lunes, 12 de diciembre de 2011

Las cartas sobre la mesa


Iba a reseñar otra novela de Sherlock Holmes, pero he visto algo en la red que merece una entrada. Me gustan las novelas de Reverte, concretamente las de Alatriste, y también sus artículos, aunque no esté siempre de acuerdo con ellos —sería raro estar siempre de acuerdo con alguien, ¿no?—; como el tipo me cae simpático, de vez en cuando leo su twitter, donde se puede entrever su lado humano por mucho que diga que se trata de un personaje. A veces una respuesta mordaz revela mucho más de lo que aparenta, y una de ellas captó mi atención, no por ser Reverte el que la escribió, sino porque no es la primera vez que leo algo parecido: «¿Usted no se haría millonario honradamente si pudiera? Pues a eso aspira cualquier escritor. Quien lo niegue, miente».

No opino igual porque eso es meter a todos en el mismo saco: cuando dos hombres realizan una acción similar, sus motivaciones pueden ser diferentes; aunque el dinero sea una meta atrayente que produzca buenas novelas, no es la única que mueve a un escritor. Me niego a pensar que Moorcock, por poner un ejemplo, abandonase los estudios a los quince años para ser un mercenario de las letras. Hay autores de todo tipo, desde los que ya les sobra el dinero antes de empezar a crear, a los que tienen trabajos comunes y escriben cuando les resulta posible; desde los que sueñan con ser ricos, a los que buscan reputación dentro del mundo literario; es decir, grabar su nombre en la historia y continuar viviendo dentro de sus novelas.

Otros sólo lo ven como un mero pasatiempo con el que entretenerse y no aspiran a nada, ni siquiera envían lo que escriben a las editoriales. Son casos raros, pero existen. 

En lo que sí creo que coincide la mayoría es el anhelo por ser leídos. Una novela que no tenga lectores es igual que un filme sin público, o actores esforzándose en un teatro vacío. Por supuesto, no es mi intención menospreciar a los que escriben a cambio de una merecida recompensa; una novela no se escribe sola, son muchas horas, tantas que podría decirse que son pedazos de vida, independientemente de por qué se haga, y la calidad no va a ser superior porque se tenga una u otra intención, en eso entran otros factores. Sin embargo, me disgusta que, como suele decirse, se crea el ladrón que son todos de su condición.Yo tengo la osadía de llamarme a mí mismo escritor porque dedico una parte importante de mi tiempo a construir novelas, y claro que me gustaría ganar dinero con ellas, ¿quién no quiere vivir de su pasión?

A pesar de ello, no busco ser millonario, me bastaría con poder comer y pagar las facturas gracias a las letras, algo que es un sueño casi inalcanzable, sobre todo ahora que la señora crisis es ubicua. Tampoco quiero una fama desmedida, que lo de «misántropo» no es un ornamento, y no me resultaría agradable tener delante una cámara de televisión o dar charlas. Quizá sea un rasgo poco acusado de mi personalidad, pero ahí está. Cada uno es como es, así de simple. Una prueba de ello fue J.D. Salinger, que optó por llevar una vida tranquila aislándose del mundo exterior y pergeñó nuevas historias sin ninguna intención de publicarlas. Para finalizar, voy a pasaros el enlace de un blog que pertenece a una escritora, ella explica mucho mejor todo esto de por qué escriben los autores. 

http://lauraescritora.blogspot.com/2011/11/sobre-lo-que-significa-escribir-y-otros.html

Como le dijeron una vez a Ortega y Gasset en aquella posible anécdota: «Hay gente pa tó».

4 comentarios:

  1. Hay escritores y escritores, algunos buscan un best seller y amoldan su estilo y buscan historias que logren dar con ese libro éxito. Otros se niegan a renegar de su estilo y de lo que le gusta escribir, les gustaría que sus novelas fueran más leidas, pero no van a renunciar a su estilo por lograrlo.

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  2. Tú lo has dicho, Odiealex, hay escritores y escritores. Aunque cuando veo algunas cosas reconozco que, en parte, pienso casi como Reverte. Conozco a muchos que abandonan al terminar su primer libro: no ven sus espectativas cumplidas y lo dejan para siempre.

    ¿Qué querían? ¿Hacerse ricos? ¿Cuántos se hacen ricos escribiendo? Debe ser más probable que te alcance un rayo.

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  3. Es muy triste que vivir de escribir tenga que ser algo casi inalcanzable, un sueño salvo para unos pocos. Y sin embargo es el precio que debemos pagar a cambio de un mercado editorial con buenos títulos, que filtre aquellas obras de menor calidad.

    Si queremos ser uno de los afortunados nos queda recurrir al ego del autor y pensar que nosotros tenemos ese algo que, con mucho (muchísimo) trabajo, puede llevarnos al menos a vivir de lo que más nos gusta. Y si no... ¡Pues seguiremos escribiendo, qué caray!

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  4. Estoy de acuerdo. Pero cuidado con el ego, pues si crece mucho puede convertirse en un obstáculo que impida el aprendizaje; no es tu caso, pero sé de muchas personas convencidas de que lo saben todo, y como lo "saben todo", nada aprenden.

    Quizá escriba una entrada sobre ello.

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