martes, 27 de diciembre de 2011

¡El horror! ¡El horror!


La edición que tengo de las novelas de Conan Doyle es la que se puede ver arriba. No sé si se podrán apreciar bien los títulos. Es un tomo que reúne las tres primeras novelas de Holmes y Las memorias de Sherlock Holmes, que son un conjunto de relatos; el resto de ellos los tengo en otros libros, pero me faltaba una de las novelas: El valle del terror. 

Era la única que no había leído y me lancé a comprar la siguiente edición:

Ten cuidado con esta edición. Dicen que si abres
el libro algo malo te ocurrirá siete días después:
la niña de The Ring saldrá de sus páginas e irá a
por ti. El que avisa no es traidor

Aunque aparece en la cubierta el nombre de Alberto Laiseca, la traducción no es suya; pero eso importa poco, el problema son las frases mal construidas y las comas, sobre todo las comas. Orgía de comas, vorágine de comas; comas por doquier, comas de incisos que no son incisos, comas entre sujeto y predicado, comas...

Comas...

Comas que al abrir el libro se desparraman por el piso y emprenden el vuelo para atacar a los viandantes.

Treinta páginas bastaron para hacerme alucinar: veía comas entre los coches aparcados, los soldados de la película disparaban comas, el agua del grifo vomitaba comas... Antes de terminar en el manicomio de Arkham conseguí rescatar un fragmento del libro, el único que se salvó de las llamas: «El inspector, se mostraba cada vez más impresionado, a medida que la conversación avanzaba. Se había perdido en la fascinación que despertaba, en él, aquello que oía, pero, su práctica inteligencia escocesa, lo trajo de vuelta al asunto». 

Os aseguro que es un párrafo al azar. Todo el libro está puntuado igual. Como soy un tiquismiquis sospeché que podía tratarse de un problema mío, pero consulté la página de la editorial Nowtilus y encontré este mensaje que voy a copiar y pegar —quizá lo borren—: «Recorriendo la página ya decidido a comprar las obras de sherlock holmes de esta editorial, con confianza luego de ver que las obras habian sido revisadas por el maestro Alberto Laiseca. me encuentro con el comentario de isidora, leo algunos pasajes de los libros y si, esta en lo correcto, la traducción es pésima, hay una exageracion de comas que vuelven la lectura lenta y tosca.

Tengo entendido que el traductor es argentino, con ese dato menos entiendo como puede tener tantos errores siendo su lengua nativa».

Por suerte, me han regalado un ejemplar nuevo de la editorial Valdemar que está muy bien traducido... y no te ahoga en un mar de comas. Declaro que la editorial Nowtilus ha mancillado mi honor y desafío a todos sus integrantes. Pueden escoger espada o pistola.

viernes, 23 de diciembre de 2011

El sabueso de los Baskerville

Tal vez esta cubierta peque de ser
bucólica en demasía, pero me agrada


Aun después de consultar en varios lugares de la red no lo tengo claro, pero creo que El sabueso de los Baskerville es la novela más popular del detective: suele ser de las que más comentarios genera en foros, y cuando se le pregunta a las personas qué historias de Sherlock Holmes conocen, aunque no sepan casi nada sobre él, en muchas ocasiones recuerdan este título. Su atractivo reside en la lucha de la aplastante lógica contra lo aparentemente sobrenatural: un fiero perro asesino que vaga por el páramo; animal terrible producto de la maldición que persigue a una familia adinerada. El escenario lóbrego combinado con las supersticiones de sus habitantes hace el resto: introducir a Holmes en una historia «de fantasmas». Aunque lo cierto es que Watson está más tiempo en el vórtice de la trama, ya que el detective afirma que tiene otros asuntos de importancia que atender. Eso puede dar lugar, en los primeros capítulos, a especulaciones sobre el nivel de atención que le da al insólito caso, del cual dice que se parece a «un cuento de hadas».

Mirífica ilustración de una escena que
no ocurrió, a menos que el perro
represente el aullido y no esté ahí
El perro de la leyenda hace que su víctima, Charles Baskerville, muera debido a un repentino paroxismo de terror; por lo tanto, no hay señales claras en el cuerpo que indiquen quién o qué ha perpetrado tal vileza. Incluso así, Holmes es capaz de sacar conclusiones en su casa sólo con la descripción que le hacen de la escena del crimen, y toma las medidas oportunas recurriendo, entre otros, a su amigo, Watson, al que le encarga vigilar los pasos del siguiente Baskerville que ocupará la casa cercana al páramo: Henry, el nuevo heredero que viene de los Estados Unidos y no está muy enterado de lo que sucede. Doyle usa el viejo embuste de distraer al lector como lo haría un mago: atrayendo las miradas a un sitio mientras, subrepticiamente, el truco se realiza en otro; todo para obsequiar una deducción fácil que cualquiera podrá hacer, y concluir los capítulos finales con una cadena de acontecimientos sorprendentes. Si alguien pensó que Doyle no lograría conservar de manera íntegra la popularidad del detective..., se equivocó.

Vale, sí, la idea no está mal; sin
embargo, el resultado... 
Recuerdo que en el texto había una tara leve: cuando se reúnen varios personajes a veces no se indica con claridad quién habla, y hay que volver atrás. Pero se trata, otra vez, de una traducción deplorable; tengo una edición antigua e imagino que en las posteriores no sucederá lo mismo. Es posible que El sabueso de los Baskerville fuese uno de los precursores de las numerosas series que exploran el terreno de la investigación sobrenatural, tanto si es así como si no, la novela ha sido homenajeada en muchos ámbitos diferentes, y sigue siendo una lectura fresca al alcance de todos, colmada de una nebulosa atmósfera de misterio que irá siendo disipada paulatinamente gracias a Sherlock Holmes y a su compañero, el doctor John H. Watson, cuyos informes iluminarán una parte de la oscuridad que envuelve a la familia Baskerville. Un perro fantasmal que exhala fuego por la boca puede sonar a fábula, pero sus huellas pueden verse en un terreno próximo al cadáver. ¿Serás capaz de descubrir la falacia que se esconde tras ello antes que Holmes? ¿O permitirás que el perro le dé pábulo a tus miedos?

viernes, 16 de diciembre de 2011

El signo de los cuatro

Holmes y Watson vistos a través de
un ojo de buey...
La evolución de Doyle como escritor de novela policíaca es favorable: ya no hay cortes profundos que alejen al personaje principal demasiado tiempo, y la trama está más cohesionada. El primer pasaje muestra a un Holmes letárgico que necesita cocaína para, según él, estimular el cerebro. De esa manera el autor da a entender qué hace el detective cuando no tiene ante sí algún rompecabezas que necesite ser resuelto. Quizá ese hábito nocivo genere rechazo a los lectores, pero resulta imprescindible conocerlo porque es una pieza más de su compleja personalidad, sin ella, es posible que algunos aspectos del personaje se derrumben. La brillante mente analítica de Holmes es un arma de doble filo, porque si no encuentra actividad que la satisfaga se sume en el más terrible de los tedios, al tiempo que contempla con aversión las vulgares existencias que la rodean. «No puedo vivir sin hacer trabajar mi cerebro. ¿Qué otra cosa hay por la que merezca la pena vivirse? Mire por esa ventana. ¿Vio usted jamás un mundo tan triste, lamentable e improductivo?». La escena que expone un período de inactividad es corta y pronto llega el caso que da título a la novela.

