En Anagrama se publicaron incluso sus novelas póstumas |
Las novelas de Bolaño tienen fama de ser difíciles, pero en realidad sólo necesitan encontrar al lector adecuado. Su obra más conocida, Los detectives salvajes, cuya lectura es para algunos como escalar el Everest, no es tan temible si antes se conoce al autor y su manera de escribir, algo que puede lograrse abriendo un ejemplar de La pista de hielo.
Tres personajes narran la historia en primera persona: un mexicano que trabaja de vigilante nocturno —oficio que «casualmente» desempeñó Bolaño—; un chileno que se busca la vida como puede y un político catalán. Estas tres líneas argumentales son fáciles de seguir. La novela, corta y sencilla, sirve para aclimatarse a lo que vendrá luego, a ese estilo transgresor de párrafos interminables, largas oraciones, pujanza incesante.
En un libro existe la posibilidad de que la trama sea fagocitada por el estilo: sucede cuando se le da más importancia a cómo se cuenta que lo que se cuenta; no sé si me explico. Pasa lo mismo con esas películas donde los efectos especiales nublan todo lo demás. ¿Giros inesperados?, ¿personajes con personalidad? No digas tonterías; mira qué prosa, es sublime. A veces, recalco, a veces, estoy de acuerdo con la definición que da Reverte de la palabra «estilo»: «Burladero de vacíos charlatanes». Pero Bolaño es más que un cúmulo de palabras bonitas. Su manera de narrar no ensombrece el mensaje. Hay vida dentro de sus páginas, los personajes tienen voz, las escenas, gravedad. La pista de hielo ofrece un pequeño y áspero universo donde sobrevivir a lo cotidiano es la prueba con mayor dureza.
Una pista de hielo se ha construido ilegalmente dentro del antiguo y abandonado Palacio Benvingut. El motivo es una hermosa patinadora que necesita un lugar para entrenarse y ha tenido la suerte de encandilar al político catalán, que es desdichado pero farsante. Tenemos, por lo tanto, un escenario sombrío que servirá de base. En él se desarrolla el conciliábulo, el ritual que, sabemos, tiene pocas posibilidades de salir bien: el político, avergonzado de sí mismo, contempla el fruto de su mal uso del dinero público, admira la danza del hielo, la belleza inalcanzable que se despliega ante él, se conforma con la visión mientras teme al futuro; la patinadora, satisfecha de tener una pista para ella sola, entrena todos los días, aprovechándose de ese tipo craso que se queda sentado cerca como si fuese su entrenador.
«Tenían fe en el futuro: España camina hacia la gloria, solían decir».
Tres personajes narran la historia en primera persona: un mexicano que trabaja de vigilante nocturno —oficio que «casualmente» desempeñó Bolaño—; un chileno que se busca la vida como puede y un político catalán. Estas tres líneas argumentales son fáciles de seguir. La novela, corta y sencilla, sirve para aclimatarse a lo que vendrá luego, a ese estilo transgresor de párrafos interminables, largas oraciones, pujanza incesante.
Cubierta foránea |
Si nunca habéis leído antes a Bolaño, es una buena idea empezar por aquí |
«Tenían fe en el futuro: España camina hacia la gloria, solían decir».
Apuntado queda ¡Felices Fiestas Watson!
ResponderEliminarFelices fiestas a ti también, Antonio.
EliminarDe nuevo nos enseñas un libro que parece interesante. Muchas gracias y Feliz Navidad.
ResponderEliminarEs muy bueno para descubrir a Bolaño. Feliz Navidad, Odiealex.
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