«Una de las dos Españas ha de helarte el corazón» |
Se mire por donde se mire, esta novela es inmensa: enorme número de páginas, de personajes, de situaciones. Y sólo es la primera de una trilogía. Esto puede asustar un poco, porque empezarla es meterse en un jardín del que, aun leyendo rápido, se tarda bastante en salir. Yo, para no indigestionarme, hice pequeños descansos en los que me puse a leer otras novelas más cortas. No sé si ese método le servirá a otros; a mí sí.
El que me recomendó Los cipreses lo hizo con mucho entusiasmo. Comprendo que un libro pueda desatar esos arrebatos, pero cada lector es un mundo, y mi mundo, cuando me puse con esta obra, colapsó. No es el tipo de lecturas que me hagan levitar y soltar rayos de fotones por los ojos mientras me domina un paroxismo de alborozo. (La última vez que ocurrió eso, me deportaron). Con todo, intentaré ser objetivo y exponer lo que se puede encontrar en las muchas páginas de este título.
Gironella nos coloca junto a los Alvear, una familia gerundense de clase media que pugna por sobrevivir en los feroces años treinta. A través de ellos, que son la columna maestra de Los cipreses, iremos conociendo a los distintos representantes —arquetipos— de cada ideología: comunistas, anarquistas, falangistas... La lista es larga, tanto como las discrepancias ideológicas que azotan el día a día. Se respira un recelo insalubre en el ambiente, preludio del horror. Parece imposible no formar parte de uno u otro bando, del escenario que va creándose a medida que las publicaciones tendenciosas y los ataques violentos merman la confianza. Hermano contra hermano; padre contra hijo. Hay que acabar con el enemigo esté donde esté, imponer nuestro sistema. O estás conmigo, o contra mí. Tú eliges.
En Los cipreses muchos lanzan sus opiniones como si fuesen ladrillos, esperando así quebrar la cabeza del rival y no tener que oír réplica alguna. Esto, que es algo propio del fanatismo, podéis verlo en las tertulias de hoy. No se trata de llegar a la verdad, sino de usar sofismas que aplasten al enemigo, y, en algunos casos, hacer proselitismo.
He leído muy pocas novelas que traten este tema; debido a eso, desconozco si sigue siendo una oferta atractiva. La trama es interesante y engancha, pero el ritmo va al paso de un caracol enfermo. Si bien los sucesos importantes van in crescendo, las casi mil páginas no dejan de notarse. Para que esta lectura sea liviana, entretenida, es necesario sentir una atracción por el argumento. Se la recomiendo a los que les guste eso de la añosa guerra ideológica.
Estas injusticias del pasado sirven, entre otras cosas, para recordar que la humanidad todavía está en pañales: neonazis —neoimbéciles— dándole una paliza a un mendigo; políticos corruptos sonriendo, cuando se muestran en público, como el gato de Cheshire; hombres y mujeres que se suicidan porque se les pone entre la espada y la pared. Y, mientras tanto, todo sigue como si tal cosa. ¿Qué más da? Lo que tenemos es un reflejo de nosotros mismos; lo bueno y lo malo. Creo que si aún no he perdido la cordura, si aún no he comprado un rifle de francotirador, es por el arte, el arte en general —sí, el cine también—. Debe haber esperanza para una raza que es capaz de crear esas historias, imágenes, música, esculturas. Debe haberla.
Me disculpo por la visceralidad del párrafo precedente. Después de esto, comenzaré con el mes del terror, que ya toca. ¡Oh!, y lo del rifle es en sentido figurado; no vuelvan a deportarme.
El que me recomendó Los cipreses lo hizo con mucho entusiasmo. Comprendo que un libro pueda desatar esos arrebatos, pero cada lector es un mundo, y mi mundo, cuando me puse con esta obra, colapsó. No es el tipo de lecturas que me hagan levitar y soltar rayos de fotones por los ojos mientras me domina un paroxismo de alborozo. (La última vez que ocurrió eso, me deportaron). Con todo, intentaré ser objetivo y exponer lo que se puede encontrar en las muchas páginas de este título.
La cubierta es buena. También podría servir para una novela negra |
En Los cipreses muchos lanzan sus opiniones como si fuesen ladrillos, esperando así quebrar la cabeza del rival y no tener que oír réplica alguna. Esto, que es algo propio del fanatismo, podéis verlo en las tertulias de hoy. No se trata de llegar a la verdad, sino de usar sofismas que aplasten al enemigo, y, en algunos casos, hacer proselitismo.
Edición de cubiertas anteriores encajan mejor con el libro, en mi opinión. Sobre todo la primera |
Estas injusticias del pasado sirven, entre otras cosas, para recordar que la humanidad todavía está en pañales: neonazis —neoimbéciles— dándole una paliza a un mendigo; políticos corruptos sonriendo, cuando se muestran en público, como el gato de Cheshire; hombres y mujeres que se suicidan porque se les pone entre la espada y la pared. Y, mientras tanto, todo sigue como si tal cosa. ¿Qué más da? Lo que tenemos es un reflejo de nosotros mismos; lo bueno y lo malo. Creo que si aún no he perdido la cordura, si aún no he comprado un rifle de francotirador, es por el arte, el arte en general —sí, el cine también—. Debe haber esperanza para una raza que es capaz de crear esas historias, imágenes, música, esculturas. Debe haberla.
Me disculpo por la visceralidad del párrafo precedente. Después de esto, comenzaré con el mes del terror, que ya toca. ¡Oh!, y lo del rifle es en sentido figurado; no vuelvan a deportarme.
Jeje, te invoqué con la alusión a "Alicia en el país de las maravillas".
ResponderEliminar:-D
Novela de los años de la pre-guerra civil.... mala espina me da... Estoy cansado de ellas... Pero no sé miraré más opiniones en la red... a ver que tal..
ResponderEliminarEs buena, pero imagino que ahora habrá mejores. Antes de leerla, a mí también me dio mala espina; después, me la sigue dando.
EliminarSí, mira otras opiniones. Aconsejo que, sobre todo en este caso, nadie se quede sólo con la mía.