martes, 27 de marzo de 2012

Un mensaje de Bertrand Russell para el futuro


Como en la primera entrada del mes se muestra a un visionario, me ha parecido una buena idea terminar con otro: Bertrand Russell, matemático y filósofo británico. Es un fragmento de una entrevista donde se le pregunta qué le diría a una distante generación futura. Aunque esto ocurre en 1959 ya deduce que la humanidad estará «más y más estrechamente interconectada».

Yo imagino este mensaje repitiéndose una y otra vez en un sórdido monitor perdido entre enjambres de hierros retorcidos, y contemplado por un grupo de humanos rudimentarios que no entienden ese extraño lenguaje. ¿Quién será ese hombre? ¿Qué dirá? ¿Por qué va vestido así? Mejor busquemos algo que podamos llevarnos a la boca.

Pura ciencia ficción, oiga.

sábado, 24 de marzo de 2012

Knytt



Knytt es el nombre de un juego gratuito desarrollado por Nifflas, una compañía independiente que ha sabido innovar y ofrecer un producto original. Se trata del clásico «plataformas», pero con una deliciosa atmósfera minimalista acompañada de misteriosas melodías que estimulan la imaginación del jugador. El argumento es sencillo: un viaje en una nave espacial acaba en desastre, y once piezas de la nave se han extraviado en un planeta extraño, así que el protagonista tendrá que buscarlas a través de múltiples escenarios laberínticos. Todo eso recuerda un poco a Toejam & Earl, otro gran juego; sin embargo, veremos que Knytt tiene su propia personalidad. 


La mayor parte del tiempo no habrá enemigos que nos molesten, porque la mayor dificultad será recorrer los intrincados decorados; lo cual no significa que los programadores se hayan olvidado de reservar alguna que otra sorpresa. Las criaturas hostiles no han de ser eliminadas, sino eludidas, porque el personaje que manejamos no tiene habilidades de ataque, y su única defensa es una luz roja indicadora de un peligro cercano. También hay una luz blanca que señala dónde se encuentra la pieza más próxima, para que aparezca basta con pulsar la tecla A. Quizá pueda parecer que contar con la ayuda de esas luces haga las cosas más fáciles, pero os aseguro que no.


El manejo del personaje es sencillo: camina con las teclas direccionales, salta con la S, y las paredes pueden escalarse simplemente saltando en ellas. A lo largo del juego hay repartidos por el suelo varios «portales de luz» —por llamarlos de alguna forma— donde se guarda la partida situándose encima y pulsando «abajo»; en la imagen de arriba podéis ver uno en la plataforma menos elevada. Son necesarios porque seguro que más de una vez caeréis en el agua o la lava y moriréis, la buena noticia es que las vidas son infinitas. El juego puede descargarse gratis en la página oficial. Es el de abajo. Si os gusta Knytt, hay otro juego gratuito que está justo encima de éste en la página, Knytt stories, es muy similar y tiene más detalles.

Dejo aquí un video en el que se ve cómo es el juego. ¡A explorar!

jueves, 22 de marzo de 2012

Ego, demasiado ego


El ego* puede suponer la muerte de un artista, o arrojar al lugar más remoto a quien se deje llevar por él, pues impide el ascenso a niveles más elevados: si ya se sabe todo, nada queda por aprender. La humildad, en cambio, es inherente a la sabiduría. Las críticas, si no se toman como afrentas, pueden utilizarse para descubrir errores y acortar el camino hacia el objetivo que se quiera conseguir. En caso de que provengan de una fuente nociva, basta con apartar la escoria y beber la parte límpida; de esa manera incluso un enemigo quizá se convierta, sin pretenderlo, en un inesperado maestro.

En los debates, tanto de la vida cotidiana como públicos, las personas suelen adentrarse en un terreno peligroso donde no se busca la teoría más acertada, sino defender vanidades atacadas por una retórica artera. Pocos son los que sólo se interesan por la verdad, y no les importa rectificar para beneficiarse a sí mismos; la mayoría es capaz de defender sofismas con tal de derrotar a su adversario en una cruenta pugna por la razón. Con los ególatras se va un paso más allá: ni siquiera escuchan, porque se limitan a repetir el mismo mantra de manera incesante. Sospecho que en ocasiones son capaces de creerse una falsedad para defender sus argumentos; pero si con esa argucia se gana una discusión, resulta contraproducente para ambas partes. Mi consejo, estimado lector, es que no te dejes atrapar por las redes de la astucia, y no le des importancia a lo que no la tiene. Si Platón viviese hoy..., probablemente le daría muchas nuevas connotaciones a su alegoría de la caverna, ya que sentarse a contemplar cómo pasan las sombras se volvería mucho más cómodo, dañino y común.