¿Se respetará la novela? ¿O también
aquí se hará uso de la tijera mágica?
Una señorita, Mary Morstan, visita a los dos compañeros y les cuenta que su padre desapareció hace diez años al volver de la india. Eso por sí solo ya sería bastante sugestivo para Holmes, pero hay más: Morstan ha recibido anualmente, durante los últimos seis años, cajitas cuyo contenido es una valiosa perla; y alguien desconocido la ha citado delante del teatro esa misma noche. Tras esa declaración, Doyle conducirá a sus personajes de manera magistral a través de varios escenarios hasta llegar al clímax: una trepidante persecución en barco. La novela mantiene los puntos fuertes de la anterior, sobre todo los diálogos naturales y las personalidades bien desarrolladas; pero además corrige aquellos aspectos criticables de Estudio en escarlata, sobre todo el ritmo alterado. Por lo tanto —reitero—, el autor se supera a sí mismo, ya veremos más adelante si sigue así, porque eso es lo que todos deberían intentar, y no conformarse con que su nombre venda para endilgarle al público un pedrusco literario que la mayoría ni leerán.

Yo mismo podría hacer algo
similar con el Gimp
El signo de los cuatro es una de las historias que más contribuyen a la fama de Sherlock Holmes, alimentándola con aspectos que ya son una parte inherente de él. Algunos de ellos son juzgados como negativos: misoginia, insolencia... Pero yo voy a romper una lanza a su favor con el siguiente diálogo: «Le aseguro que la mujer más encantadora que yo conocí fue ahorcada por haber envenenado a tres niños pequeños para cobrar la cantidad en que estaban asegurados; en cambio, el hombre físicamente más repugnante de todos mis conocidos es un filántropo que lleva gastados casi un cuarto de millón de libras en socorrer a los pobres de Londres». Sin olvidar que, independientemente del porqué, Holmes ayuda a los demás cuando resuelve un caso y eso es lo que importa al final; no sólo es útil dentro de la ficción, sino también fuera de ella divirtiéndonos a nosotros con sus disfraces, deducciones y causticidad. Suele ocurrir que muchos de esos afables filántropos son, en el fondo, tiburones dispuestos a darle una dentellada al que se interponga; mientras que otros, como Holmes, aunque visten una armadura punzante, tienden una mano a los que la necesiten.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Las cartas sobre la mesa


Iba a reseñar otra novela de Sherlock Holmes, pero he visto algo en la red que merece una entrada. Me gustan las novelas de Reverte, concretamente las de Alatriste, y también sus artículos, aunque no esté siempre de acuerdo con ellos —sería raro estar siempre de acuerdo con alguien, ¿no?—; como el tipo me cae simpático, de vez en cuando leo su twitter, donde se puede entrever su lado humano por mucho que diga que se trata de un personaje. A veces una respuesta mordaz revela mucho más de lo que aparenta, y una de ellas captó mi atención, no por ser Reverte el que la escribió, sino porque no es la primera vez que leo algo parecido: «¿Usted no se haría millonario honradamente si pudiera? Pues a eso aspira cualquier escritor. Quien lo niegue, miente».

No opino igual porque eso es meter a todos en el mismo saco: cuando dos hombres realizan una acción similar, sus motivaciones pueden ser diferentes; aunque el dinero sea una meta atrayente que produzca buenas novelas, no es la única que mueve a un escritor. Me niego a pensar que Moorcock, por poner un ejemplo, abandonase los estudios a los quince años para ser un mercenario de las letras. Hay autores de todo tipo, desde los que ya les sobra el dinero antes de empezar a crear, a los que tienen trabajos comunes y escriben cuando les resulta posible; desde los que sueñan con ser ricos, a los que buscan reputación dentro del mundo literario; es decir, grabar su nombre en la historia y continuar viviendo dentro de sus novelas.

Otros sólo lo ven como un mero pasatiempo con el que entretenerse y no aspiran a nada, ni siquiera envían lo que escriben a las editoriales. Son casos raros, pero existen. 

En lo que sí creo que coincide la mayoría es el anhelo por ser leídos. Una novela que no tenga lectores es igual que un filme sin público, o actores esforzándose en un teatro vacío. Por supuesto, no es mi intención menospreciar a los que escriben a cambio de una merecida recompensa; una novela no se escribe sola, son muchas horas, tantas que podría decirse que son pedazos de vida, independientemente de por qué se haga, y la calidad no va a ser superior porque se tenga una u otra intención, en eso entran otros factores. Sin embargo, me disgusta que, como suele decirse, se crea el ladrón que son todos de su condición.Yo tengo la osadía de llamarme a mí mismo escritor porque dedico una parte importante de mi tiempo a construir novelas, y claro que me gustaría ganar dinero con ellas, ¿quién no quiere vivir de su pasión?

A pesar de ello, no busco ser millonario, me bastaría con poder comer y pagar las facturas gracias a las letras, algo que es un sueño casi inalcanzable, sobre todo ahora que la señora crisis es ubicua. Tampoco quiero una fama desmedida, que lo de «misántropo» no es un ornamento, y no me resultaría agradable tener delante una cámara de televisión o dar charlas. Quizá sea un rasgo poco acusado de mi personalidad, pero ahí está. Cada uno es como es, así de simple. Una prueba de ello fue J.D. Salinger, que optó por llevar una vida tranquila aislándose del mundo exterior y pergeñó nuevas historias sin ninguna intención de publicarlas. Para finalizar, voy a pasaros el enlace de un blog que pertenece a una escritora, ella explica mucho mejor todo esto de por qué escriben los autores. 

http://lauraescritora.blogspot.com/2011/11/sobre-lo-que-significa-escribir-y-otros.html

Como le dijeron una vez a Ortega y Gasset en aquella posible anécdota: «Hay gente pa tó».

