miércoles, 30 de enero de 2013

Elementary

Esta imagen me recuerda algo, pero
qué...
Cuando vi por primera vez un anuncio de la serie, pensé que era una broma. No porque ahora John Watson sea Joan Watson —eso me parece bien, podrían haber hecho lo mismo con el detective y así la serie ganaría bastante—, sino porque los actores, a mí parecer, no encajan con los papeles. En ningún momento veo a Holmes y Watson, sólo a Lucy Liu y a un Jonny Lee Miller disfrazado de doctor House. Recordemos que House también está basado en el egregio detective creado por Doyle e inspirado por Poe. 

¿Por qué estos dos personajes de Elementary, especialmente Holmes, no tienen credibilidad? Puede que el concepto esté demasiado visto. La serie tiene el objetivo insolente de sumarse a la moda. No arriesga. Incluso es posible que usen aquello de la «tensión sexual no resuelta» que otros productos televisivos han explotado con éxito. Ahí tenéis a Bones y Castle, por decir dos.

He intentado tragarme la primera temporada, pero fui incapaz de pasar del quinto episodio. Elementary no ofrece nada nuevo: un cliché se sucede tras otro. Se trata, en definitiva, de un Sherlock descafeinado cuyas historias me parecieron casi tan tediosas como la reciente versión de Garci. Tal vez gusten a los que no han tenido mucho contacto con el género; el resto tendrá que conformarse con seguir esperando mejores propuestas.

Es una lástima que haya tanto conformismo con la enorme cantidad de posibilidades que existen. ¿No sería interesante, verbigracia, meter a Holmes en el universo lovecraftiano? Si esa idea funcionó en Sombras sobre Baker Street y en The Awakened, ¿por qué no en una serie? Seguro que al menos divertiría, que ya es algo. 

¡Ah! ¡Sí!, a esto me recordaba

domingo, 20 de enero de 2013

El retrato de Dorian Gray

Plutón Ediciones tiene muy buenos
precios
Única novela conocida de Oscar Wilde. Hay quien considera que ha escrito una más, El fantasma de Canterville, pero se trata de un relato largo. Tal vez en otra época hubiese podido aumentar su obra, porque ser acusado de sodomía era bastante grave en la que le tocó vivir.

Dorian es un joven de aspecto encantador corrompido por una amistad perniciosa. A veces se hacen comparaciones con Fausto, donde el amigo cínico —cuya visión de la vida resulta, como poco, inquietante— es un perfecto Mefistófeles. No es para menos, pues logra obsesionar a Dorian con su belleza hasta hacerle desear aquello que será su ruina: «¡Qué triste! Me volveré viejo, horrible, espantoso. [...] ¡Si ocurriese lo contrario, si fuera yo siempre joven y este retrato envejeciese! ¡Por eso, por eso lo daría todo! ¡Sí, no hay nada en el mundo que no daría yo! ¡Por ello daría hasta mi alma!».

Cubierta de un cómic. Pobre Dorian, no
sabe lo que le espera
El resto es fácil de imaginar: la juventud de Dorian resiste el paso del tiempo mientras el cuadro se va volviendo cada vez más horrible, ya que no se conforma con enseñar los estragos de la vejez..., también refleja las malas acciones.

Casi todas mis reseñas están dirigidas, principalmente, a los que no han leído el libro, por lo tanto, debo advertir que no se trata de una historia tan fantástica o terrorífica como la venden, aunque haya en ella pequeñas dosis de ambas cosas. Seguro que en aquellos lejanos días algunas escenas causaron pavor, pero hoy han perdido parte de ese efecto, lo cual no significa que El retrato de Dorian Gray suspendiese la implacable prueba del tiempo. Cuando comienza su lectura, el lector quiere saber cómo quedará el cuadro, porque sus desmejoras son una evolución cautivadora que sólo aparece en los instantes más álgidos. Este gancho narrativo es tan eficaz que varios autores actuales lo han usado con éxito —Stephen King, por ejemplo, en El perro de la Polaroid—.

Ilustración que destapa la verdadera
personalidad de Dorian
Además de usar el misterio para atrapar, Wilde recurre a la ingeniosidad que lo caracteriza y dota a la prosa de llamativos aforismos. Un escritor no tiene por qué poseer el don de la oratoria, pero tengo la impresión de que Wilde fue un maestro en ese campo; debatir con él sería un desafío para cualquiera. Aprovecho para explicar una curiosidad: la cita «Todo arte es completamente inútil», que forma parte del prefacio, está sacada de contexto, porque justo antes de eso escribió: «Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente». El matiz de la célebre cita cambia un poco, ¿a que sí?

De la novela me queda por decir que, a pesar de no haber envejecido favorablemente, sigue siendo una obra maestra que nadie debería perderse. Puede que haya algún momento que no os termine de gustar, empero, contiene una enorme riqueza que lo compensará.

sábado, 12 de enero de 2013

El ataque de los virus asesinos


Me hallaba buscando imágenes para escribir una reseña de Patrician 3 —un buen juego, en mi opinión—, cuando el antivirus lanzó la señal de alarma: «¡Troyano!, ¡cuidado!, ¡página contaminada!». Yo ignoré el aviso porque no era la primera vez que ocurría y nunca iba más allá de eso: bastaba con irse a otra página.

Pero...

Pero...

Unos minutos después, mientras corregía un texto, se armó la gorda. Vaya si se armó. Un candado apareció de improviso en el escritorio, el antivirus empezó a gañir sin parar y todas las ventanas se bloquearon. Después se abrió uno de esos «antivirus» que escanean el ordenador detectando un montón de problemas; su emblema era, por supuesto, el candado.

¿En serio se piensan que me lo voy a creer?
Como estaban todas las ventanas bloqueadas, mi primera reacción fue abrir el administrador de tareas... Imposible, también bloqueado. Ahí ya el nerviosismo me hizo un poco de mella. Si todo es inaccesible, ¿cómo me libro de esa porquería? Reinicié el ordenador, pensando en qué le diría al amigo informático, que sabe mucho. Lo hice para ver si podía abrir el administrador de tareas antes de que se activase el maldito programa; y sí, de esa manera logré desactivarlo y borrarlo de mi sistema. Luego usé el genial Malwarebytes —os recomiendo ese programa, podéis obtenerlo en InfoSpyware— para que se comiese con patatas fritas los troyanos que se colaron.

Qué mal rato he pasado. Propongo restablecer el castigo de la picota y castigar con ella a los que hacen troyanos. Los tomates gratuitos no deben faltar, claro.

En cuanto a la entrada de Patrician... se me quitaron las ganas de hacerla.