Prestar un libro no equivale a perderlo, pero sí existe una alta probabilidad de ello. A veces, con suerte, se recupera; y con un poco más de suerte, hasta puede que esté en buen estado: sin rayas, dobleces y con las tapas en su sitio. A lo largo de los años he prestado unos nueve libros; no son muchos; pero sólo recuperé tres, debido a que los demás aún permanecen en casas ajenas, observando con desprecio a aquellos que les raptaron. Si yo que no soy muy altruista tuve esas pérdidas, no quiero imaginar las que hayan podido tener personas más dadivosas o ingenuas, porque no es pequeña la cantidad de pícaros que escrutan los bienes ajenos con deseos vehementes de apropiárselos. Tipos que se caracterizan por una escasa deferencia hacia aquello que no les pertenece... cuando no les pertenece, pues una vez adquirido el libro «prestado», de repente se convierten en sus guardianes, ¡y que los dioses guarden a quien ose pedírselo!
Por supuesto, muchas personas no son de esa manera, pero hay que tener cuidado a la hora de dejar un libro, sobre todo si se trata de alguien que no se conoce lo suficiente. Suele ser común que una vez pasadas unas semanas no lo devuelvan, y si preguntas por él, la respuesta puede ser una mirada de reproche; de esa manera intentan que el asunto caiga en el olvido, ya que carecen, en algunos casos, de la empatía suficiente para percatarse de que su víctima va a recordar el hurto por mucho tiempo que transcurra. Al menos siempre queda el consuelo de saber que van a cuidar el libro, porque les «pertenece», pues en otros casos en los que no tengan pensado quedárselo pueden proceder a: subrayar líneas interesantes, doblar las páginas o chuparse los dedos para pasarlas. Sin duda lo más abyecto es lo último; nunca entendí esa necesidad; al menos a mí nunca me hizo falta.
Yo al final opté por «encadenar» mis libros y abstenerme de prestarlos; para tales menesteres están las bibliotecas públicas. Además, gracias a las librerías de viejo siempre se pueden conseguir gangas, y de paso contribuir a que ese tipo de establecimientos no desaparezcan. Por todo esto, voy a aconsejarles que no presten libros así como así. Háganlo sólo si se trata de una persona de extrema confianza, y sobre todo eviten a los que saben pedir, pero no dejar. Estoy en desacuerdo con la frase: «Tonto es el que presta un libro y más tonto quien lo regresa». Sin embargo, no dejan de ser unas palabras que han nacido por un motivo real. La curiosidad me ha llevado a unos cuantos foros donde este tema salió a relucir, y siempre he visto una concomitancia en ellos: las quejas producidas por la añoranza de un libro prestado.
Por supuesto, muchas personas no son de esa manera, pero hay que tener cuidado a la hora de dejar un libro, sobre todo si se trata de alguien que no se conoce lo suficiente. Suele ser común que una vez pasadas unas semanas no lo devuelvan, y si preguntas por él, la respuesta puede ser una mirada de reproche; de esa manera intentan que el asunto caiga en el olvido, ya que carecen, en algunos casos, de la empatía suficiente para percatarse de que su víctima va a recordar el hurto por mucho tiempo que transcurra. Al menos siempre queda el consuelo de saber que van a cuidar el libro, porque les «pertenece», pues en otros casos en los que no tengan pensado quedárselo pueden proceder a: subrayar líneas interesantes, doblar las páginas o chuparse los dedos para pasarlas. Sin duda lo más abyecto es lo último; nunca entendí esa necesidad; al menos a mí nunca me hizo falta.
Yo al final opté por «encadenar» mis libros y abstenerme de prestarlos; para tales menesteres están las bibliotecas públicas. Además, gracias a las librerías de viejo siempre se pueden conseguir gangas, y de paso contribuir a que ese tipo de establecimientos no desaparezcan. Por todo esto, voy a aconsejarles que no presten libros así como así. Háganlo sólo si se trata de una persona de extrema confianza, y sobre todo eviten a los que saben pedir, pero no dejar. Estoy en desacuerdo con la frase: «Tonto es el que presta un libro y más tonto quien lo regresa». Sin embargo, no dejan de ser unas palabras que han nacido por un motivo real. La curiosidad me ha llevado a unos cuantos foros donde este tema salió a relucir, y siempre he visto una concomitancia en ellos: las quejas producidas por la añoranza de un libro prestado.
Así puede quedar tu estudio si te descuidas |