arremeten contra ese tipo de cine —ojo, aquí estoy generalizando—, ya que muchas veces ellos hacen lo mismo: intentar obtener todo el dinero que sea posible o soñar con ello. Por otro lado, creo que la calidad disminuye según pasa el tiempo, porque ese espectáculo del que hablo le está comiendo terreno al guión —sí, guión con acento, y que se chinche la RAE—. Y crecen las películas vacías que llenan su publicidad de humo y espejos, que sirven para atraer al espectador, de la misma manera que se atrae a los insectos con una trampa luminosa. Así que tal vez llegará el día en el que le daré la espalda al celuloide.

Dentro de poco veré la nueva de Conan. Su estreno se acerca cada vez más. Tengo miedo.

jueves, 4 de agosto de 2011

El gran Gatsby


Cuando se publicó El gran Gatsby en 1925, pasó sin pena ni gloria y no llegó a venderse mucho, hasta caer en el olvido; pero en los años cincuenta se reeditó convirtiéndose en un clásico. La trama es narrada por un personaje —Nick Carraway— que se verá implicado en el enredo generado por obsesión de Gatsby: una chica acomodada que conoció años atrás; es la prima de Nick, se llama Daisy, y es el amor que Gatsby tuvo en la juventud, época en la que éste se movía en la pobreza. El problema es que cuando Gatsby salió de escena para acudir a la ineludible llamada del ejército, la chica se casó con un hombre, que a pesar de tener una actitud deficiente, era rico; condición agradable capaz de eclipsar defectos que en ojos ajenos son dignos de castigo. 

Una vez que Gatsby finalizó el servicio militar, en el cual obtuvo el grado de mayor, regresó rodeado de miseria; no tenía dinero ni para comer. Aunque en la novela se dan ciertos detalles sobre cómo llegó después a amasar la gran fortuna que posteriormente le caracterizó, no deja de ser, en parte, un misterio. Gatsby es un paradigma del sueño americano: un tipo que salió del arroyo para abrazar el éxito gracias a sus habilidades y trabajo. Lástima que nunca dejase de vivir en el pasado, y crease un mundo con el único objetivo de encontrarse de nuevo con Daisy, ya que la mansión construida cerca de donde ella vivía, y las fiestas hedonistas que organizaba; eran sólo una enorme tela de araña para atraerla y reconquistarla. Las esperanzas de Gatsby se incrementan cuando descubre que el marido de Daisy tiene una amante. Convencido de que ese marido infame no la quiere, redoblará sus esfuerzos. ¿Podrá el dinero hacer que un espectro aferrado a su memoria regrese con él?

La trama que Francis Scott Fitzgerald propone es lo suficientemente atractiva para mantener al lector interesado según se adentra en los entresijos que dan forma a la base de la idea principal: hombre rico intenta atraer a una mujer casada que conoció en el pasado. El ritmo es lento —es una novela de los años veinte— y dependiendo de la traducción se pueden encontrar más o menos cacofonías y redundancias;  Poe tuvo mucha más suerte al tener de traductor a Julio Cortázar... Los personajes están muy bien trabajados y el final de El gran Gatsby está a la altura de la historia, porque es un buen desenlace difícil de vaticinar. El cine ha parido varias versiones de la novela, y al parecer se está preparando una nueva con DiCaprio en el papel de Gatsby... tiene mala pinta, ya veremos en qué acaba. La novela; excelente.