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Starflight

Puede dar la impresión de ser un
«mata-mata», pero es un juego original
que merece más reconocimiento
Starflight comenzó su andadura en plataformas como Amiga, Commodore 64 o Macintosh; pero tuvo su versión definitiva en Sega Genesis, es decir, Megadrive. Aunque su éxito no fue muy sonado si se compara con otros títulos, aún hoy pueden encontrarse fans que lo siguen jugando y hasta realizan nuevas versiones. Los gráficos, por supuesto, están ya desfasados; sin embargo, quiero que prestéis atención al concepto básico, porque pienso que Starflight podría ser un juego ideal sólo con un mero lavado de imagen y una pequeña ampliación de opciones, razas, tipos de planeta... No necesita más, ya que incluso sin eso, el juego ofrecía —y sigue ofreciendo— algo novedoso: la posibilidad de explorar la galaxia a tu antojo, una galaxia enorme que tiene cientos de planetas, cada uno de ellos con criaturas y minerales que deben recogerse para ser vendidos después en la base. Se podría decir que es un Sandbox —juego no lineal que ofrece libertad de acción—, porque a pesar de que hay misiones, pueden hacerse cuando el jugador quiera... si quiere.

Antes de empezar el viaje, habrá
que dejarlo todo preparado en
la base
Entre viaje y viaje existe la posibilidad de tener encuentros con diferentes naves alienígenas; en esas situaciones se establece una comunicación y el jugador puede escoger entre ser amistoso, neutral u hostil. En el peor de los casos se destaría un combate espacial, algo que puede ser fatídico si no se han comprado buenas armas y escudos, pues la nave puede ir mejorándose a medida que las ganancias obtenidas por el comercio se incrementan. Además también debe contratarse una tripulación competente y designar sus puestos; como es necesario ponerles nombre, es posible que el seguidor medio de Star Trek esté tentado de bautizarlos igual que sus personajes favoritos. Las similitudes entre esa serie de ciencia ficción y el juego son altas, incluso hay un gracioso huevo de pascua: el emocionante encuentro con la nave Enterprise. Pero no es eso lo que hace de Starflight un gran juego de ciencia ficción.

El pequeño vehículo al lado de la nave es el que
se usa para recolectar minerales y cazar criaturas
Cuando se busca el porqué de que un videojuego así despierte tanto interés, es fácil comprobar que está dirigido a un público muy concreto e insatisfecho, ¿cuántos juegos parecidos a éste existen? Starflight ofrece ser el capitán de una nave espacial y nos pone en medio de un mapeado gigantesco, el cual está lleno de sorpresas: planetas peligrosos en los que aterrizar puede ser una locura, agujeros de gusano, encuentros con especies fascinantes, rescates en lugares remotos... Imaginad las posibilidades si se hiciese un remake con la tecnología actual. En el video de abajo podéis ver un poco cómo es, pero os recomiendo buscar un simulador de Megadrive y catarlo vosotros mismos, seguro que es capaz de entreteneros unas cuantas horas.


jueves, 1 de diciembre de 2011

Un repaso a las novelas de Conan Doyle: Estudio en escarlata


Me parece imperdonable que un blog con esta estética y que es, en mayor parte, de reseñas literarias, se haya olvidado casi por completo de las cuatro novelas protagonizadas por el detective más conocido de la literatura: Estudio en escarlata, El signo de los cuatro, El sabueso de los Baskerville y El valle del terror. Sin olvidar los relatos, que son bastantes y se compilan en varios tomos. Sherlock no es el primero porque Poe se anticipó con su Dupin, pero sí que es el que más descuella, ¿quién no ha oído hablar de él? 

Para poner remedio a lo dicho anteriormente comenzaré por la primera: Estudio en escarlata. 

Holmes atravesando la húmeda
neblina londinense

Watson, como siempre salvo en tres ocasiones, es el narrador, algo que se deduce desde la primera parte, donde reza: «Extraído de las memorias de John H. Watson»; de manera que la historia se nos mostrará en primera persona a través de sus ojos. En ella, Doyle hará que una de las parejas ficticias más entrañables se conozca, presentándosela al lector mientras define la personalidad de cada uno. Sherlock es arrogante, inteligente y con una gran capacidad para el análisis; suele divertirse a costa de sus compañeros de profesión, aunque ellos le menosprecian considerándole amateur. Algo que, por supuesto, es falso a pesar de que Lestrade y Gregson se lleven la gloria. «Gregson es el hombre más agudo de Scotland Yard [...]. Él y Lestrade son lo mejorcito de un grupo de torpes. Actúan con rapidez y energía, pero sin salirse de la rutina. Son odiosamente rutinarios. Además se acuchillan el uno al otro. Son tan celosos como una pareja de beldades profesionales». 

Fue publicada en 1887 por Ward, Lock
& Co
Se dice que Estudio en escarlata no es lo mejor que Doyle escribió, porque no se le da ninguna pista al lector y hay un corte importante cerca de la mitad, donde el autor aprovecha para dirigirse hacia lo que le interesaba en aquella época: la novela histórica. Dicho corte, es un flashback ingenioso en el que se habla de los mormones y algunas de sus curiosas costumbres; es necesario para que las piezas encajen bien al final, pero tal vez muy extenso. Incluso con esa circunstancia desfavorable —si es que el lector la considera así—, Doyle ya demuestra ser un gran escritor, pues los diálogos resultan naturales, las descripciones son ágiles, precisas; dan los detalles suficientes sin poner a prueba la paciencia: «Lestrade, tan flaco y parecido a un hurón como siempre, se hallaba en pie junto al umbral y nos dio la bienvenida a mi compañero y a mí»; y el carisma de Holmes es inestimable. La crítica, sin embargo, no trató muy bien a esta obra; es decir, apenas repararon en ella. Pero eso no detendrá el avance de más aventuras, y El signo de los cuatro no se hará de rogar.

Grandiosa portada de Bruguera, pocas
veces se traza con tanto acierto a los dos
compañeros; además es intercambiable:
podría servir para varios títulos...

