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Cubiertas sencillas con solera.
Esos ojos..., ese pelo... |
Dentro del
pulp policíaco hay relatos que buscan, de una u otra manera, captar de forma inmediata la atención del lector y atraparlo hasta llegar a la última página; las novelas cortas de Harry Dickson lo hacen mediante el protagonista, pues por algo le apodan el «Sherlock Holmes americano». Hay un motivo de peso para ello, porque es un calco del personaje de Doyle, el cual, recordemos, está basado en una creación de Poe. En las novelas de Harry también hay espacio para «Watson», cuyo nombre es sustituido por el de Tom Wills. La mítica pareja vuelve para enfrentarse a nuevos enigmas misteriosos y terroríficos. Como el que da título a esta entrada:
El canto del Vampiro, donde se ha corrido el rumor de que un no muerto está asesinando a los habitantes de un apartado pueblecito, Marlwod; y después de arrebatarle la vida a sus víctimas, canta una hermosa melodía. Sabemos, al comenzar la lectura, que un vampiro no puede ser; pero quién o qué perpetra esos crímenes permanecerá oculto hasta el revelador final que, auguro, os sorprenderá.
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Esta otra podría servir
como campaña antitabaco |
Aunque conseguir hoy estos
pulps no es tan fácil como hace unos años, informo sobre ellos porque aún es posible que os topéis con alguno en librerías de viejo, y son muy entretenidos. Esta colección en concreto se comercializó aquí en los setenta, así que será raro hallar un ejemplar en buen estado. Según he leído, Jean Ray publicó ciento ochenta novelas de Harry Dickson, y en España la editorial Júcar editó unas sesenta. Ciertos lectores que tienen por costumbre denostar a este tipo de novelas tal vez ignoren sus cualidades positivas, porque son una opción respetable si se comparan con otros tipos de ocio; además, algunas están escritas con un vocabulario rico del que se puede aprender, y no todas las personas disponen de tiempo suficiente para emprender lecturas más extensas. El porqué de ese menoscabo suele darse por desconocimiento, miedo a mancharse con algo aparentemente vulgar...; pero la literatura de folletín no esconde lo que es, y su existencia no deteriora la de otros estilos. Divagaciones aparte, volvamos a la novela que nos ocupa.
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¡Un Kraken!, me trae recuerdos del
film dedicado a Ed Wood |
En
El canto del vampiro lo importante es la atmósfera: sombras, castillos, bosques densos, paseos nocturnos, encuentros inesperados en la oscuridad... Hay escenas en las que se roza el terror, y lo sobrenatural tiende la mano al detective; el cual deberá mantenerse imperturbable para desenmascarar la argucia que llena de zozobra a los supersticiosos habitantes del pueblo. A medida que avanza la trama el número de cadáveres exangües crece, amenazando con quebrar el ánimo general... Esto que describo no se trata de un concepto innovador, ni mucho menos; empero, basta para mantener al lector pegado a las páginas y que las consuma con voracidad. Me imagino a Jean Ray tecleando la máquina de escribir tan rápido que sale humo de las teclas, ora Dickson contra un espectro, ora un pulpo... Ideas manidas que no suelen sorprender mucho, pero divierten. Estas novelas no pretenden ser más de lo que son, y palían el tedio. Lástima que el tiempo las esté erosionando en todos los sentidos.
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¡No soy Holmes, sólo me parezco! |