martes, 24 de abril de 2012

Gravedad cero


No tengo problemas con la space opera, porque he visto muchas series y películas de ese género que me resultaron entretenidas. Hay quien defiende la épica espacial con ahínco, enfrentándola a la inocua especulación científica. Yo, por el contrario, creo que sagas como Star Wars se bastan solas para sobrevivir: al ofrecer un mayor espectáculo conectan mejor con su público, en el que me incluyo. Así que prefiero defender al débil, pues frecuentemente me llegan noticias como la que viene a continuación.

Defying Gravity, o Gravedad cero, como la han traducido aquí, es una serie en la que ocho astronautas  deben viajar a través del sistema solar durante seis años. Al principio todo parece normal en la nave Antares, pero los tripulantes pronto son asediados por inquietantes alucinaciones: compañeros fallecidos, llantos de bebé...

Aunque esta serie no destaca por su guión, sabe atraer a un determinado tipo de espectadores, los cuales se han quedado terriblemente decepcionados cuando la cancelaron antes de terminar la primera temporada. Ni siquiera se tomaron la molestia de crear un final prematuro —eso no sería sencillo, hay que reconocerlo—, y el último episodio no concluye nada.

Me enteré de esto de la peor manera posible: enganchándome a ella sin saber cómo acabaría el asunto. Imaginad mi sorpresa al leerlo en internet justo después de ver el «final». No es la primera vez que algo de estas características fracasa, ya que lo que ofrece gusta a un grupo minoritario. Si además añadimos que la trama está carcomida por un montón de dilatadas escenas retrospectivas; escenas que interrumpen la parte más aventurera, el desastre es inminente. Sin embargo, servían para profundizar en la historia de cada tripulante de la nave.

Os aconsejo que no la veáis, porque es frustrante que la hayan mutilado en el mejor momento.

jueves, 19 de abril de 2012

El poeta y la musa


Hacía tiempo que no dejaba por aquí una canción. Mis gustos musicales son bastante raros, pero creo que será de vuestro agrado.

Una parte de la banda sonora que se escucha en Alan Wake —un juego con una historia sobresaliente—, es de un grupo ficticio llamado Old Gods Of Asgard. El grupo existe realmente y se llama Poets of the Fall. La canción que da título a esta entrada es la que más me gusta, y la letra encaja muy bien con la trama.

«Porque se dice que en las noches sin luna ellos siguen deambulando por este lugar».



sábado, 14 de abril de 2012

La casa de los espíritus

Sí, tiene el pelo verde; y sí, sale
en la novela. Cosas del género
He visto bastantes comentarios negativos sobre esta novela antes de emprender su lectura. Uno de ellos lo dijo Bolaño, que menoscabó a Isabel llamándola «escribidora»; es decir, una mala escritora. Eso me condicionó un poco al principio, pero según fui avanzando en la trama de La casa de los espíritus los prejuicios fueron derrumbándose. Es cierto que bebe mucho de García Márquez, y que la prosa flaquea de vez en cuando; sin embargo, una novela es mucho más que eso: se trata de un conjunto de elementos distintos que forman un todo, como las películas, y aunque un par de ellos no funcionen, siempre existe la posibilidad de que alguno sobresalga y salve el acabado final. De este libro voy a destacar el buen uso de los adjetivos, los saltos de escena y la capacidad de intrigar. La última característica explica, en parte, por qué Allende goza de tanto éxito, pues no es sencillo crear un texto capaz de atrapar al lector hasta el final, de incitarlo para que no pueda dejar de consumir una línea tras otra.

Cubierta foránea. Muy adecuada,
desde mi punto de vista
Los párrafos son largos y los diálogos escasos; se trata de un estilo contrario a las afamadas «nivolas» de Unamuno. A veces cambia de la tercera persona a la primera, desvirtuando la hegemonía del narrador omnisciente; esto ocurre tan pocas veces que podría habérselo ahorrado, según mi opinión. El uso de los signos ortográficos es mejorable, tanto como la gramática —al menos en la edición que tengo—; pero ésas no son razones suficientes para afirmar que una obra es mediocre: aún queda la historia, que es donde se halla la belleza de La casa de los espíritus. Está correctamente hilada, porque los diferentes conceptos se entrelazan con agudeza; mérito que sería parco si no fuese por el elevado nivel de detalle que atesora cada página. Además la autora no se olvida de introducir acontecimientos que versan sobre diferentes temas de interés común: pobreza, familia, política... Resulta curioso que fuese escrito en una cocina con la ayuda de una sencilla máquina portátil.

