De izquierda a derecha: Beka, Tyr, Rommie, Trance, Rev, Harper y Dylan. La imagen deja claro quién manda... |
No es, ni de lejos, la mejor serie de Space opera que he visto; pero tenía algo especial que no puedo explicar. De esto hace ya muchos años porque la conocí cuando la emitían por Calle 13. Recuerdo cómo anhelaba que la semana pasase lo más rápido posible para subir de nuevo a bordo de la Andrómeda, reencontrarme con su tripulación y saludar a los viejos amigos. Si dais una vuelta por la nave, seguro que tarde o temprano veréis a Harper, ese genio loco que siempre está ocupado con alguna avería. ¡No le molestéis! También es posible conocer a la misteriosa Trance; quizá diga algo de vuestro futuro que os confunda, aunque lo más probable es que esté distraída podando un bonsái, o adivinando, una y otra vez, la cara de una moneda. Es un ser único, no hay duda. Tal vez, siempre que la suerte esté de vuestro lado, tropecéis con Rev Bem... Su apariencia es engañosa: por fuera es un monstruo, por dentro, un filósofo. Haced caso a sus consejos. Luego pasaros por el centro de mando y charlad con Dylan, el capitán, el anacronismo que pertenece a una época ya olvidada, a un imperio desaparecido. Quedarse, él y su nave, tres siglos en un agujero negro... es una desgracia. A ver si es capaz de restaurar la paz en el universo con su pequeña tripulación. No hay que olvidarse de Beka, una piloto extraordinaria; tampoco de Tyr, el nietzscheano; éste es un superviviente nato, cosas de la raza. Y Rommie, la IA de la nave, su avatar.
Creo que Andrómeda es la serie que más alimentó a mi imaginación; que más me introdujo en su mundo. Si a ti también te ha gustado tanto una serie, imagino que entenderás lo que quiero decir. Evidentemente, en tu caso es muy posible que haya sido otra la que consiguiese encajar con tus gustos. La lista es larga.
Pero —éste es un «pero» terrible, de los malos— en Andrómeda, por desgracia, hay un antes y un después: los productores le dieron la patada a Robert Wolfe, el primer guionista, que había hecho dos temporadas magníficas, para meter a otro. Se dice que el motivo fue la negativa de Wolfe a quitarle continuidad a la serie para que el público ocasional pudiese incorporarse sin necesidad de ver todo lo anterior, y a darle más protagonismo a Kevin Sorbo, el egocéntrico actor que encarna a Dylan. Yo no sabía nada de lo ocurrido cuando era un espectador; mas no hizo falta porque, sin motivo aparente, los episodios comenzaron a ser confusos, demasiado fragmentados. Y eso no era todo: no tuvieron reparo alguno en cargarse personajes importantes, es decir, en cargarse a mis viejos amigos, o eclipsarlos con la gigantesca presencia de Kevin Sorbo. Menudo chupacámaras. La decepción que sentí fue superlativa, antológica, y dejé de ver la serie sin importarme cómo terminase. Pasó mucho tiempo antes de que internet, concretamente una imagen que vi de casualidad, me recordase su existencia. Así que no pude resistir la tentación de ver la última temporada aquí. Debo dar gracias a los dioses de todas las mitologías por haber evitado que la viese cuando era más joven y echaba de menos los inicios de Andrómeda, porque hay un abismo insondable entre la quinta temporada y la primera. Andrómeda dejó de ser lo que fue para convertirse en un patético Hércules espacial, donde los gags de peleas cómicas —si es que a alguien le hacen gracia— están a la orden del día. ¿Los diálogos? Mejor ni mencionarlos. Dylan Hunt parece una parodia de sí mismo al decir su frase: «Nunca es fácil».
Lo bueno es que hay episodios, sobre todo en las dos primeras temporadas, que tienen un buen nivel. Es una pena lo que ocurrió con el guionista original, porque podría haber sido una gran serie, y el superego del actor principal se habría mantenido bajo control. Puede que incluso llegase a gustarme más que Star Trek, que ya es decir.
