domingo, 26 de mayo de 2013

Dungeon Crawl Stone Soup



Los que conozcan juegos como Diablo sabrán, más o menos, qué es un roguelike, pues éstos son los abuelos del género. Suelen tener gráficos ASCII, un áspero sistema de caracteres; o tiles, «azulejos» que le dan al juego imágenes más sencillas de interpretar; así no hay que consultar un manual cada vez que una temible «F» ataca a nuestra pobre «@». Dungeon Crawl tiene un buen sistema de tiles, pero también puede jugarse —yo no lo haría— en ASCII.

Este simpático juego es el sucesor de Linley's Dungeon Crawl, rogue que apareció en 1997. El objetivo es explorar mazmorras e ir descendiendo, poco a poco, a los niveles inferiores, donde habrá que buscar las codiciadas runas de Zot. Hacen falta, al menos, tres de las quince. Luego hay que conseguir el orbe de Zot y escapar con vida. Hay gente que en dos años sólo lo logró una vez, porque esto no es Diablo, Sacred, Titan Quest... esto es un verdadero reto que podrá llegar a desesperarte si no te lo tomas con humor. Ya sabes, losing is fun.

Por mucha experiencia que tengas, el azar tiene un papel importante: pergaminos que explotan, invocaciones fallidas —«Yo quería invocar un simple mapache, no a Nyarlathotep»—, emboscadas inesperadas, enemigos únicos demasiado poderosos, fantasmas de jugadores muertos, objetos malditos, veneno. La lista es larga, pero no te preocupes: Dungeon Crawl no es de los rogues más complicados, por algo es uno de los que recomiendan para empezar. Además, en el enlace que dejaré al final, donde podrás descargar el juego gratuitamente, también pueden verse partidas en «Play Webtiles» y aprender un poco de ellas.

Yo no soy un jugador inveterado, ni mucho menos; aun así, voy a darte una serie de consejos con la esperanza de que esas primeras partidas no se conviertan en una pesadilla frustrante.

Un hechicero spriggan (el mío), a punto de ser apaleado
por una salvaje caterva de orcos. Aparecí en esa posición
tras bajar por una trampilla, y no me quedaban
pergaminos de teletransporte

 

  Consejos básicos para el aventurero principiante

  Selección de raza


 


 «Qué verde era mi orco».

Después de jugar el tutorial y haber pensado un nombre bonito —Krug el aplastacráneos—, llega el momento de montar a nuestro primer personaje. Como puedes ver en la imagen de arriba, hay más de veinte razas entre las que elegir. Mucho cuidado con ello, no es ninguna tontería porque cada raza tiene sus características propias: los ogros son muy fuertes, pero las armaduras les quedan demasiado pequeñas y no se las pueden poner; los minotauros, en cambio, sí pueden llevar cualquier pieza de armadura salvo el casco. Un spriggan es rápido y escurridizo; una momia... no, aunque al estar muerta no tendrá que preocuparse mucho por la comida. Podría comentar, detalladamente, cada una de las razas; mas no lo haré porque creo que experimentar con ellas forma parte de la diversión. 

Han incluido una raza nueva que no aparece en la imagen: los octópodos, pulpos de mirada torva que pueden llevar ocho anillos mientras los demás deben conformarse con un par. No recomiendo hacer un personaje de esta raza al principio, cuando aún no se conoce bien el juego.

¿Has escogido ya la raza que te gustaría probar? Pues sigamos. 

 Selección de oficios

 


 «¿Puedo ser un banquero?».

Ahora debes tener en cuenta algo muy importante: los magos son difíciles de llevar en los primeros niveles, donde tienen poca energía y luchan de pena; es normal que, incluso siendo un genio de Dungeon Crawl, encuentres una situación terrible de la que no podrás huir. ¿Qué?, ¿que te da lo mismo y quieres un mago? Entonces te alegrará saber que hay nigromantes e invocadores, ambos mucho más sencillos que los hechiceros elementales. Eso sí, mucho cuidado con lanzar magia si tienes encima el estado contaminated, malas cosas pueden suceder. Para quitártelo basta con hacer clic en él. Dormir creo que también sirve. 

Si optas por un guerrero, los enanos son siempre una buena opción. No se curan de forma natural —el que más rápido se cura así es el troll—, sino usando la magia de una varita curativa. La varita tiene un uso limitado, pero el enano puede recargarla con una habilidad innata. También puedes probar al clásico arquero élfico, un personaje sencillo y más letal de lo que parece. Las posibilidades son muchas y descubrirlas será muy divertido, tanto como las razas. Lo interesante es hallar combinaciones eficaces que sirvan para sobrevivir en esas duras mazmorras atestadas de trampas y enemigos.  

Equipo: pergaminos, pociones, armaduras, comida...

 


«¡Pero qué es esto, Watson! ¡No entiendo qué dicen los pergaminos!».

