La cubierta foránea se lleva el primer premio. Qué buena |
Leí esta novela a trompicones, y no porque sea mediocre, que no lo es, sino por la sensación que transmite de estar leyendo lo mismo varias veces. Si desnudamos la estructura, es decir, quitamos esas profusas subtramas que la engalanan, queda una situación sencilla y redundante: un pueblo de fanáticos religiosos llamado Canudos que, contra todo pronóstico, derrota a los republicanos una vez, y otra, y otra, y... Y así se logra un desagradable efecto déjà vu, agudizado por las repeticiones de algunas palabras, como «remecer»; gracias, Llosa, por tirarme ese verbo a la cara mil veces, al menos así no se me olvidará nunca.
Como si lo anterior no fuese suficiente, el estilo de esta obra faraónica es pesado, altamente descriptivo, lo cual hace más ardua la lectura. Incluso pueden encontrarse largas cadenas de sustantivos; me encantan esos recursos tan... necesarios.
¿Por qué la he leído hasta el final, entonces? Por varios motivos: la prosa es magnífica, se puede aprender de ella; tiene una interesante dosis de violencia, fruto de enfrentar al fanatismo de la fe contra el fanatismo de la ideología; y deseaba saber cómo terminaba; deseaba saberlo aun teniendo la convicción de que iba a decepcionarme, porque al estar basada en un hecho real, hay límites que no deben ser cruzados. Y no me equivoqué: el último capítulo cumple, es adecuado; pero no me gustó. ¿He escrito «gustar»? Ése es el problema. Por muy maravilloso que sea un libro, no funcionará si el lector no es el adecuado. Sin embargo, aunque esta clase de literatura no me gusta tanto como otras, la novela me parece impresionante. Qué cantidad de personajes bien construidos. Qué imágenes más descarnadas. Qué desarrollo. Qué historia. El conflicto de Canudos pedía a gritos ser novelizado.
El escenario que presenta es clásico e interesante: pobreza extrema que lleva a la resignación primero, y a las creencias religiosas después, porque los vivos que no poseen nada y siguen al neoprofeta esperan tener suerte al morir, que haya una justicia divina para todos. Menuda sorpresa se llevan los militares republicanos cuando, debido al desprecio, a subestimar lo que no se debe, son humillados por esas gentes temerosas de Dios.
¿Aguantará Canudos hasta el fin, como hacían aquellos célebres galos? Parece imposible resistir mucho tiempo el envite del ejército, mas la ineptitud de éste reaviva la esperanza de un pueblo que ha aprendido a compartir sus bienes. ¿Quiénes son los «malos» de esta obra? ¿Hay un bando compuesto por «malos»? Quizá sólo son humanos llevados por las circunstancias; humanos que serían diferentes en otro contexto, ya que, a pesar de las diferencias, existen similitudes primarias, naturales e innegables.
Como si lo anterior no fuese suficiente, el estilo de esta obra faraónica es pesado, altamente descriptivo, lo cual hace más ardua la lectura. Incluso pueden encontrarse largas cadenas de sustantivos; me encantan esos recursos tan... necesarios.
Un nuevo mesías se alza entre los marginados |
Ahí está otra vez, dispuesto a dirigir su rebaño hacia el paraíso |
¿Aguantará Canudos hasta el fin, como hacían aquellos célebres galos? Parece imposible resistir mucho tiempo el envite del ejército, mas la ineptitud de éste reaviva la esperanza de un pueblo que ha aprendido a compartir sus bienes. ¿Quiénes son los «malos» de esta obra? ¿Hay un bando compuesto por «malos»? Quizá sólo son humanos llevados por las circunstancias; humanos que serían diferentes en otro contexto, ya que, a pesar de las diferencias, existen similitudes primarias, naturales e innegables.
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