En la trama aparece un crimen que desconcierta a los profesionales: un puzle que sólo Holmes puede resolver; por tanto, solicitan su ayuda. Esta sencilla fórmula se repetirá más veces a lo largo de los relatos, convirtiéndose en la base; es un buen cebo, porque estimula a descubrir cómo se soluciona un problema críptico con la novedosa ciencia del razonamiento deductivo; ciencia que no es muy conocida por los rudimentarios policías de la época. Además de ella, Sherlock posee recursos que le permiten ampliar su campo de acción, como los disfraces o los irregulares de Baker Street, niños vagabundos que, por un chelín diario y una guinea si entregan una pista valiosa, recorren las calles espiando y buscando; para Sherlock son espías perfectos de los que nadie sospecha, algo que se corrobora cada vez que cumplen su función satisfactoriamente. Estudio en escarlata nos introduce de lleno en la escena de un crimen escabroso, donde el cadáver carece de heridas y el asesino ha escrito con sangre la palabra Rache. Averiguar cómo y quién lo ha perpetrado, será pan comido para nuestro detective.

jueves, 24 de noviembre de 2011

1984

El ojo del Gran Hermano vigila tus
movimientos... y pensamientos
«Al ciudadano de Oceanía no se le permite saber nada de las otras dos ideologías, pero se le enseña a condenarlas como bárbaros insultos contra la moralidad y el sentido común. La verdad es que apenas pueden distinguirse las tres ideologías, y los sistemas sociales que ellas soportan son los mismos. En los tres existe la misma estructura piramidal, idéntica adoración a un jefe semidivino, la misma economía orientada hacia una guerra continua. De ahí que no sólo no puedan conquistarse mutuamente los tres superestados, sino que no tendrían ventaja alguna si lo consiguieran. Por el contrario, se ayudan mutuamente manteniéndose en pugna. Y los grupos dirigentes de las tres potencias saben y no saben, a la vez, lo que están haciendo. Dedican sus vidas a la conquista del mundo, pero están convencidos al mismo tiempo de que es absolutamente necesario que la guerra continúe eternamente sin ninguna victoria definitiva».

En la novela los ojos de los carteles
se mueven siguiendo al ciudadano que
pase cerca. Escalofriante, ¿verdad?
El planeta está dominado por tres facciones totalitarias, en ellas, se mantiene una vigilancia severa destinada a impedir cualquier vestigio de libertad individual. Como el partido cambia el pasado a su antojo, falsificándolo, la sociedad se ha anquilosado: no hay avances científicos, porque falta el conocimiento empírico necesario para ellos; tampoco se ven indicios de un posible cambio en otros aspectos, porque sólo así es posible la perpetuidad de la organización que gobierna mediante el terror. Quiénes la conforman no es relevante, porque podría ser cualquiera; el verdadero mal se halla en la propia idea del partido, forjada a través de los años con el único objetivo de mantenerse viva. Los humanos se adoctrinan nada más nacer para traicionar a sus propios padres, en ningún momento se les permite pensar por sí mismos, hacerlo es delito. Es el partido el que dicta qué debe ser odiado, exacerbando a la multitud a su antojo. La libertad es así encerrada en una prisión sin paredes desde el nacimiento.

La confianza es inexistente incluso
 en las familias
Esa quimera llamada Gran Hermano es en realidad la propia población, ya que se premia la denuncia de la perfidia, y la temible «policía del pensamiento» siempre está al acecho, dispuesta a sofocar al que dé problemas. Aquellos elementos que puedan incitar conductas deficientes, como la literatura o la música, son creados mediante máquinas que hacen obras inocuas. El lenguaje es devastado día a día compendiándose en un idioma recién creado: «neolengua».  Los hijos no son concebidos por amor, pues su finalidad es la de inmortalizar el sistema. Generaciones y generaciones de indigentes viviendo en una ilusión constante. Humo y espejos. «El que controla el pasado controla el futuro; el que controla el presente controla el pasado». La civilización que Orwell imaginó, está basada en el miedo y el odio, se nutre de ellos para vivir. Paz es guerra. Libertad es esclavitud. Ignorancia es fuerza. Esta novela, que se escribió en 1948, debe situarse en su contexto histórico, donde las guerras que buscaban imponer una ideología estaban aún frescas.

Si el autor de esta cubierta buscaba
transmitir languidez, lo consiguió
gracias, sobre todo, al color
Todavía hoy suelen buscarse similitudes entre lo que Orwell narró y la realidad actual con la intención de criticar al sistema. ¿Se dirige la humanidad en la dirección que marcó Orwell? Yo no lo sé, pero mucho de lo que denuncia en 1984 sí que puede suceder o está sucediendo desde hace tiempo, como, por ejemplo, las noticias tendenciosas que se dan en los medios de comunicación; entidades que gobiernan sirviéndose del odio ideológico —y se mantienen en el poder gracias a él—; autoritarismo capitalista; cambios ominosos en el lenguaje; espectáculos deplorables en los que prima la humillación; banalización progresiva de la violencia; desprecio al arte en todas sus facetas... Quizá todo eso denote el principio de una aproximación al universo orwelliano o no, sin embargo, ser positivo cuando se mira hacia el futuro resulta difícil aun siendo alguien que sólo contemple lo mejor del ser humano, porque la maquinaria que éste crea puede superarle con facilidad, lacerándole eficazmente y enterrándole para siempre en un apartado planeta del que nunca saldrá. Contemplad a la raza que se destruyó a sí misma.

«Yo no creo que el género de sociedad que describo vaya a suceder forzosamente, pero lo que sí creo (si se tiene en cuenta que el libro es una sátira) es que puede ocurrir algo parecido. También creo que las ideas totalitarias han echado raíces en los cerebros de los intelectuales en todas partes del mundo y he intentado llevar estas ideas hasta sus lógicas consecuencias». George Orwell

jueves, 17 de noviembre de 2011

The Elder Scrolls IV: Oblivion


A pesar de que en el juego se pueden
comprar caballos, yo no los usé mucho
porque su manejo es un poco incómodo
Ahora que la quinta parte de esta saga entusiasma a una enorme cantidad de jugadores afortunados, no he podido resistir la tentación de reinstalar la anterior, con la esperanza de que mi opinión desfavorable cambie. Oblivion fue un juego que me deslumbró durante los primeros días: gráficos geniales, música agradable, multitud de opciones, etcétera. Por si fuese poco, junto a los discos compactos había un mapa de regalo que mostraba una cantidad abrumadora de lugares explorables, tantos que al principio pensaba que la diversión duraría meses. Sin embargo,  no tardó en apoderarse de mí una vaga sensación de aburrimiento que se incrementó a medida que profundizaba en el juego, y al cabo de un par de semanas lo dejé. El porqué de ello es simple: a pesar de la libertad de acción, cada uno de los múltiples aspectos que se ofrecían eran someros y cortos; es decir, el proyecto cometió el error común de ser muy ambicioso, y en vez de centrarse en unas pocas posibilidades, haciéndolas así más atractivas, la atención de los programadores se diluyó en un vasto océano de ideas.