La primera vez que encuentres un pergamino no sabrás cuál es, aunque averiguarlo no resulta nada complicado: léelo. Vale, sí, existe la posibilidad de que sea un pergamino de inmolación y te quedes sin manos, ¿y qué?, eso forma parte del oficio; nadie dijo que ser aventurero fuese fácil, pregúntale a Bilbo, a ver qué te dice. Hay varios tipos de pergaminos. Si lees uno al azar y es de «quitar maldición», por ejemplo, a partir de ese instante reconocerás a todos los pergaminos de la misma clase que halles tirados por ahí, pisoteados por esos orcos analfabetos. ¡Cuidado!, algunos te maldicen un objeto que lleves encima; así que puede ser una buena idea tener en la mochila unos cuantos de identificación. Estos últimos son especialmente útiles antes de usar un objeto desconocido que no sabes de dónde procede... a saber quién era el dueño antes. 

Con las pociones pasa lo mismo: ¿quieres saber para qué es ese potingue naranja? Bebe. Con el tiempo sabrás identificar cada una de las pociones que encuentres. 

Es posible que no te hayas dado cuenta, pero tu centauro se está muriendo de hambre. No hay que olvidarse de los víveres. Normalmente, se empieza con un poco de carne, pan... sangre si brillas por el día... Para ahorrar todo lo posible en comida, aliméntate de las criaturas que mates —pulsa «c» encima del cuerpo»—; hazlo rápido, porque la carne de los monstruos se estropea con rapidez. Hay razas que no son tan remilgadas y devoran todo lo que pillan, como los kobold. 


¡Venga! Hazte con ese anillo antes de que el ogro se lo coma

 Los caprichos de los dioses

 


«Release the kraken».

En Dungeon Crawl hay una serie de dioses que puedes adorar. Sus dádivas varían. A Trog, el iracundo dios de la rabia, le gusta regalarte armas cuando está contento; pero no cometas el error de adorarle si eres aficionado a la magia, porque se puede cabrear; de hecho, pocas cosas le hacen más feliz que verte quemar libros de magia. Podéis ver la lista completa de los dioses en la wiki del juego. Elige al que más se adecúe a la estrategia que quieras seguir. Si te va eso de levantar muertos, Yredelemnul es un tipo muy interesante.

Puedes ofrecerles sacrificios orando encima de un cadáver —tecla «p»—. Y, por supuesto, existe la posibilidad de abandonarles, aunque no les va a parecer bien... No te preocupes si no encuentras rápido el dios que buscas, ya que pueden encontrarse templos ecuménicos con un montón de altares en su interior. ¿Te parece un peñazo esto de los dioses? Haz un semidiós, esa raza no sigue a ninguno; aunque te advierto que es mucho más fácil jugar con un dios que esté apoyándote.



 Y éstos han sido mis consejos.

¿Te atreves con este rogue? Pues ya sólo te queda hacer clic aquí. Tarda poco en descargarse. ¡Buena suerte en las mazmorras, aventurero! ¡Que los dioses te ayuden!

viernes, 17 de mayo de 2013

El fugitivo

El futuro también puede ser desolador
«Antes era más rápido. Tengo un libro (El fugitivo) escrito en una semana». Eso dice el señor King en Mientras escribo. No sé si será cierto..., si lo es... me parece indiscutible que este autor posee una genialidad que se sale de lo común, porque la obra es atractiva e interesante a pesar de sus fallos.

Sí, tiene algunos errores que cometió, posiblemente, debido a su juventud —supongo que la escribió antes del 82, año en que se publicó— y al ritmo frenético que debió de usar; pero el resultado es magnífico, rabia en estado puro. Quizá usase el pseudónimo para descargar ese sentimiento sin tener que dar explicaciones después, aunque le salió el tiro por la culata: su nombre real apareció en los formularios del registro de propiedad. Lo cierto es que la novela no parece tan comercial como otras que ha escrito, pues se trata de una historia trágica desarrollada en un ambiente distópico. Nada que ver con la conocida fórmula que le llevó al éxito.

¿La película? Entretenida. No se parece
casi nada al libro, que es mucho mejor

King prepara el terreno con una dilatada separación entre dos clases: los ricos que se pegan la gran vida en unos pocos enclaves herméticos, y los pobres que malviven dentro de zonas altamente contaminadas. Esta enorme dicotomía se mantiene, en parte, por la adicción que produce el Libre-Visor, aparato que le brinda al lumpen la posibilidad de ganarse unos billetes. ¿Te has quedado sin trabajo? ¿Tu mujer tiene que prostituirse para comprarle medicinas a vuestro hijo enfermo? ¡No hay problema! Participa en uno de nuestros maravillosos concursos: Caminando hacia los billetes, Bañe al cocodrilo... Puede que la suerte te acompañe y seas uno de los elegidos para El fugitivo, donde tendrás que recorrer las ciudades escapando de nuestros cazadores. Diversión y espectáculo a raudales, amigo.

La crítica principal es evidente, ¿no? King hace una parodia macabra del circo televisivo. Podría citar algunos programas del mundo real, pero estoy seguro de que tú, lector de este blog, los conoces de sobra. Son ésos que harían cualquier cosa para acrecentar su audiencia; ésos que anulan o desvían el pensamiento. ¡Las hormigas no deben pensar, deben trabajar y quitarse de en medio si no sirven!

