jueves, 1 de enero de 2015
Nuevo blog
Aunque una vez dije que la última entrada sería El porqué de este blog, prefiero que sea ésta.
Gracias a todos los que habéis leído La vieja calle del panadero; agradezco cada comentario. Yo seguiré en internet, pero mi actividad se reducirá considerablemente y he decidido abrir un sitio nuevo donde colocar mis zarandajas.
http://demenciasvespertinas.blogspot.com.es/
Dejaré el blog abierto porque algunas reseñas merecen la pena, o eso dice la ley de Sturgeon.
Un saludo y próspero año nuevo.
martes, 2 de diciembre de 2014
Tres juegos que amarás y odiarás
Faster Than Light sería el juego preferido del capitán Picard: exploración, misiones de socorro, combates tácticos entre naves espaciales. Cada lugar desconocido del mapa esconde sorpresas: ¿nos interceptarán los piratas? ¿Aparecerá una tienda para mejorar el armamento o reclutar nuevos tripulantes? ¿Dañarán el casco esos asteroides? ¿Seremos abordados? Si hay que luchar, la victoria supone jugosas recompensas; pero la derrota es definitiva, como en los roguelikes. La buena noticia es que se desbloquean distintos modelos de naves según se avanza, y las azarosas situaciones que pueden hallarse durante el viaje son muy variadas y divertidas; ésos son dos enormes alicientes que incrementan la durabilidad del juego.
Requisito indispensable: jugar escuchando las canciones que aparecen en Guardianes de la galaxia —la película es pueril, pero qué canciones—, o al menos Tom Sawyer.
Hablando de rogues, ¿conoces Tales of Maj' Eyal? Si nunca has oído hablar de él, te alegrará saber que es gratuito; aunque se pueden hacer donaciones —muy merecidas— en la página.
Los gráficos no están nada mal, son de lo mejor que he visto en el género, y la rejugabilidad... la rejugabilidad es enorme..., ciclópea, diría nuestro amigo Lovecraft. Hay un montón de razas y profesiones para escoger, y las mazmorras pueden reservar sorpresas diferentes cuando se entra de nuevo en ellas; aun usando el mismo personaje, es complicado que dos partidas sean iguales. En la última que jugué, un jefe troll me dejó su poderosísima arma: un tronco, pero uno muy grande. Me pasé la mitad de las mazmorras a troncazo limpio. Da igual que el enemigo sea un archimago o un elemental gigante: los troncazos en la cabeza siempre funcionan.
El remake de Binding of Isaac es una maravilla, porque mejora un juego que ya era una genialidad, incrementa su elemento esencial: los objetos. Una buena combinación de objetos puede hacer que disminuya notablemente la dificultad, pero la mayor parte de las veces hay que adaptarse a lo malo que surja. ¿Y qué es The Binding of Isaac? Pues un rogue de acción que recuerda a los matamarcianos de siempre; encantará al que le atraigan ambos conceptos, disparo y búsqueda. A esa mezcla original, hay que añadir una estética impactante, llena de imágenes truculentas y escatológicas. El creador se atreve con todo.
Sobre si es un juego ofensivo desde el punto de vista religioso, diría que no, porque mantiene cierta coherencia con esa materia: Isaac es perseguido por su madre, una fanática religiosa que quiere sacrificarlo porque Dios se lo ordena cuando está sentada en el sofá, viendo la televisión. Si ese personaje es una mofa hacia la iglesia, ¿por qué en el juego puede destruirse automáticamente con la Biblia? De lo último se colige que ella, en realidad, sólo es una chalada que escucha voces, no una sirviente directa de Dios, pues éste ayuda a Isaac en su destrucción.
En resumen, no hay excusas: cualquiera de estos tres juegos son muy divertidos, largos y consumen poco tiempo. Su dificultad es alta, así que habrá una inevitable relación de amor-odio.
Los gráficos no están nada mal, son de lo mejor que he visto en el género, y la rejugabilidad... la rejugabilidad es enorme..., ciclópea, diría nuestro amigo Lovecraft. Hay un montón de razas y profesiones para escoger, y las mazmorras pueden reservar sorpresas diferentes cuando se entra de nuevo en ellas; aun usando el mismo personaje, es complicado que dos partidas sean iguales. En la última que jugué, un jefe troll me dejó su poderosísima arma: un tronco, pero uno muy grande. Me pasé la mitad de las mazmorras a troncazo limpio. Da igual que el enemigo sea un archimago o un elemental gigante: los troncazos en la cabeza siempre funcionan.
El remake de Binding of Isaac es una maravilla, porque mejora un juego que ya era una genialidad, incrementa su elemento esencial: los objetos. Una buena combinación de objetos puede hacer que disminuya notablemente la dificultad, pero la mayor parte de las veces hay que adaptarse a lo malo que surja. ¿Y qué es The Binding of Isaac? Pues un rogue de acción que recuerda a los matamarcianos de siempre; encantará al que le atraigan ambos conceptos, disparo y búsqueda. A esa mezcla original, hay que añadir una estética impactante, llena de imágenes truculentas y escatológicas. El creador se atreve con todo.
