Excelente cubierta de Jim Burns, ilustrador habitual del género |
Con los tres relatos largos que dan forma a El colapsio, McCarthy ofrece una clase sobre cómo aunar hard y space opera sin descalabrarse en el intento. Las partes técnicas son complejas, pero sus ásperas lecturas se rodean con pompa, fantasía y alborozo. Además, no faltan las consabidas críticas a la humanidad. Cualquiera, aun el más receloso del hard, puede acercarse sin temor a esta novela y sacarle provecho al universo planteado.
La base es simple: dos eminentes científicos emprenden una lucha por inmortalizar su nombre. El más destacado, Bruno de Towaji, inventa el colapsio, un «material cristalino romboédrico compuesto por agujeros negros de masa neubla» —¿está claro? Y a callar—; su rival, Marlon Sykes, se aprovecha de esa invención para hacer realidad su proyecto más ambicioso: construir un anillo de colapsio alrededor del sol. Ese anillo sería magnífico si no fuese porque está deslizándose hacia el sol... amenazando con destruir el sistema.
Bruno vive enclaustrado en un pequeño planeta donde trabaja sin descanso mientras le cuida su séquito de diligentes, sumisos y abnegados robots. Como los humanos le han dado esquinazo a la muerte, dispone de todo el tiempo que quiera; o eso pensaba hasta que la mismísima reina le hace una visita para informarle de la inminente desgracia, y a Bruno no le quedará más remedio que dejar su retiro para echarle una mano a ese tal Marlon: ¿a quién le interesa la destrucción total? A pesar de la ayuda inestimable, Marlon siente una aversión ostensible hacia el único hombre que puede superarle en su campo. El lío está servido.
Quizá resulte chocante que los humanos, después de lo que han pasado, volviesen a la monarquía; mas el motivo es poderoso: tener un rostro al que admirar y vituperar, un ídolo que también sirve de chivo expiatorio. No conforme con eso, McCarthy le da una fuerte presencia a la religión, detalle que conduce al clásico e interesante debate.
El colapsio es una obra que invita a la reflexión, juega con hipótesis factibles desde un sincero prisma pragmático. Su distante futuro muestra las mismas contradicciones que posee el humano de hoy, no enaltece a éste en ningún sentido. El intelecto superior del archimaestro Marlon no le priva de tener pretenciosidad o, peor aún, falta de empatía; lo primero le lleva a competir, lo segundo, a arriesgar otras vidas. ¿Quién de los dos prevalecerá? ¿El hosco pero honorable Bruno o el rencoroso Marlon?
Salvo en las partes técnicas, el tono predominante es desenfadado, campechano; el autor sólo ambiciona divertir y generar cavilaciones. Objetivos muy nobles que se perciben en cada capítulo. La novela es, por lo tanto, adecuada para conocer la parte más dura de la ciencia ficción. Podría verse como una alegoría: dos hechiceros enfrentándose para obtener el dominio del reino y la sumisión del odiado rival.
La reina, Tamra, custodiada por dos robots guardianes |
Quizá resulte chocante que los humanos, después de lo que han pasado, volviesen a la monarquía; mas el motivo es poderoso: tener un rostro al que admirar y vituperar, un ídolo que también sirve de chivo expiatorio. No conforme con eso, McCarthy le da una fuerte presencia a la religión, detalle que conduce al clásico e interesante debate.
Deduce tú mismo lo que pienso de la imagen |
Salvo en las partes técnicas, el tono predominante es desenfadado, campechano; el autor sólo ambiciona divertir y generar cavilaciones. Objetivos muy nobles que se perciben en cada capítulo. La novela es, por lo tanto, adecuada para conocer la parte más dura de la ciencia ficción. Podría verse como una alegoría: dos hechiceros enfrentándose para obtener el dominio del reino y la sumisión del odiado rival.