Pues prefiero la portada patria antes
que ésta. ¿No es un poco sosa?
«Cuando estuvo cerca del edificio de la cadena, éste fue haciéndose más y más alto, casi inconcebiblemente elevado, con sus hileras impersonales de innumerables ventanas, cada una de las cuales pertenecía a un despacho». «La Libre-Visión era el pan de cada día, la materia de la que se componían los sueños». Acompañando a Ben Richards en su huida desesperada, puede conocerse una sociedad terrible que, hasta cierto punto, recuerda a la nuestra. Las similitudes están ahí para el que las quiera ver.

Pondré, por si alguien tiene curiosidad, uno de los fallos que he visto: «Si tiene narices, aquí es donde todo termina», piensa Ben en la página 205; «Tiene usted narices», dice un tipo en la siguiente. Cuando un personaje tiene en su diálogo palabras que otro se limitó a pensar, estamos ante un grave caso de telepatía. Con todo, ésta y otras «curiosidades» no son suficientes para arruinar la obra. Ningún seguidor de Stephen King o de la ciencia ficción debería perdérsela. 

sábado, 11 de mayo de 2013

Orgullo y prejuicio

Portada donde se aúnan la elegancia y
el ingenio; por eso se hace notar
Ya en los primeros capítulos se deduce el motivo principal de que la novela se llame así: Darcy, el personaje masculino más importante de esta clásica historia romántica, es la personificación del orgullo; e Isabel, que es la protagonista, del prejuicio. El primero mantiene una actitud altiva que da pie a malas impresiones, y la segunda se conforma con juzgar un libro sólo por sus tapas. De ahí que su primer encuentro sea desastroso.

Pero ¿qué tiene Orgullo y prejuicio para que sea leída aún hoy? Su prosa parece, al principio, un poco brusca, con mucho diálogo y poca o ninguna descripción. Austen no usa uno de esos grandilocuentes inicios donde se describe el entorno con sumo detalle, como en Rojo y negro, ya que prefiere ir al grano y meter al lector en la historia sin dar rodeos: «Es una verdad generalmente admitida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, debe tomar esposa». Y se acabó. Así de fácil. Con eso quedan claras las reglas del juego. 

«Grandes hombres tienen malos
parientes», dijo una vez Dickens.
Isabel es una gran mujer, y...
Evidentemente, la agilidad no siempre va a hallarse en cada página, pues la novela es hija de su época; sin embargo, Orgullo y prejuicio está construido con maestría, y el resultado es una trama bien engrasada cuyos mecanismos funcionan a la perfección. Cada personaje, cada escena, todo se mueve intentando agradar al lector, porque ésa es la meta de la autora: satisfacer al afortunado que se adentre en sus líneas. Aquí no hay soporíferas digresiones o párrafos ampulosos que gotean términos oscuros: la flecha va directa al meollo.

Los personajes tienen una personalidad fácil de definir —la estudiosa, la bondadosa, el adulador—, pero se compensa con un buen grado de sátira, la cual está presente en acciones, diálogos... Austen retrata mordazmente a la sociedad británica de aquellos días lejanos. Lejanos días, sí... ¡Cómo ha cambiado todo! ¿Verdad? Ya no se chismorrea a las espaldas de nadie, no se difama, no se miente. Ahora somos pedazos de pan Bimbo, ositos amorosos.

¿Seguirá vivo este clásico dentro
de un milenio? Seguro que sí
Curioseando por los foros me percaté de algo: algunas personas, tras leer el libro, se sienten decepcionadas porque le falta una pizca de pasión, no se muestra un amor desaforado. Recordemos que fue escrito a finales del siglo dieciocho, publicado a principios del diecinueve, y los personajes pertenecen a la clase alta; es normal que éstos adopten comportamientos afectados cuando abandonan los círculos íntimos; aun dentro de los mismos, si hay cercanía con la nobleza, habrá maneras impostadas. Sin olvidar que Austen buscaba algo más que contarnos una bonita historia de amor; ella pertenece a ese selecto y pequeño club de grandes escritores que supo explicarnos, descarnadamente, el mundo que le rodeaba; una parte de él, al menos.

¡Oh!, y antes de que se me olvide: el film Tienes un e-mail —que es un remake de El bazar de las sorpresas, película que no he visto  fue inspirado, en parte, por esta novela.

sábado, 4 de mayo de 2013

Para los que alguna vez jugaron al Monkey Island


Hombre, Guybrush, deberías haberte buscado otro rival... Ni metiéndote un barril de grog entre pecho y espalda vas a poder con ése.

¿Qué captas, noturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcivolallas,
las reptilizas más y subterpones?

Microcósmote Dios de inquiridiones,
y quieres te investiguen por medallas
como priscos, estigmas o antiguallas,
por desitinerar vates tirones.

Tu forasteridad es tan eximia,
que te ha de detractar el que te rumia,
pues ructas viscerable cacoquimia,

farmacofolorando como numia,
si estomacabundancia das tan nimia,
metamorfoseando el arcadumia.

¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!
¡Poco antes, nada; y poco después, humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer; mañana no ha llegado;
hoy pasa, y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento,
que, a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.