Foto de la autora. Aquí tiene un aspecto
que se aleja de lo habitual en ella
La novela ha de ser encuadrada dentro del realismo mágico, pues la realidad y la fantasía van cogidas de la mano; lo ordinario se salpica de pequeñas quimeras. Como la telequinesis de Clara, o un singular perro llamado Barrabás. Es un género más complejo de lo que parece, porque para que funcione necesita una atmósfera concreta donde se intuya lo sobrenatural incluso en lo cotidiano. Cualquiera puede corregir los errores anteriormente mencionados, pero escribir algo parecido a La casa de los espíritus no está al alcance de todos. Por lo tanto discrepo con los críticos que intentan echarle tierra encima para que sea olvidada. Eso sólo lo decidirá, amigos, uno de los mejores jueces literarios: el tiempo. Ésta ha sido la única novela que he leído de Allende por el momento, así que desconozco cómo serán las demás. Ya veremos.

viernes, 6 de abril de 2012

El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco

El libro editado por Anagrama
no es difícil de encontrar, es más
habitual verlo con las tapas rojas
«Escribir te puede atrapar. Algunos escritores tienden a escribir lo que ha complacido a sus lectores en el pasado. Entonces están acabados. La vida creativa de la mayoría de los escritores es corta. Oyen los aplausos y se los creen. Sólo existe un juez definitivo de la propia escritura, y es el escritor. Cuando se deja llevar por los críticos, los directores editoriales, los editores, los lectores, está acabado. Y, por supuesto, cuando se deja llevar por su fama y su fortuna, lo puedes tirar al río con la demás mierda».  Esos destellos de brillantez que agitan las aguas del mundillo literario son una buena excusa para adquirir el libro: a unos les causarán alborozo; a otros rabia, depende de cuál sea la musa escogida. El texto salió a la luz gracias a John Martin, editor y amigo de Bukowski durante más de veinte años. Es un diario sobre los últimos meses de vida del autor. Por lo general el día a día de un escritor no suele ser muy emocionante, pero Bukowski es una excepción. Basta decir que fue él quien inspiró la serie Californication.

Hay varias ilustraciones que
amenizan las letras ásperas
propias de Bukowski
Muchas frases huelen a nihilismo, como si a esas alturas sólo viviese para matar el tiempo y escribir; para beberse las horas mientras espera el momento fatídico, ése en el que la página en blanco lo aplaste sin poder concluir ni una línea. «No hay más remedio que darnos a nosotros mismos por perdidos: cualquier movimiento conduce a un jaque mate». El estilo es directo porque deja las florituras a un lado y va al grano sin miedo a ser prosaico; algo que, dependiendo del lector, tal vez resulte desagradable. A mí no me molesta, al contrario; pero hay que evitar caer en el error de imitarle: ya hubo un Bukowski. ¿Y cómo es su vida diaria? Alcohol, apuestas, amenazas... Todo un ejemplo a seguir. No tuvo una existencia fácil, y se percibe un resentimiento en lo que hace. Desde mi punto de vista está en su derecho, quizá la escritura le sirviese para mitigar el dolor acumulado desde la infancia.

¿Alimentaría el escritor su fama
de bebedor compulsivo?
Tras leer el diario he de admitir que me hizo cambiar de opinión en un asunto: las máquinas de escribir. Sólo necesitaba que alguien me dijese, una por una, todas las razones por las que un ordenador es más conveniente; yo ya las sabía, pero la visión romántica de la máquina ensombrecía mi raciocinio. Es interesante cómo entrelaza reflexiones cotidianas, vulgares, con pensamientos trascendentes expresados también desde la sencillez. Algunos de ellos, los que versan sobre la muerte, dan la sensación de que Bukowski intuía su fin, el cual se produjo un poco después allá por mediados de los noventa. El libro no está mal, ya que posee situaciones cómicas cargadas de realismo e ideas llamativas; sin embargo, no es muy prolijo en páginas, así que puede terminarse antes de lo esperado. Aun teniendo eso último en cuenta es digno de ser leído.

—¡Pero si es Bukowski!, he leído todas tus novelas, tío.
—No me jodas...