Los ogros son unos oponentes temibles,
pueden dejarte la armadura como un
papel de fumar
Nada más entrar en el mundo que ofrece Oblivion, el jugador debe decidir qué camino escoger entre básicamente tres: guerrero, mago o asesino/ladrón. Hay bastantes posibilidades más, pero al final la mayoría se decanta por lo más sencillo, que suele ser mezclar a un mago con un guerrero. Yo comencé con un guerrero puro, pero los combates resultaron ser tediosos: atacar y protegerse con el escudo; el mago tampoco era complejo: invocar una criatura y lanzar bolas de fuego. Así una y otra vez mientras se recorren las mazmorras repetitivas, pues aunque hay muchas, casi todas se parecen: vistas unas ruinas élficas, vistas todas. Por suerte, existe una opción mucho más entretenida: ser asesino/ladrón. Las misiones de ambos gremios —la hermandad oscura y la banda del zorro gris— son, en su mayoría, más divertidas y variadas, porque hay infiltraciones, falacias, emboscadas... y hasta tienen algunos giros argumentales inesperados. El problema es que no duran mucho, yo sólo jugué una hora diaria y bastó para que las concluyese en poco tiempo. Después lo único que queda es una estatua que te dice quién debe morir una vez a la semana —no tienes que matarlo tú, sino otro—, y una guarida de ladrones paupérrima.

La variedad de enemigos es aceptable, aun
así, dejan de sorprender tras varios días de
juego. Faltan más criaturas únicas

A eso hay que sumarle que tanto el acto de robar, como el de matar, pueden resultar cargantes cuando la historia se termina; así que no queda más remedio que seguir el hilo principal u otros en los que ser un villano no será posible. Existen mods —programas que modifican el juego— que corrigen estos defectos, sin embargo, muchos de ellos no lo hacen de una manera que sea lo suficientemente satisfactoria para eliminar ese deje a tedio que recorre cada rincón; el cual es agravado por un sistema nefasto para subir niveles, ya que los enemigos se ajustan al tuyo, generando que no sea posible hallar al clásico monstruo que sea capaz de derribarte de un golpe, quitándole así mucha emoción a la aventura. Subir niveles es algo opcional, se podría terminar el juego con nivel uno sin problemas, la única traba vendría a la hora de conseguir algunos objetos relevantes que no son imprescindibles. Oblivion puede dar muchas horas de juego a jugadores poco exigentes, también a los que no tengan reparos con los Mods; empero, existe un amplio grupo de personas que, con razón, han quedado defraudadas, y colocan a Morrowind, el anterior de la saga, por encima de éste.

Un mapeado amplio y casi exánime
Imagino que en la quinta parte, Skyrim, habrán pulido más el diamante en bruto que era Oblivion; un juego que, para mí, se ha quedado a las puertas de ser una obra maestra del género. Además, cuenta con un considerable número de bugs —errores— que entorpecen la experiencia. En mi partida, por ejemplo, no pude luchar en la arena de gladiadores: un tipo me decía que debía prepararme, que todo estaba listo, y mi oponente no aparecía. Era extraño, porque en otras ocasiones nunca me había pasado; imagino que mi reputación infame asustaría a los rivales... La mejor parte del juego, es cuando se viaja campo a través, y de repente suena la angustiosa música de batalla: un enemigo se acerca. El personaje se prepara enarbolando sus mejores armas, preparado para lo peor, un ogro, quizá un minotauro con los ojos inyectados en sangre... Pero no, lo que sale a nuestro encuentro es un temible cangrejo; al menor descuido puede usar sus pinzas y triturar nuestros pantalones.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El libro de las ilusiones


El libro de las ilusiones comienza presentándonos a David Zimmer, un escritor atormentado por la muerte de su esposa e hijos en un accidente de aviación. Poco a poco irá adentrándose en el abismo del alcohol y sesgará los estrechos lazos que le unían a sus amistades, aislándose en una casa remota; sin embargo, en medio de su desgracia descubre algo que consigue hacerle sonreír de nuevo: una comedia muda de Hector Mann. A partir de ese momento, decide escribir un libro sobre ese enigmático actor que desapareció sin dejar rastro al concluir sus últimas películas.

Cuando se habla de un libro de Auster, suelen mencionarse «las cajas chinas» como una analogía de la estructura, porque al autor le gusta introducir historias dentro de otras. Lo hace de una manera tan natural, que el lector puede que ni siquiera se percate de ello hasta pasadas unas cuantas páginas. Eso es reforzado con una prosa ágil que no usa guiones para los diálogos y se aleja de florituras superfluas; gracias a ella, los diferentes hilos narrativos pasan velozmente, entremezclándose a la perfección al tiempo que profundizan en las vidas de los personajes.

La novela es sencilla, aunque con un alto contenido adulto. Sin duda el nombre que más brilla es el de Hector, porque entre las descripciones de sus películas cargadas de referencias personales, la fama que derivó de éstas, y lo que aconteció después... podría decirse que se trata del motor que hace funcionar el engranaje de la trama. La cual cuenta con algunas sorpresas que, desde mi punto de vista, son predecibles a pesar de los esfuerzos de Auster por presentarlas inopinadamente. Un detalle sin importancia, porque el verdadero atractivo que incita a continuar reside en descubrir qué le pasó a Hector tras escabullirse.

No es lo que más me ha gustado de Auster, ya que prefiero La trilogía de Nueva York, y algunas partes me resultaron monótonas; no obstante, considero que El libro de las ilusiones es una novela notable que pocos se arrepentirán de adquirir. Dos hombres separados por el espacio y el tiempo: dos desconocidos que sufren por una tragedia que trocó sus vidas; aun así, se salvan mutuamente desde las primeras páginas, gracias a una sencilla sonrisa capaz de devolver las ganas de vivir, y a una admiración fuera de toda duda plasmada en la biografía de Hector Mann.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Pasado y futuro


La realidad que nos rodea puede verse de diferentes maneras según quién seamos o en qué situación estemos: el enfermo puede hallarse en el centro de un torbellino que arrastra a los suyos hacia la desazón; el filósofo no dejará de cuestionar la enorme estructura que hemos creado; el pesimista sólo verá la parte más oscura de la humanidad... Pero aun contemplando la vida desde varios colores, suele aceptarse tal y como es, porque la mayoría, al llegar a la edad adulta, se habitúa; deja de sorprenderse ante lo que ve, de juzgar.

