lunes, 28 de octubre de 2013

Candyman, el dominio de la mente

Dirán que he derramado sangre inocente; ¿para qué es la sangre sino para derramarla?

El mito se hace real, tangible, y
necesita ser recordado para seguir vivo
Por algún motivo que desconozco, el nombre de Clive Barker siempre me hace imaginar un montón de cuchillas dando vueltas en medio de la oscuridad, movidas mediante una maquinaria infernal. No me preguntéis por qué. Quizá esa idea sea un vago resumen de su estilo, o la reminiscencia de una escena concreta. En Candyman, más que cuchillas afiladas —que las hay—, habrá garfios, porque el garfio es lo que caracteriza al villano de este filme. 

Candyman es una leyenda urbana, un ente que se manifiesta cuando alguien se atreve a pronunciar su nombre cinco veces. No desvelaré aquí la trágica historia de ese personaje, porque su revelación es un instante especial del filme; basta decir que está cargada de odio, crueldad y esperanzas frustradas. Sería emocionante presenciar un encuentro entre este tipo y Freddy Krueger, el asesino onírico.
No se puede huir de Candyman

La protagonista, Helen Lyle, se interesa por un asesinato que, según los «supersticiosos», ha sido perpetrado por Candyman. Más tarde comienza a investigar, a curiosear en un sórdido gueto negro donde aún se le tiene miedo al hombre del garfio. Qué interesante, esa urbe sombría cubierta de pintadas, qué melancólica. Helen se siente fascinada por ella, y se adentra en su interior para buscar datos sobre la leyenda, sacando fotos, yendo a lugares prohibidos. ¿Estás ahí, Candyman? ¿Existes de verdad?

Cuando Helen se percata de que ha ido demasiado lejos, es tarde: consigue atraer la atención de aquél al que buscaba con escepticismo. Toda su vida, su lucha, se vuelve evanescente; sólo queda resistir hasta el final.

Escena premonitoria: Helen devorada por
la leyenda que investiga
Los dos actores principales, Virginia Madsen y Tony Todd, hacen una interpretación fabulosa. De Tony he de decir que es uno de mis actores favoritos, aún recuerdo su papel en un episodio de Andrómeda; si la memoria no me engaña, era el capitán de una nave arcaica. De capitanes y sueños inalcanzables habrá una entrada en el futuro.

Se dice que esta película está sobrevalorada, pero no lo creo, porque nadie, que yo sepa, la pone al nivel de una obra maestra. Su calidad tiene altibajos, momentos sublimes y detestables. Hay que restarle importancia a las partes flojas para meterse más en la trama, solazarse con ella. Es, simplemente, un buen filme. Que guste más o menos, depende de cada uno. Y recordad: no digáis su nombre cinco veces, que nunca se sabe...


sábado, 19 de octubre de 2013

Aquí vive el horror

Esta cubierta es efectista, seria y
sencilla; por lo tanto, logra su
objetivo: llamar la atención
Novela funcional que recoge la historia de los Lutz, una familia auténtica que tuvo experiencias paranormales en su casa recién adquirida. En julio del setenta y nueve acudieron a Good Morning America y allí relataron lo sucedido.  

Estoy convencido de que Jay Anson, como buen escritor, añadió algunos ingredientes de su propia cosecha para incrementar la emoción; no obstante, afirmaron que se trataba de una historia verídica. Esa jugada les salió bien, porque la obra fue un éxito en ventas y, por si fuese poco, le gustó al público; es raro encontrar a alguien al que le haya aburrido. Más tarde se descubrió que todo había sido una falacia: ninguno de los nuevos propietarios de la vivienda sufrió ataques sobrenaturales. Como veis, no hizo falta recurrir a Tristanbraker ni nada parecido; aunque hubiese sido gracioso verlo combatir a las fuerzas demoníacas de Amityville.

Ese rabo... Con lo bien que íbamos...
Terminados los preámbulos, vayamos al grano: esta novela es mediocre. Sí, lo es, lo es porque podría titularse Aquí viven los tópicos, o porque tiene incongruencias demasiado evidentes —¿por qué George lleva el perro al sótano si al pobre animal le aterra estar ahí?—. Sólo el buen hacer de Jay Anson salva este título, pues su técnica mejora una trama que de haber sido escrita por otro, quizá no hubiese llegado a ningún sitio. Como Jay sabe aplicar las elipsis perfectamente, la lectura es ligera y amena. Unas doscientas páginas que pueden devorarse en un día. Por ese motivo dije lo de «novela funcional», ya que es fast food, prosa de usar y tirar. Cuidado: no es fácil escribir así, quitando todas las rebabas.

Aquí vive el horror es como esas películas de miedo que divierten aun siendo malas, y por eso sus defectos son perdonables. ¿Que en El ejército de las tinieblas las colchonetas son visibles cuando cae el protagonista? Pues sí, pero déjame ver cómo sigue, que lo estoy pasando pipa. Tal vez me pasé usando El ejército de ejemplo, porque lo único que tiene de malo es el poco presupuesto.