Un exceso de autoestima nubla la capacidad de analizar obras propias, crea la ilusión de que ya se ha alcanzado un nivel al que no se llegó aún. Para muchos ególatras los demás sostienen opiniones erróneas, porque sólo ellos están en posesión de la verdad; son otros, y no ellos, los que se equivocan. Es cierto que muchos genios se han ahogado en un remolino de ínfulas, pero su rara condición se lo permite: si no fuesen lo que son, nadie les soportaría. Al menos sus opiniones se sustentan de conocimiento, no de ignorancia. Es frecuente que los medios informativos hablen de un tema sin conocerlo en profundidad; cuando se hace eso las noticias se estragan, y la estructura social se resquebraja más de lo que ya está.

Lao Tsé dijo: «Saber que no se sabe, eso es humildad. Pensar que uno sabe lo que no sabe, eso es enfermedad»; Sócrates: «Sólo sé que no sé nada»; Einstein: «Todos somos ignorantes, lo que ocurre es que no ignoramos las mismas cosas»; Heráclito: «La soberbia debe sofocarse con más premura que un incendio». Y tenían razón: la humildad, la curiosidad y el anhelo de prosperar intelectualmente son las mejores herramientas.

*En esta entrada toma el sentido más coloquial, es decir, una autoestima demasiado elevada. 

A mí no me miren; yo no tengo ego que pueda ser herido

martes, 13 de marzo de 2012

El guardián entre el centeno

Reseña escrita por Holden Caulfield, protagonista de «El guardián entre el centeno».

Watson me dijo que pusiese portadas
españolas, pero me gustaron más las
foráneas, de verdad
Jo, no sé muy bien qué decir de esas páginas que hablan de mí, en serio. Watson es un vago, ha ido a buscarme sólo para que escriba en su blog, qué tío. Como saco buenas notas en lengua y leo mucho, la gente se cree con derecho a pedirme este tipo de favores. Pero soy un analfabeto. Es paradójico, lo sé; pero lo soy. Me paso todo el día diciendo «jo», entre otras cosas, y mi vocabulario es pobre. Qué se le va a hacer. Así que no esperen mucho de esta entrada. Además para escribir reseñas hay que estar en vena, si no resultan un coñazo. En fin. ¿Saben qué?, creo que lo mejor es que lean el libro, porque es un buen libro; seguro que mi adolescencia procaz te recuerda un poco a la tuya, o quizá tengas mi edad y coincidas conmigo en algunos puntos. Aunque una vez un tipo criticó el libro llamándome nihilista, qué palabra, ni-hi-lis-ta. Manda narices. Eso es mentira, lo que pasa es que veía ciertos detalles de la gente que no me gustaban; la gente da puto asco, lo digo completamente en serio. Cuando lean la novela estoy seguro de que me darán la razón.

No sé si es una portada o un fanart, pero
me fascina. ¿Os gusta mi gorra?

Estamos rodeados de tipos falsos, como ese director al que nunca olvidaré, jo, menuda cara le echaba: se dedicaba a darle la mano a todos los padres que iban al colegio, pero si tenían una pinta un poco rara, ropa hortera o algo así, les lanzaba una sonrisa vacía y se iba a charlar con otros. ¿Y mis compañeros? Una panda de cínicos, eso es lo que son, a saber cuándo se olvidaron de sus valores morales... quizá nunca los tuvieron. Menos mal que suelo cambiar mucho de colegio y no tengo que soportarlos demasiado tiempo, porque me dejan sin habla. Yo me lo paso bomba incordiándoles alguna que otra vez. Ojalá los padres supiesen cómo son realmente sus hijos; más de uno se traumatizaría. Por eso prefiero ir a mi aire, no me gusta que muerdan mi libertad y luego me la escupan en la cara como si fuese una criatura inferior. Pero no se confundan: soy un cobarde; deberían verme pelear y entonces sabrían por qué lo digo. En el fondo creo que es porque me dan lástima.

El tipo ese, Watson, me contó algo sobre
este título..., se me olvidó.  Así que ya
saben, si les interesa: Google
A veces pienso en el suicidio; en tirarme por la ventana y todo eso. Si no lo hago es sólo porque pienso en mi cuerpo ensangrentado con mirones alrededor. Siempre hay mirones cuando sucede algo, ya saben, los que hablan y hablan sin hacer otra cosa que mirar. Paso de ser su espectáculo del día. Supongo que ya se habrán dado cuenta de que sólo he contado cosas sobre mí, pero es que el maldito libro va sobre mí, ¿qué quieren que haga? Pienso que está sobrevalorado, porque no soy tan interesante, creo. Habrá por ahí cientos de personas más interesantes que yo. Sé que aunque les diga eso lo van a leer igual... No les culpo, pues el ser humano es cotilla por naturaleza. Como ya no sé qué más decir... hablaré de mi hermana, ¿saben?, ella es inteligentísima. Tiene diez años y le gusta escribir. Menudas historias se inventa, hay una que va sobre una niña detective y todo. Si la conociesen les caería de miedo. A saber en qué lío me metería si no existiese, porque entonces sí que me daría todo igual.