Paseaba cerca de un parque en obras, cuando una chica pasó cerca de mí; iba en bicicleta mientras charlaba por un móvil. El aparato parecía una extensión de su cuerpo, y lo usaba sin emoción, mecánicamente. En mis tiempos, lo más parecido que tenía yo a eso era un Walkie Talkie antediluviano, le faltaba su pareja; pero me lo pasaba en grande con él, porque podía captar conversaciones ajenas, algunas de las cuales fueron sorprendentes. Sin embargo, el tiempo pasa, y lo que antaño era de una calidad superior, es hoy rudimentario; y así seguirá hasta llegar a parajes que ahora sólo podemos imaginar, todo en medio de un entorno cada vez más tecnológico y envolvente. A simple vista no parece un desastre, sino todo lo contrario: es la evolución de una sociedad que todavía es un niño aprendiendo a madurar. A pesar de ello, pienso que la humanidad podría perder el rumbo si se olvida de sus orígenes, de los primeros peldaños que el logos ha ido colocando hasta hoy.

Recuerdo las numerosas historias que escribí en la adolescencia, en aquella época, mi profesor de lengua y literatura me pedía relatos para la revista del instituto; era un buen tipo: me dejaba leer a Poe en clase, ¿qué más se puede pedir? Un día se me acercó para informarme de que la revista estaba a punto de hacerse, y me puse manos a la obra. Pensé en un futuro utópico, donde los avances científicos le habían dado a la humanidad todo aquello con lo que soñó desde los albores: viajes espaciales, teletransportes, traductores de idiomas insertados en el cerebro...

El protagonista era el dueño de una poderosa corporación, encargada de fabricar libros electrónicos, porque en ese futuro el papel era un anacronismo. Viajaba en una nave de clase superior, no muy grande, lo suficiente para albergar a unos pocos pasajeros. Acompañado sólo de un piloto, se dirigía a un planeta cosmopolita y moderno; allí debía dirimir un trato importante que se produjo por error, debido a la incompetencia de un empleado que ya se encontraba en la calle. Pero algo salió mal, y la nave terminó perdida en medio de un pequeño planeta deshabitado. Como el piloto murió durante el aterrizaje de emergencia, nuestro hombre tuvo que sobrevivir por sí mismo. Durante los primeros meses no le resultó difícil, porque las reservas de la nave estaban intactas; por tanto, disponía de comida, aseo e incluso lectura: varios libros electrónicos.

No era un estúpido, así que mientras tenía esas facilidades que le brindaba la nave, aprovechó para conocer el entorno y determinar qué lugares le servirían para conseguir sustento cuando le faltase. Sabía que el rescate, en caso de producirse, tardaría bastante, ya que el número de planetas aptos para la raza humana en la zona era elevado. Lejos de preocuparse, se encontraba exultante; por primera vez en muchos años volvía a estar en calma, sin nadie que le importunase. Además, la lectura le apasionaba, y sus libros electrónicos reunían un buen trozo de la mejor literatura universal. Leía a menudo Robinson Crusoe, y se compadecía de él, que solamente pudo rescatar del barco unos pocos libros de papel arcaicos.

Sin embargo, el severo hombre de negocios se olvidó de algo esencial, un detalle importante. Quizá debido a que en la tierra ya no existía ese problema: la energía que insuflaba vida a esos neolibros también era limitada.

No publicaron el relato, porque era demasiado extenso, y me vi obligado a empezar desde cero otra historia. Aún lo conservo, escrito con bolígrafo en un folio que se va marchitando cada vez más, igual que nosotros.

martes, 25 de octubre de 2011

Frankenstein o el moderno Prometeo

Está hecho todo un nigromante
Prometeo hurtó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres; Frankenstein, influenciado por las ideas desfasadas de filósofos superados —Cornelius Agrippa y Paracelso—, intenta hacer algo parecido con la inmortalidad. El resultado final, es el famoso golem de carne al que se le suele llamar, erróneamente, Frankenstein; como el apellido de su creador. Una criatura que es rechazada desde que cobra vida, porque fue animada por alguien que no era consciente de cuál iba a ser el resultado final, hasta que fue demasiado tarde. Eso influirá en los sentimientos del monstruo, que al ser repudiado cambiará, volviéndose infame. Mary Shelley escribió lo que hoy es considerado como la primera historia moderna de ciencia ficción, además de ser también una novela de terror gótico que ha inspirado a multitud de autores. No es difícil encontrar argumentos similares que hablen de cómo un humano puede cometer descuidos fatales a la hora de levantar no muertos.

Víctor Frankenstein superó a todos sus
maestros, pero sus conocimientos lo
llevaron a la desgracia
El celuloide ha propagado la idea de que «Frankenstein» se trata de un ser pánfilo; pero no es así, porque Mary Shelley describe cómo es capaz de aprender y dominar el idioma en poco tiempo. Además extorsiona a Víctor amenazándole con asesinar a su familia, sólo para que escuche su historia funesta. El monstruo tampoco es lento y torpe, sino todo lo contrario: posee una agilidad sobrehumana. El hecho aparentemente banal de que carezca de nombre, es una señal del intenso recelo que su hacedor tiene hacia él, porque ni siquiera se ha tomado la molestia anodina de bautizarle. Todo ese desprecio hará que el monstruo tenga que valerse por sí mismo, refugiándose de un mundo que lo considera un ser infernal, y volviéndose cada vez más malvado, porque como dice él: «Créeme, Frankenstein: yo era bondadoso. la humanidad y el amor de mi alma iluminaban todo mi ser, pero ¿acaso no estoy ahora solo, miserablemente solo? Si tú, que eres mi creador, reniegas de mí, ¿qué me cabe esperar de tus semejantes, que nada me deben?».

Como el monstruo es consciente de su
 fealdad, intenta esquivar a los humanos
amparándose en bosques, cuevas...
La trama comienza con una elipsis temporal en la que se presenta a los dos personajes principales: Víctor Frankenstein y su criatura; cuando el primero persigue al segundo en un entorno helado, hasta desfallecer y terminar en un fragmento de hielo que viaja a la deriva por el mar. Después es rescatado por un barco, y en él, Frankenstein cuenta su historia; explicará cómo la criatura se pone en contacto con él para decirle todo lo que le había pasado desde que huyó de su rechazo. El clásico relato dentro de un relato. Terror romántico decimonónico henchido de un vocabulario rico y diálogos grandilocuentes. Frakenstein es una novela original que esquiva los tópicos más manidos de la época: casas encantadas, barcos fantasmas...; y eleva al género obsequiándole con un libro que puede dar lugar a diversas interpretaciones. En nuestros días se sigue leyendo fervorosamente y llevándose al cine con más o menos acierto. Guardo buenos recuerdos de la versión que realizó Khenneth Branagh, aunque no concibo por qué se escogió a Robert De Niro para ese papel.