Sobre si es un juego ofensivo desde el punto de vista religioso, diría que no, porque mantiene cierta coherencia con esa materia: Isaac es perseguido por su madre, una fanática religiosa que quiere sacrificarlo porque Dios se lo ordena cuando está sentada en el sofá, viendo la televisión. Si ese personaje es una mofa hacia la iglesia, ¿por qué en el juego puede destruirse automáticamente con la Biblia? De lo último se colige que ella, en realidad, sólo es una chalada que escucha voces, no una sirviente directa de Dios, pues éste ayuda a Isaac en su destrucción.
En resumen, no hay excusas: cualquiera de estos tres juegos son muy divertidos, largos y consumen poco tiempo. Su dificultad es alta, así que habrá una inevitable relación de amor-odio.
miércoles, 26 de noviembre de 2014
Taksim
La encontré en una librería de viejo, entre una novela de Sagan y otra de Asimov —buena compañía—. Su lomo estaba perfecto, nada de esas arrugas que se forman con el uso; así que el anterior propietario no debió estrenarla, o tal vez sólo leyese los primeros capítulos antes de olvidarse de ella, abrumado por un ritmo que, objetivamente hablando, es lento: mucha descripción, mucho detalle cotidiano, mucha atmósfera y poco diálogo. Desde luego, un ritmo así puede espantar a algunos lectores; pero no es un detalle reprochable, sino una opción a la hora de narrar; y una denodada, además, porque se aleja del camino más transitado, vendible.
Ahora el lomo sí que tiene arrugas, porque a mí me pareció un buen libro, uno sincero donde se percibe la melancolía del autor, pues la obra muestra otro de esos futuros negativos que tanto se ven en la ciencia ficción actual. Con el panorama que estamos viviendo, a ver quién se pone a escribir sobre humanos felices que conquistan el espacio a golpe de imposiciones morales.
Taksim va sobre guerra, ejecuciones masivas, la futura hegemonía de las multinacionales, que logran, además de un poder absoluto, cambiar los nombres del mapa; en consecuencia, es posible vivir en una ciudad que se llame Coca-Cola, por ejemplo. Los robots forman parte del día a día y se les da un mal uso: padres que ignoran a sus hijos, dejándolos demasiado tiempo en compañía de sofisticados androides; jóvenes irresolutos que prefieren relacionarse con máquinas, ya que así no hay riesgo alguno; corporaciones con agentes robóticos para realizar misiones cuestionables... Y para poner la guinda al distópico pastel, la televisión sigue emitiendo esos programas infumables donde se expone a los famosos de turno; contertulios tirándose excrementos, haciendo aspavientos y gesticulando como si tuviesen problemas graves de salud. Taksim va, sobre todo, de los restos que deja un pasado ponzoñoso.
Las distopías, aunque se desarrollan en el futuro, suelen hablar del presente, especulan sobre posibles evoluciones que podría tomar la actualidad. Taksim coge nuestra época y potencia sus sombras, porque hay sombras, y no pocas. Si Jonathan Swift levantase la cabeza, le daría un ataque de risa tan intenso que volvería a espicharla.
El único aspecto de la obra que no me agradó del todo fue la prosa. Es adictiva, el autor maneja estupendamente los mecanismos que incitan a seguir leyendo; con todo, da la impresión de estar poco trabajada: abuso de los «pero» en un mismo párrafo, comas faltantes, redundancias, cacofonías. Aunque supongo que son detalles a los que Sardá, consciente de ellos, no les da importancia, he de mencionarlo. Habrá a quien le repelan esos descuidos, sean premeditados o no, y a quien le dé igual cómo esté escrito. Yo veo en Taksim más virtudes que máculas.
martes, 28 de octubre de 2014
Patriotas, la novela que logró trastornar a Watson
Menudo fantasma |
Si nos tomamos este mazacote como una novela, fracasa; en cambio, como guía de supervivencia... también fracasa. Huid de ella todo lo que podáis, insensatos.
No, en serio, ¿tengo que reseñarla? ¿No basta con mi palabra? Pues vale, empecemos fuerte: esta «novela» es lo peor que he leído en mi vida, y dudo que encuentre algo parecido a menos que me ponga a rebuscar entre obras de autores sin ninguna experiencia. James Wesley fue incapaz, en mi opinión, de novelizar su guía para sobrevivir al desastre económico. Me resulta indiferente que el tipo sea conservador, meapilas y amante de las armas, porque eso no impide que sea un buen novelista. Además, parece que entiende del tema, ya que tiene un célebre blog que habla sobre cómo salir airoso en situaciones extremas. Y lo califico de célebre por sus más de sesenta millones de visitas. Se nota que a muchos estadounidenses les preocupa que todo se venga abajo de un momento a otro; la excusa perfecta para liarse a tiros con sus queridos rifles.