Venga, lean El guardián entre el centeno, no me importa. Qué va a importarme.

jueves, 8 de marzo de 2012

El canto del vampiro

Cubiertas sencillas con solera.
Esos ojos..., ese pelo...
Dentro del pulp policíaco hay relatos que buscan, de una u otra manera, captar de forma inmediata la atención del lector y atraparlo hasta llegar a la última página; las novelas cortas de Harry Dickson lo hacen mediante el protagonista, pues por algo le apodan el «Sherlock Holmes americano». Hay un motivo de peso para ello, porque es un calco del personaje de Doyle, el cual, recordemos, está basado en una creación de Poe. En las novelas de Harry también hay espacio para «Watson», cuyo nombre es sustituido por el de Tom Wills. La mítica pareja vuelve para  enfrentarse a nuevos enigmas misteriosos y terroríficos. Como el que da título a esta entrada: El canto del Vampiro, donde se ha corrido el rumor de que un no muerto está asesinando a los habitantes de un apartado pueblecito, Marlwod; y después de arrebatarle la vida a sus víctimas, canta una hermosa melodía. Sabemos, al comenzar la lectura, que un vampiro no puede ser; pero quién o qué perpetra esos crímenes permanecerá oculto hasta el revelador final que, auguro, os sorprenderá.

Esta otra podría servir
como campaña antitabaco
Aunque conseguir hoy estos pulps no es tan fácil como hace unos años, informo sobre ellos porque aún es posible que os topéis con alguno en librerías de viejo, y son muy entretenidos. Esta colección en concreto se comercializó aquí en los  setenta, así que será raro hallar un ejemplar en buen estado. Según he leído, Jean Ray publicó ciento ochenta novelas de Harry Dickson, y en España la editorial Júcar editó unas sesenta. Ciertos lectores que tienen por costumbre denostar a este tipo de novelas tal vez ignoren sus cualidades positivas, porque son una opción respetable si se comparan con otros tipos de ocio; además, algunas están escritas con un vocabulario rico del que se puede aprender, y no todas las personas disponen de tiempo suficiente para emprender lecturas más extensas. El porqué de ese menoscabo suele darse por desconocimiento, miedo a mancharse con algo aparentemente vulgar...; pero la literatura de folletín no esconde lo que es, y su existencia no deteriora la de otros estilos. Divagaciones aparte, volvamos a la novela que nos ocupa.

¡Un Kraken!, me trae recuerdos del
film dedicado a Ed Wood
En El canto del vampiro lo importante es la atmósfera: sombras, castillos, bosques densos, paseos nocturnos, encuentros inesperados en la oscuridad... Hay escenas en las que se roza el terror, y lo sobrenatural tiende la mano al detective; el cual deberá mantenerse imperturbable para desenmascarar la argucia que llena de zozobra a los supersticiosos habitantes del pueblo. A medida que avanza la trama el número de cadáveres exangües crece, amenazando con quebrar el ánimo general... Esto que describo no se trata de un concepto innovador, ni mucho menos; empero, basta para mantener al lector pegado a las páginas y que las consuma con voracidad. Me imagino a Jean Ray tecleando la máquina de escribir tan rápido que sale humo de las teclas, ora Dickson contra un espectro, ora un pulpo... Ideas manidas que no suelen sorprender mucho, pero divierten. Estas novelas no pretenden ser más de lo que son, y palían el tedio. Lástima que el tiempo las esté erosionando en todos los sentidos.

¡No soy Holmes, sólo me parezco!

lunes, 5 de marzo de 2012

Asimov y la enseñanza


Un fragmento de una entrevista donde Asimov opina sobre el método de enseñanza actual —bueno, según el usuario que subió el video, Asimov dijo eso en 1988; sin embargo, la enseñanza no ha variado mucho, ¿no?—. Lo dejo por aquí porque plantea algunas ideas interesantes. El escritor tiene sus detractores, pero sus virtudes son, o deberían ser, innegables.

Lo que está claro es que internet ha sido un gran paso a la hora de acercar la cultura a todos. Lo malo es que todavía queda mucho camino. Aquí podéis ver una versión un poco más ampliada de esa parte de la entrevista.