jueves, 2 de octubre de 2014

Anatomía de un asesinato

Qué entrada. Parece la de un
hotel demoníaco, o algo así
Rober Traver es el seudónimo de John D. Voelker, un juez al que le dio por escribir novelas y libros de pesca; de ahí que el protagonista de Anatomía, Paul Biegler, también comparta esa afición. Resulta complicado que un autor no deje algo de sí mismo en los personajes más profundos que crea, aunque sea un rastro mínimo.

Como Traver era un miembro de la ley, optó por nadar en aguas conocidas y escribió la historia de un juicio. Conocer los entresijos de ese mundo supone una ventaja enorme, porque un autor profano debería documentarse durante mucho tiempo para no meter la pata. De todos modos, poseer tantos conocimientos sobre una materia puede convertirse en algo contraproducente si el autor abusa de ellos, entra en tecnicismos que espanten al lector común; y eso es una trampa que Traver supo esquivar a la perfección: Anatomía de un asesinato muestra una historia directa y sencilla, apta para cualquiera con ganas de leer sobre un proceso judicial.

La soberbia defensa de Paul altera a
su desafortunado rival
Vayamos a lo que más interesa: el argumento. Una novela judicial seria no se va a conformar con el robo de unas gallinas, sin más; tratará un asunto complejo que mueva a la reflexión. El título ya deja claro que apunta alto: asesinato. Pero no un asesinato cualquiera, fácil de juzgar, sino uno donde la línea entre el bien y el mal está difuminada. Sí, tenemos asesino y cadáver, la clásica pareja; cualquier persona inflexible estará de acuerdo en condenar al acusado, pues el acto se hizo ante un montón de testigos fiables. Ha matado, ha de recibir castigo. Mas ¿y el móvil? ¿Por qué un distinguido militar llenó de plomo al propietario de una taberna? La respuesta es terrible: porque ese tabernero violó a su esposa. Es fácil opinar desde la confortable distancia sin saber lo que se siente de primera mano. ¿Y si estuvieses en esa situación? ¿Qué habrías hecho? Dudo que todos sean capaces de esperar a que se hagan cargo los agentes del orden.

James Stewart interpreta al abogado
defensor en la versión cinematográfica
El juicio tarda un poco en aparecer, porque Paul hace una investigación previa en la escena del crimen; se trata de un preliminar necesario para sumergirse de lleno en los acontecimientos que más tarde narran los testigos. Tanto esa parte como la del juicio son ágiles e interesantes. Trevor hace, además, algo que me gusta: le da un rasgo característico a cada personaje para que sea fácil recordar su aspecto, como el bigote del teniente, o la calvicie del abogado rival. Eso hace que los secundarios no se conviertan, con el tiempo, en meros nombres.

Los más escrupulosos notarán algunas casualidades chocantes. Por mencionar una, en la página 28 de mi edición hay un personaje que dice «Desde luego, desde luego», palabras repetidas por otro en la 85. Resulta raro que dos personajes se expresen igual, aunque puede alegarse que uno le pegó a otro esas palabras... lo malo es que, prácticamente, ni se conocen. En fin, quitando esos detalles intrascendentes, es una gran novela para los que se sientan atraídos por el género.

He aquí la prueba irrefutable de que descendemos del mono

2 comentarios:

  1. Vaya, no conocía ni el libro ni la peli...

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    1. Ambos son buenos si te van los juicios americanos. Y el final es sorprendente.

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