El dinero ya no sirve; mejor hallar comida o munición. Vuelve el trueque |
Como decía, las ideas del autor no me importan; pero éstas sólo contribuyen a emperorar una obra que ya es mala de por sí, pues delatan sus paranoias. Los protagonistas son unos aficionados a la supervivencia que, mucho antes de que reine la anarquía, deciden prepararse para lo peor: se entrenan con armas, acopian provisiones, refuerzan la seguridad. Hacen lo de siempre, lo que es común en estas historias; sin embargo, devotos hasta la náusea, rezan cada vez que tienen la más mínima oportunidad, y la Biblia es importantísima, imprescindible; sin la Biblia no se puede sobrevivir. Reconocerás a los personajes virtuosos, tanto los de dentro como los de fuera del grupo, porque tienen fe en Dios*. ¿Y cómo describe James a los primeros saqueadores que aparecen? De esta manera: comunistas que van por ahí con el libro rojo de Mao en la mochila, y —presta atención— comen niños. Comunistas caníbales. Lamadrequeloparió. Mira que yo no simpatizo con esa ideología; mas esto es demasiado, se pasa un millón de pueblos, y países, y galaxias.
*Hay un agnóstico, pero es algo así como el Heimdall negro: está para darle a la obra un aire de corrección política; o sea, una cobardía.
Aun con todo lo anterior, la trama podría ser atractiva e incentivar a los lectores; al fin y al cabo, los protagonistas tratan de resistir en medio del caos, darle una dosis de plomo a cualquier sospechoso que quiera arrebatarles el refugio. No voy a mentir: algunos momentos de tensión consiguen entretener hasta cierto punto, con todo, son oasis rodeados de datos innecesarios, descripciones apelotonadas y diálogos absurdos. Al autor no le importa lo artificial que quede su «novela», sacrifica fluidez a cambio de meter morralla inútil... a menos que seas un survivalista de Idaho.
Los que estén MUY interesados en estas historias, quizá puedan sacarle algo de provecho; los que no, mejor que no se acerquen ni con un palo. James tiene muchos conocimientos de supervivencia, sin embargo, no sabe nada de la condición humana. Debería ponerse a ver The Walking Dead; ahí se han atrevido a romper estereotipos, caricaturas, y mostrar las cosas como podrían ocurrir.
—En el correaje tengo seis cargadores de repuesto para el M1A: uno cargado con munición de competición, uno con munición de ciento cincuenta granos y punta blanda, y el resto con munición de punta redonda. Una multiherramientas Gerbe. Dos cantimploras. En la parte externa de la mochila llevo enganchado un kit de primeros auxilios para paracaidistas. Dentro, llevo el kit de limpieza y unas cuantas piezas de repuesto para el M1A. Un saco de dormir Wiggy. Un poncho. Varios pares de calzoncillos y calcetines. Un uniforme de combate adicional. Lo que queda de la tienda de campaña Tube Tent. Cinco raciones de combate. Cuatro latas de chile con carne. Una bolsa de tiras secas de venado. Algo de lechuga de minero...
Y sigue durante un rato largo, pero ya me cansé.
Aconsejo, por razones obvias, buscar otras opiniones. Yo he sido incapaz de ser equilibrado.
*Hay un agnóstico, pero es algo así como el Heimdall negro: está para darle a la obra un aire de corrección política; o sea, una cobardía.
No encontré buenas fotos del autor. Debe de ser éste, creo |
Los que estén MUY interesados en estas historias, quizá puedan sacarle algo de provecho; los que no, mejor que no se acerquen ni con un palo. James tiene muchos conocimientos de supervivencia, sin embargo, no sabe nada de la condición humana. Debería ponerse a ver The Walking Dead; ahí se han atrevido a romper estereotipos, caricaturas, y mostrar las cosas como podrían ocurrir.
—En el correaje tengo seis cargadores de repuesto para el M1A: uno cargado con munición de competición, uno con munición de ciento cincuenta granos y punta blanda, y el resto con munición de punta redonda. Una multiherramientas Gerbe. Dos cantimploras. En la parte externa de la mochila llevo enganchado un kit de primeros auxilios para paracaidistas. Dentro, llevo el kit de limpieza y unas cuantas piezas de repuesto para el M1A. Un saco de dormir Wiggy. Un poncho. Varios pares de calzoncillos y calcetines. Un uniforme de combate adicional. Lo que queda de la tienda de campaña Tube Tent. Cinco raciones de combate. Cuatro latas de chile con carne. Una bolsa de tiras secas de venado. Algo de lechuga de minero...
Y sigue durante un rato largo, pero ya me cansé.
Aconsejo, por razones obvias, buscar otras opiniones. Yo he sido incapaz de ser equilibrado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)