Creo que Andrómeda es la serie que más alimentó a mi imaginación; que más me introdujo en su mundo. Si a ti también te ha gustado tanto una serie, imagino que entenderás lo que quiero decir. Evidentemente, en tu caso es muy posible que haya sido otra la que consiguiese encajar con tus gustos. La lista es larga.
Pero —éste es un «pero» terrible, de los malos— en Andrómeda, por desgracia, hay un antes y un después: los productores le dieron la patada a Robert Wolfe, el primer guionista, que había hecho dos temporadas magníficas, para meter a otro. Se dice que el motivo fue la negativa de Wolfe a quitarle continuidad a la serie para que el público ocasional pudiese incorporarse sin necesidad de ver todo lo anterior, y a darle más protagonismo a Kevin Sorbo, el egocéntrico actor que encarna a Dylan. Yo no sabía nada de lo ocurrido cuando era un espectador; mas no hizo falta porque, sin motivo aparente, los episodios comenzaron a ser confusos, demasiado fragmentados. Y eso no era todo: no tuvieron reparo alguno en cargarse personajes importantes, es decir, en cargarse a mis viejos amigos, o eclipsarlos con la gigantesca presencia de Kevin Sorbo. Menudo chupacámaras. La decepción que sentí fue superlativa, antológica, y dejé de ver la serie sin importarme cómo terminase. Pasó mucho tiempo antes de que internet, concretamente una imagen que vi de casualidad, me recordase su existencia. Así que no pude resistir la tentación de ver la última temporada aquí. Debo dar gracias a los dioses de todas las mitologías por haber evitado que la viese cuando era más joven y echaba de menos los inicios de Andrómeda, porque hay un abismo insondable entre la quinta temporada y la primera. Andrómeda dejó de ser lo que fue para convertirse en un patético Hércules espacial, donde los gags de peleas cómicas —si es que a alguien le hacen gracia— están a la orden del día. ¿Los diálogos? Mejor ni mencionarlos. Dylan Hunt parece una parodia de sí mismo al decir su frase: «Nunca es fácil».
Lo bueno es que hay episodios, sobre todo en las dos primeras temporadas, que tienen un buen nivel. Es una pena lo que ocurrió con el guionista original, porque podría haber sido una gran serie, y el superego del actor principal se habría mantenido bajo control. Puede que incluso llegase a gustarme más que Star Trek, que ya es decir.
Hércules me pillo a una tierna edad en que los chistes fáciles y los combates onomatopéyicos (*pum* toma eso *shwiuum* cara de hiena *zas*) eran el novamás. No hizo falta crecer mucho para ver por casualidad una reposición de la serie y... maldito Sorvo, jeje.
ResponderEliminarAndrómeda no la pillé, o al menos no la recuerdo. El cable/digital lo tuve a intervalos, imagino que la serie quedaría fuera de estos.
No creas, a mí Hércules también me gustó bastante (y Xena); el problema es cuando Andrómeda se transforma en Hércules xD.
EliminarYo te invito a ver Andrómeda por internet, porque tiene algunos momentos muy buenos. Y los últimos capítulos son tan, tan , tan malos, que te puedes reír a mandíbula batiente :D; incluso hay escenas que se quedaron sin completar (o esa impresión me dio), y montajes caóticos.
Y el final... EL FINAL...
Solo por ese EL FINAL habrá que verla jeje. Además, cinco temporadas es una longitud asumible.
EliminarPor ahora estoy con Vikings, que tiene un argumento y un ritmo muy buenos, y con Arrested Development, que tiene unos diálogos que rozan el genio y una resolución de subtramas muy original. Una pena que en España esta última no haya tenido mucho eco...
Pues a ver si eres capaz de soportar el cambio y el abandono de los personajes más chulos (¿será porque le hacían sombra a Dylan?)... No sé yo si llegarás al final.
EliminarNo conozco las series que mencionas; les echaré un vistazo. :D
Ni idea de esta serie, así que no puedo comentar mucho. Ante la avalancha actual con Mad Men y juego de tronos no tengo tiempo para más....
ResponderEliminarYa no me acordaba de "Juego de tronos". Un día de estos leeré las novelas y me pondré con la serie, que tengo curiosidad.
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