El diseño de la cubierta es mejorable, pero logra intrigar |
«Sin duda El nombre del viento se convertirá en un clásico»; «[...] El absorbente y vivo debut de Rothfuss nos ha deslumbrado»; «[...] Colóquelo en la estantería al lado de El señor de los anillos»; «El universo de la literatura tiene una nueva estrella». Cuando vi la publicidad de esta novela, recelé porque me pareció más de lo mismo: otro superventas prefabricado, fúlgidos ditirambos que ensalzan un sucedáneo tolkeniano. Pasaron unos cuantos meses antes de que me decidiese a comprarla, y sólo lo hice por una razón: empecé a leer reseñas positivas de gente fiable, un montón de textos con frases como las de arriba; algunos afirmaban que Rothfuss les había recordado por qué leían. O la promoción fue tan bestial que hasta los reseñadores recibieron sobornos —¡la caja!, ¡la caja!—, o El nombre del viento ofrecía algo más de lo que yo, equivocadamente, pensaba. Tardé poco en aplacar la curiosidad, ya que el libro causa una fuerte adicción... durante un tiempo, al menos.
Aunque Rothfuss es un maestro de la narrativa, toma la discutible decisión de arriesgarse y no conservar lo que atrapa al lector durante, más o menos, la primera mitad del libro. Ése es el motivo, sospecho, de que algunos lo hayan dejado. No empeora, pero se pierde la meteórica e ingeniosa evolución de Kvothe; precariedad sustituida por estabilidad. Una estabilidad, eso sí, salpicada de sorpresas. Lo importante es el cambio abrupto que se percibe y las consecuentes reacciones, no todas positivas. Personalmente, me parece adecuado que la trama no se conforme con un único incentivo y se atreva a dar un pequeño giro.
Hay otro posible escollo —depende de cada uno que sea realmente un escollo— que puede entorpecer la lectura: el protagonista. Kvothe tiene un intelecto superior, domina el laúd y es íntegro salvo cuando las circunstancias se lo impiden; suele haber motivos de peso detrás de sus embustes. Esas características se acercan a la versión masculina de una Mary Sue, por lo tanto, es comprensible que le haya caído mal a algunos.
¿Entonces dónde brilla El nombre del viento? ¿Por qué ha levantado tantos elogios? Para empezar, transmite una sensación de frescura que el género necesitaba con urgencia. Es cierto que Rothfuss no aporta nada relevante a lo que ya se ha contado cientos de veces; pero añade elementos, como esa manera de emplear la magia, novedosos, la estética de los monstruos suscita interés y el trasfondo de su mundo se presenta mediante fascinantes relatos. Su éxito también radica en que no es necesario tener conocimientos previos del fantástico: la lectura se vuelve accesible para cualquiera que no le dé importancia a las «trabas» mencionadas.
La primera parte de esta crónica apunta maneras, no en vano se tardó tanto en pulir; sin embargo, eso de «convertirse en un clásico» dependerá de cómo sean los libros siguientes. ¿Estará El temor de un hombre sabio al mismo nivel? Pronto será reseñado en este blog; no cambie de canal o Krueger le visitará de noche.
La edición finlandesa, mi favorita. Sus tonos cálidos le dan un aire misterioso que se ajusta bien a la obra |
Hay otro posible escollo —depende de cada uno que sea realmente un escollo— que puede entorpecer la lectura: el protagonista. Kvothe tiene un intelecto superior, domina el laúd y es íntegro salvo cuando las circunstancias se lo impiden; suele haber motivos de peso detrás de sus embustes. Esas características se acercan a la versión masculina de una Mary Sue, por lo tanto, es comprensible que le haya caído mal a algunos.
La francesa tiene una calidad asombrosa |
La primera parte de esta crónica apunta maneras, no en vano se tardó tanto en pulir; sin embargo, eso de «convertirse en un clásico» dependerá de cómo sean los libros siguientes. ¿Estará El temor de un hombre sabio al mismo nivel? Pronto será reseñado en este blog; no cambie de canal o Krueger le visitará de noche.