viernes, 14 de octubre de 2011

Ciclo de aventuras oníricas de Randolph Carter

En esta edición se le ha dado a la
llave un baño en oro. Queda mucho
 mejor así, dónde va a parar
Lovecraft no acostumbraba a utilizar los mismos personajes en diferentes historias, pero con Carter hizo una excepción, porque le dedicó varias: La declaración de Randolph Carter, La llave de plata, A través de las puertas de la llave de plata y En busca de la ciudad del sol naciente. Tres relatos y una novela corta que están bajo la influencia de Dunsany, un tipo que escribía, entre otras cosas, sobre una elfa que renuncia a su inmortalidad por el amor de un hombre en La hija del rey del país de los elfos (1924). Lovecraft crea una especie de mundo fantástico emplazado en un plano onírico, al cual se ha de llegar por medio de una extraña llave de plata marcada con arabescos aparentemente indescifrables. Ésta es encontrada por Carter, un hombre que considera banal a su sociedad y añora la belleza de los casi olvidados sueños de su infancia. ¿Qué es la realidad comparada con el esplendor de los maravillosos lugares que visitó antaño mientras dormía? Durante un tiempo, Carter intentará buscar sucedáneos que le aparten del tormento que le hace languidecer; pero los dejará a un lado, porque usará la llave de plata para ir a otras dimensiones.

Carter contemplando el descenso de
Warren a las tinieblas
Al principio, en La declaración de Randolph Carter,  Lovecraft narra cómo Carter se ve envuelto en la desaparición de Harley Warren, cuando éste se interna en las profundidades de una cripta que se halla en un cementerio añoso. Debido, tal vez, a que el autor era solitario, muchos de los diálogos que escribió están faltos de naturalidad; de qué pie cojea Lovecraft no es un secreto; es trabajo del lector pasar por alto ese detalle para poder deleitarse con sus obras. Sin embargo, en La declaración los diálogos cumplen bien su cometido a pesar de lo dicho. No en vano las últimas palabras del relato son una frase muy conocida dicha por un ente sobrenatural. Las descripciones, por otro lado, son su punto fuerte siempre y cuando los adjetivos poco comunes no sean una molestia; es decir, depende del lector. Además su número es elevado: «Vagamente, puedo decir que su voz era profunda, hueca, gelatinosa, lejana, ultraterrena, inhumana, espectral».  

Esta llave sí que parece salida de un relato
lovecraftiano. Mucho mejor que la anterior
El estilo es atávico, pero es parte del encanto de Lovecraft, si no hubiese adverbios terminados en mente por doquier..., no sería él. Es común que uno de los motivos de crítica más usuales que se hace a los escritores, sea cuando no son capaces de describir algo; pero cuando se trata de Lovecraft, un ser inefable..., es realmente un ser inefable debido a su amorfidad, y describir ciertas cosas podría romper la magia del miedo a lo desconocido. En La llave de plata comienza la parte más cautivadora, que llegará a su cénit en A través de las puertas. De la desaparición misteriosa de Carter, a su entrada apoteósica en los límites de la realidad. Donde atravesará las puertas necesarias para obtener conocimientos que muy pocos humanos han logrado conseguir. El tiempo y el espacio dejarán de ser enigmas más allá de su razón, y podrá viajar a través de ellos, explorando así la belleza de los lugares que había vislumbrado en su niñez. Los tres relatos atemporales que preceden a la novela tienen por sí solos una fuerza capaz de explicar por qué Lovecraft es recordado aún hoy; mas falta la parte larga de estas aventuras.

Portada foránea con el título
original
En busca de la ciudad del sol naciente es una combinación de terror lovecraftiano y la fantasía dunsaniana que ya se podía entrever en La llave de plata. Narra la búsqueda que emprende Carter para encontrar la ciudad perdida de sus sueños. El derroche de imaginación es impresionante, mientras que el ritmo es rápido, porque el protagonista cambia de escenario cada pocas páginas: bosques encantados, palacios, barcos, montañas... todo está muy bien descrito, con sus atmósferas y criaturas endémicas. Queda patente la afición que Lovecraft tenía por los gatos, ya que juegan un papel determinante en la historia; la cual es difícil de resumir debido a la inmensa cantidad de detalles que posee. A pesar de que el Carter de esta novela es un viajero experimentado del mundo onírico, se las tendrá que ver con varios peligros de los que escapará por los pelos, porque lo que quiere no es del agrado de los dioses. Es posible conseguir el libro suelto, pero es aconsejable leer antes los tres relatos anteriores. Aunque quizá no sea lo mejor que Lovecraft escribió, En busca de la ciudad del sol naciente es lo que más me ha gustado de él.

Un titánico gugo enfrentándose a los
lívidos; dos enemigos guerreando entre sí
para regocijo del protagonista
La variedad de situaciones es tal, que puede abrumar al lector poco habituado a este tipo de historias; pero el camino que se recorre junto a Carter es memorable, porque logra compendiar la esencia del género fantástico, al tiempo que lo adereza con pinceladas de su propia mitología. Carter es un héroe que no cuenta con espadas y armaduras que le permitan salir airoso de los combates, a cambio usa su intelecto, relacionándose así con aquellos que puedan serle útiles; pues conoce las distintas lenguas de esas razas. Eso le da cierta originalidad análoga a El nombre del viento, título que si bien no ofrece muchas novedades al género, sí que lo evoluciona hasta cierto punto, acercándolo a más edades. En busca de la ciudad del sol naciente está narrado en tercera persona, los pocos diálogos están descritos, es decir, integrados en el texto sin usar guiones —mejor—, y la prosa es la característica del autor, aunque como ya mencioné, la trama se desarrolla rápidamente. Aun junto a los relatos el número de páginas no es grande, por lo tanto, una edición de bolsillo que recopile todo sería perfecto.

El estudio de Warren

lunes, 10 de octubre de 2011

jueves, 6 de octubre de 2011

Watson recomienda tres películas de terror

 En la boca del miedo

Buen afiche, aunque es un poco
convencional; quizá fuese una de
las razones por las que la película
pasó desapercibida en los cines
A pesar de que Carpenter sólo dispuso de catorce millones para esta película, consiguió crear un producto que mereció la pena. Demostrándose así una vez más que el dinero no es lo más importante cuando se gesta un filme. Sin embargo, fue un fracaso en el cine; desconozco el porqué, tal vez salió en la época equivocada. El argumento es llamativo: Sutter Kane es un escritor que, tras alcanzar un éxito sin precedentes, desaparece sin dejar rastro, y una editorial contrata al investigador John Trent para buscarle; pero éste sospecha que todo es un montaje publicitario. Mientras tanto, algunos fans del escritor se vuelven inexplicablemente violentos. La película cuenta con unos pocos homenajes a Lovecraft, de hecho, ésta es una de las ínfimas ocasiones en las que el celuloide logra encumbrar el nombre del famoso escritor de Providence. De entre todas las escenas que Carpenter ofrece En la boca del miedo, una de las más impactantes es cuando se muestra esa iglesia que transmite la sensación de no formar parte de nuestra realidad. Resulta desconcertante la eficacia que han tenido para administrar el bajo presupuesto, porque la película cumple en todos los aspectos, incluso en la banda sonora.


