lunes, 18 de agosto de 2014

Crypt of the NecroDancer


¿Recuerdas aquel episodio de Buffy donde un demonio hacía que todos danzasen? Pues esto es parecido: sustituye al demonio por un nigromante al que le va la marcha, uno que llene sus mazmorras de ambiente musical, e introdúcelo en un roguelike. Esqueletos bailongos, minotauros con liras en la cornamenta, monos saltarines... todos intentarán destruirte mientras tú, aventurero, estarás obligado a seguir el ritmo de la banda sonora.

He de admitir que la idea, aun siendo original, no me convencía; pero bastó una partida para hacerme cambiar de opinión. ¿Un rogue con buena música? ¿Con música? Este tipo de juegos, en general, no tiene ni gráficos: el protagonista es una sencilla y humilde arroba. Crypt of the NecroDancer, además, integra el sonido con la trama y el control del personaje, creando una experiencia única. Y sólo hay que usar las cuatro teclas direccionales.

La dificultad del juego no reside en aprenderse interminables listas de comandos y crafteos, sino en destruir enemigos sin perder la concentración. Al carecer de turnos —a menos que se elijan determinados personajes—, no hay mucho tiempo para pensar mientras ese peligrosísimo dragón rojo viene a por ti: o sabes cómo eliminarlo, o muy probablemente vas a convertirte en un montón de ceniza. Ahí es donde reside la parte cuestionable: si no le das espacio de aprendizaje al jugador y lo enfrentas a contrincantes duros, perderá un buen número de veces antes de progresar, lo cual puede ser frustrante; aunque no tanto como los escenarios del estupendo Hotline Miami.

Otro elemento que lo aleja del género es la subida de niveles, porque es inexistente: el personaje evoluciona comprando en las tiendas que aparecen al principio; en ellas pueden adquirirse ítems que aumentan directamente nuestra supervivencia, como los tradicionales corazones extra, o introducen nuevas mejoras que pueden encontrarse durante la partida, como las preciadas armaduras. Todos cuestan diamantes, y éstos no suelen aparecer con asiduidad.

No estamos, por lo tanto, ante un rogue en su estado más puro, lo cual puede conducir a engaño, dar una imagen falsa. Es más sencillo adentrarse en este título que en el áspero NetHack; aun así, la dificultad de ambos es equiparable. Si te desespera morir un gran número de veces, huye de este género, ni te acerques a él. ¿Que quieres probarlo de todas formas? Pues una alternativa interesante podría ser Dungeons of Dredmor, que es más simpático y accesible.

Tomándoselo con humor, escogiendo el camino de la diversión —los juegos son para eso, ¿no?—, Crypt of the NecroDancer funcionará perfectamente. Aún tienen que añadirle bastantes cosas porque está en fase alfa, pero ya ofrece una experiencia muy completa. Su precio, quince euros en steam, me parece casi adecuado, casi. Yo diría que diez euros es lo más justo, igual que Sword of the Stars: the Pit.

lunes, 4 de agosto de 2014

La guerra del fin del mundo

La cubierta foránea se lleva el
primer premio. Qué buena
Leí esta novela a trompicones, y no porque sea mediocre, que no lo es, sino por la sensación que transmite de estar leyendo lo mismo varias veces. Si desnudamos la estructura, es decir, quitamos esas profusas subtramas que la engalanan, queda una situación sencilla y redundante: un pueblo de fanáticos religiosos llamado Canudos que, contra todo pronóstico, derrota a los republicanos una vez, y otra, y otra, y... Y así se logra un desagradable efecto déjà vu, agudizado por las repeticiones de algunas palabras, como «remecer»; gracias, Llosa, por tirarme ese verbo a la cara mil veces, al menos así no se me olvidará nunca.

Como si lo anterior no fuese suficiente, el estilo de esta obra faraónica es pesado, altamente descriptivo, lo cual hace más ardua la lectura. Incluso pueden encontrarse largas cadenas de sustantivos; me encantan esos recursos tan... necesarios. 

Un nuevo mesías se alza entre los
marginados
¿Por qué la he leído hasta el final, entonces? Por varios motivos: la prosa es magnífica, se puede aprender de ella; tiene una interesante dosis de violencia, fruto de enfrentar al fanatismo de la fe contra el fanatismo de la ideología; y deseaba saber cómo terminaba; deseaba saberlo aun teniendo la convicción de que iba a decepcionarme, porque al estar basada en un hecho real, hay límites que no deben ser cruzados. Y no me equivoqué: el último capítulo cumple, es adecuado; pero no me gustó. ¿He escrito «gustar»? Ése es el problema. Por muy maravilloso que sea un libro, no funcionará si el lector no es el adecuado. Sin embargo, aunque esta clase de literatura no me gusta tanto como otras, la novela me parece impresionante. Qué cantidad de personajes bien construidos. Qué imágenes más descarnadas. Qué desarrollo. Qué historia. El conflicto de Canudos pedía a gritos ser novelizado.

Ahí está otra vez, dispuesto a dirigir
su rebaño hacia el paraíso
El escenario que presenta es clásico e interesante: pobreza extrema que lleva a la resignación primero, y a las creencias religiosas después, porque los vivos que no poseen nada y siguen al neoprofeta esperan tener suerte al morir, que haya una justicia divina para todos. Menuda sorpresa se llevan los militares republicanos cuando, debido al desprecio, a subestimar lo que no se debe, son humillados por esas gentes temerosas de Dios.

¿Aguantará Canudos hasta el fin, como hacían aquellos célebres galos? Parece imposible resistir mucho tiempo el envite del ejército, mas la ineptitud de éste reaviva la esperanza de un pueblo que ha aprendido a compartir sus bienes. ¿Quiénes son los «malos» de esta obra? ¿Hay un bando compuesto por «malos»? Quizá sólo son humanos llevados por las circunstancias; humanos que serían diferentes en otro contexto, ya que, a pesar de las diferencias, existen similitudes primarias, naturales e innegables.