jueves, 18 de julio de 2013

El arrancacorazones

Esta cubierta encaja bien con lo que
vamos a encontrar en el interior
Antes de afrontar la lectura de esta novela, conviene saber que Boris Vian es un autor irreverente, anárquico, capaz de conseguir que el lector enarque sus cejas por uno u otro motivo. El precio de su rebeldía fue tener que vérselas con la censura —demasiada violencia y sexo para la época—, y no lograr el reconocimiento que se merecía. Sólo tras su muerte temprana empezó a ser mirado con otros ojos.

Tengo la seguridad de que, incluso hoy, El arrancacorazones le daría un buen dolor de cabeza a algunos críticos inflexibles; sobre todo cuando lean oraciones como «La vieja modista era vieja y cosía a mano». Además, Vian puntúa a su manera si le conviene; no está encerrado dentro de las normas. ¿Y la trama? La trama es lo mejor: está henchida de surrealismo satírico y gamberro. Si tienes la mente abierta, pocas historias te divertirán tanto.

Esta otra, en cambio, le da al
libro un equivocado toque
de gravedad
Jacquemort, un psicoanalista que necesita alimentarse de los deseos ajenos, llega casualmente a la casa de Clémentine y Ángel, un matrimonio que está a punto de tener trillizos; así que decide ayudar en el parto. Después de esa buena acción, se integra en la familia como uno más, y ayuda en la medida de lo posible sin olvidarse de su propósito original: buscar criaturas que le desvelen sus secretos más íntimos; cualquiera sirve, incluso los animales. Sus mejores hallazgos los hace en un pueblo cercano, donde tiene que ir varias veces para cumplir los encargos de Clémentine. Allí conocerá las extravagantes costumbres de los pueblerinos, que tienen una feria para vender viejos al mejor postor, un tipo que se encarga de recoger la vergüenza de los demás a cambio de oro, un cura que boxea con el diablo...

Es imposible aburrirse con esa trama. Cada capítulo resulta ameno e imprevisible.

¡Feliz San Valentín!
Hay, a pesar de lo dicho, momentos excesivamente redundantes en la última parte. Se producen cuando la madre se obsesiona con la seguridad de sus hijos y no deja de pensar en posibles accidentes. Si esta situación estuviese más diseminada, no habría problema, ya que tiene un claro objetivo; pero Vian hace que el lector se enfrente a largas concatenaciones de cábalas negativas. Imagino que habrá quien las disfrute; yo no.

Esos momentos redundantes se perderán como lágrimas en la lluvia tras leer el final, porque es de los que permenecen siempre en la memoria. Seguro que satisface y compensa a la mayoría de los que se atrevan con El arrancacorazones, la novela de un autor que también se dedicaba a otras cosas: periodismo, traducción, poesía, ingeniería, música de jazz...


2 comentarios:

  1. No conocía al autor, me ha encantado la primera portada.

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  2. A mí también me gusta mucho esa portada. Es la mejor que tiene la novela, en mi opinión.

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