¿Descripción verídica de un hecho
real? Aun sin serlo, huele a
pleonasmo. El caso es dejar clara la
realidad del asunto

Desde luego, se han escrito mejores relatos sobre casas encantadas, y esta historia de Amityville no ofrece nada novedoso salvo aquello de que era verídico, lo cual le daba cierto encanto, contribuía a hacer más pavoroso el suceso. (Yo no lo hubiese creído; soy un escéptico). A estas alturas los clichés son más difíciles de perdonar. 

Si he traído esta obra al blog, ha sido, principalmente, porque creo que aún funciona. No sólo los aficionados a las casas endemoniadas pueden entretenerse con ella; es interesante, para cualquiera que la lea, descubrir hasta dónde son capaces de aguantar los personajes antes de irse. Seguro que si esa situación espantosa hubiese sido real, no habrían estado en la casa más de un día; esta absurdidad también se aprecia en las películas que se asemejan a la novela. Hablando de películas, el cine ha hecho un montón de filmes basados en Aquí vive el horror, desde el setenta y nueve hasta este año.

jueves, 10 de octubre de 2013

El cuadro misterioso


Me gustan los cuadros que esconden algo, porque eso les da una pátina de misterio. (No, no soy Iker Jiménez). Éste tiene una curiosa forma anamórfica que es...

Dejo la solución en los comentarios. ¡A ver si puedes adivinar de qué se trata!

domingo, 6 de octubre de 2013

Los cipreses creen en Dios

«Una de las dos Españas ha de
helarte el corazón»
Se mire por donde se mire, esta novela es inmensa: enorme número de páginas, de personajes, de situaciones. Y sólo es la primera de una trilogía. Esto puede asustar un poco, porque empezarla es meterse en un jardín del que, aun leyendo rápido, se tarda bastante en salir. Yo, para no indigestionarme, hice pequeños descansos en los que me puse a leer otras novelas más cortas. No sé si ese método le servirá a otros; a mí sí.

El que me recomendó Los cipreses lo hizo con mucho entusiasmo. Comprendo que un libro pueda desatar esos arrebatos, pero cada lector es un mundo, y mi mundo, cuando me puse con esta obra, colapsó. No es el tipo de lecturas que me hagan levitar y soltar rayos de fotones por los ojos mientras me domina un paroxismo de alborozo. (La última vez que ocurrió eso, me deportaron). Con todo, intentaré ser objetivo y exponer lo que se puede encontrar en las muchas páginas de este título.

La cubierta es buena. También podría
servir para una novela negra
Gironella nos coloca junto a los Alvear, una familia gerundense de clase media que pugna por sobrevivir en los feroces años treinta. A través de ellos, que son la columna maestra de Los cipreses, iremos conociendo a los distintos representantes —arquetipos— de cada ideología: comunistas, anarquistas, falangistas... La lista es larga, tanto como las discrepancias ideológicas que azotan el día a día. Se respira un recelo insalubre en el ambiente, preludio del horror. Parece imposible no formar parte de uno u otro bando, del escenario que va creándose a medida que las publicaciones tendenciosas y los ataques violentos merman la confianza. Hermano contra hermano; padre contra hijo. Hay que acabar con el enemigo esté donde esté, imponer nuestro sistema. O estás conmigo, o contra mí. Tú eliges.

En Los cipreses muchos lanzan sus opiniones como si fuesen ladrillos, esperando así quebrar la cabeza del rival y no tener que oír réplica alguna. Esto, que es algo propio del fanatismo, podéis verlo en las tertulias de hoy. No se trata de llegar a la verdad, sino de usar sofismas que aplasten al enemigo, y, en algunos casos, hacer proselitismo. 

Edición de Mordor Planeta. Las
cubiertas anteriores encajan mejor
con el libro, en mi opinión. Sobre
todo la primera
He leído muy pocas novelas que traten este tema; debido a eso, desconozco si sigue siendo una oferta atractiva. La trama es interesante y engancha, pero el ritmo va al paso de un caracol enfermo. Si bien los sucesos importantes van in crescendo, las casi mil páginas no dejan de notarse. Para que esta lectura sea liviana, entretenida, es necesario sentir una atracción por el argumento. Se la recomiendo a los que les guste eso de la añosa guerra ideológica.

Estas injusticias del pasado sirven, entre otras cosas, para recordar que la humanidad todavía está en pañales: neonazis —neoimbéciles— dándole una paliza a un mendigo; políticos corruptos sonriendo, cuando se muestran en público, como el gato de Cheshire; hombres y mujeres que se suicidan porque se les pone entre la espada y la pared. Y, mientras tanto, todo sigue como si tal cosa. ¿Qué más da? Lo que tenemos es un reflejo de nosotros mismos; lo bueno y lo malo. Creo que si aún no he perdido la cordura, si aún no he comprado un rifle de francotirador, es por el arte, el arte en general —sí, el cine también—. Debe haber esperanza para una raza que es capaz de crear esas historias, imágenes, música, esculturas. Debe haberla.

Me disculpo por la visceralidad del párrafo precedente. Después de esto, comenzaré con el mes del terror, que ya toca. ¡Oh!, y lo del rifle es en sentido figurado; no vuelvan a deportarme.