¿Qué motivó a traducir así el título? Es tan genérico que podría valer para un film de Seagal o similares |
El futuro distópico que presenta David Walton en Juego mortal, su primera novela, es uno de los posibles caminos que podría tomar la sociedad; basta con unir atavismos y avanzadas modificaciones corporales. Imagina un futuro donde, si tienes parné, puedes adquirir sensores médicos, visión nocturna, acceso instantáneo a la red y muchas cosas más. Suena bien, pero sólo unos pocos afortunados pueden permitirse esos lujos, una especie de aristocracia moderna que vive separada del vulgo. La dicotomía nunca fue más pronunciada: por un lado, tenemos hermosos y longevos superhumanos; por otro, trabajadores que no pueden permitirse ni una sola modificación. Ciencia al servicio de la riqueza.
Como es lógico, ambos grupos se detestan. ¿Por qué no exterminamos a esas ratas que sólo hacen el vago? ¿Por qué mi madre se muere de cáncer cuando otros ni siquiera enferman? El enfrentamiento es inevitable.
Éste es el título original. Para mí, más interesante que el anterior |
En ese escenario infausto, que ya de por sí ofrece suficiente material para varias novelas, una mórbida experimentación transforma a un niño, su mente, en un poderoso virus capaz de acceder a datos de suma importancia; quien se haga con el control del virus, tendrá un aliado que le entregará las llaves del dominio.
El eje central de la novela no es sino la lucha entre la ambición, el rencor y un deseo de cambio; cada personaje está bajo uno de esos sentimientos, y el autor sabe jugar bien sus cartas para enmascarar a los protagonistas, conseguir que sus motivaciones no sean excesivamente nítidas desde el principio; aunque pueden intuirse. A veces, cuando las circunstancias son muy duras, es complicado escapar del determinismo: se actúa para sobrevivir o ayudar a otros, el embotamiento dificulta leer a Montaigne y darle vueltas al porqué de la existencia.
Juego mortal, además de tener una buena historia, cuenta con un armazón interesante: varios hilos argumentales que van intercambiándose entre sí cada pocas páginas. Pinta mal, sí, parece lioso, un lugar donde perderse; mas no lo es, porque la cantidad de información nunca se excede. Cada parte es sencilla, fácil de seguir y con bastante movimiento: párrafos cortos, diálogos fugaces, numerosos cambios de escena. Las elipsis temporales, teniendo en cuenta cómo está narrado, también son abundantes y podan lo que han de podar.
David Walton, definitivamente, ha entrado con buen pie en el género de la ciencia ficción. Su obra engaña durante los primeros capítulos, se asemeja a una soflama cargada de lugares comunes; luego, tras profundizar en ella, el lector descubre su auténtico mensaje.
El eje central de la novela no es sino la lucha entre la ambición, el rencor y un deseo de cambio; cada personaje está bajo uno de esos sentimientos, y el autor sabe jugar bien sus cartas para enmascarar a los protagonistas, conseguir que sus motivaciones no sean excesivamente nítidas desde el principio; aunque pueden intuirse. A veces, cuando las circunstancias son muy duras, es complicado escapar del determinismo: se actúa para sobrevivir o ayudar a otros, el embotamiento dificulta leer a Montaigne y darle vueltas al porqué de la existencia.
Foto del autor. Y qué foto: no hay libros, no hay gato, no hay cigarro... A dónde vamos a llegar |
David Walton, definitivamente, ha entrado con buen pie en el género de la ciencia ficción. Su obra engaña durante los primeros capítulos, se asemeja a una soflama cargada de lugares comunes; luego, tras profundizar en ella, el lector descubre su auténtico mensaje.
Me la apunto, creo que ya sabías que me interesaría xD
ResponderEliminarP.D.: Esa foto tiene que estar mal... ¡pero si ni siquiera mira al infinito! ¿La habrá visto el editor, o se le habrá pasado?
Lo imaginaba, sí. Iba a reseñar La leona Blanca, pero se me quitaron las ganas de seguir hablando de esos libros; aunque son muy buenos. Quizá más adelante.
EliminarY no lleva americana. Qué desfachatez.