Phantasm

Este afiche es genial, parece que el
hombre alto va a salir de la imagen e
ir a buscarte
Cuando a finales de los setenta el cine de terror empezaba a revenirse, Phantasm apareció en escena, dispuesta a limpiar todos los tópicos que se estaban acumulando bajo la alfombra. Si el presupuesto de En la boca del miedo te pareció bajo, debes saber que Phantasm sólo contó con la suma de trescientos mil dólares, y eso no fue un impedimento para que su calidad fuese superior a muchas otras de la época. Además, ésta sí tuvo un éxito considerable en la gran pantalla, porque recaudó mucho más de lo invertido. El mérito de eso, se debe en gran medida a Don Coscarelli, pues él fue quien escribió el guión, la dirigió, fotografió y co-produjo. Está claro que tenía fe en su filme; la recompensa a esa fe no tardaría en llenar sus bolsillos. El original argumento mezcla varios géneros: ciencia ficción, fantasía y terror. Hay tres secuelas: Phantasm II, Phantasm III: Lord of the Dead y Phantasm IV: Oblivion. No son nada del otro mundo, pero pueden atenuar el aburrimiento. Si os atrevéis a verlas tened cuidado con el hombre alto, no es lo que parece.


Trick `r Treat (Truco o trato)

¿Será un filme de culto con el tiempo?
Aunque Truco o trato es mucho más reciente que las dos anteriores, 2007, la atmósfera que destila es muy ochentera. Recomendable para nostálgicos de un cine que ya no se hace salvo excepciones. La trama,  que se desarrolla en la misteriosa noche de halloween, cuenta cuatro historias: un grupo de adolescentes descubre la verdad que se esconde en la leyenda de los niños que murieron en la masacre del autobús escolar; una joven virgen disfrazada de caperucita roja busca a su hombre soñado, pero cuando lo encuentre se llevará una sorpresa; un director de colegio se deja llevar por sus impulsos más sociópatas; y un anciano será acosado por una extraña criatura —la que aparece en la carátula—, debido a que no respetó las reglas de halloween. La primera vez que vi esta película fue en la televisión, pasaba los canales sin encontrar nada —como siempre—, hasta que me topé con una de las escenas finales de Truco o trato; unos segundos bastaron para captar toda mi atención, luego la busqué en internet y pude visionarla al completo. Os aconsejo verla porque es muy divertida.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Mientras escribo

No, esta portada no me gusta y
creo que no hace falta explicar
por qué

Este libro a veces puede resultar difícil de conseguir, porque no es una novela, sino una autobiografía y una guía de escritura; aun así, creo que puede gustarle a cualquier tipo de lector que busque algo diferente a lo habitual. Mientras escribo suele desaparecer rápido de las librerías, debido a que es recomendado en cursos de escritura, y una vez que se descataloga, puede encontrarse por la red a precios astronómicos. Yo no pagaría por él más de lo que cuesta. Es cierto que varios de sus consejos son acertados —cuidado, unos pocos están dirigidos a la escritura en inglés—, pero no es nada que no se pueda encontrar en otros libros de escritura creativa; además, la parte biográfica, donde King habla de sus comienzos, ocupa una generosa parte. Y en el capítulo final narra el aparatoso accidente que casi siega su vida. Creo que el auténtico objetivo del libro es animar a los escritores, reforzando sus deseos creativos. Por supuesto, los fans del autor disfrutarán con las partes biográficas, como, por ejemplo, cuando reconoce que casi no recuerda haber escrito Cujo debido a dos vicios con los que casi se autodestruye: el alcohol y las drogas.

Stephen King es un escritor prolífico,
pero nada comparado con John Creasey,
autor de novelas policíacas, porque
escribió cinco mil novelas bajo distintos
seudónimos. Eso dice King cuando se
compara con él, ¿será verdad?
El libro se divide en cuatro partes: currículum vitae, donde habla de su infancia y los primeros escarceos que tuvo con la escritura; caja de herramientas: ortografía, gramática, vocabulario...; escribir, aquí desvela un «secreto» que es la llave para narrar exitosamente: «lee mucho y escribe mucho»; y, por último, postdata: vivir, capítulo en el que cuenta cómo se salvó por los pelos cuando una camioneta le atropelló, una tragedia que superó en parte gracias a su regreso al mundo de las letras. Lo que más me ha gustado de Mientras escribo son tres consejos con los que coincido, ya que llegué a la misma conclusión por mí mismo. El primero es que se debería escribir por diversión: «Si no te diviertes no sirve de nada. Vale más dedicarse a otra cosa donde sean mayores las reservas de talento». Sin ir más lejos, yo me lo pasé muy bien pergeñando el «tocho», de la entrada anterior, aunque imaginaba que no sería muy leído. El segundo habla sobre los adverbios terminados en «mente» y del riesgo de abusar de ellos. Y el tercero recuerda que cuando hay que escoger entre los diferentes verbos declarativos, «escribir "dijo" es divino». No se trata de usar siempre «dijo» en los diálogos, sino de evitar que el lector vaya al diccionario más de la cuenta.

En esta ilustración me recuerda al
protagonista de Cadena perpetua
Soy consciente de que a King se le considera un escritor mediocre en muchos círculos intelectuales; pero discrepo con ellos, porque ese menosprecio suele venir de una imagen deformada que se tiene de él: un tipo que escribe sin esforzarse y gana millones sólo con su nombre. Pienso que para poder juzgarle adecuadamente hace falta leer Mientras escribo, y conocer todas las tribulaciones que pasó antes de llegar a la cumbre. No hay nepotismos ni trampas, sólo un chico de clase media-baja al que le gustaba escribir desde pequeño e iba acumulando los rechazos que recibía de las revistas, con la ilusión de que algún día una de ellas le publicase uno de sus relatos. A mí lo único que no me gusta de él, es que a pesar de que sabe quitarle paja a la prosa, no hace lo mismo con el tamaño de la historia, la cual en algunas ocasiones se hace un poco larga; sin embargo, las estructuras de sus novelas me entusiasman. Según he podido comprobar en internet, no soy el único que empezó creando algo basándome en la de IT.