![]() |
Esas tijeras dan una idea de lo «agradable» que va a ser el texto |
Bienvenidos al lado más oscuro de los hombres, arrancado y
expuesto a la luz para que se vea con claridad. Viaje al fin de la noche enseña de cerca todo aquello que nos gusta mantener bien lejos, porque el miasma resulta insoportable.
Céline se limita a contarnos el fragmento de una vida; pero lo hace desde su óptica, su propia manera de entender la literatura. Y así le da un cariz especial a la novela. La balanza se inclina hacia el lado más negativo en cada instante: crueldad, muerte, desamor, enfermedad, escatología... Esos elementos son los que conforman el viaje. Si los quitásemos, la historia se echaría a perder. La podredumbre mantiene una simbiosis con una férrea filosofía que quema por su insolencia. El autor se atreve a remover cualquier herida que se le ponga enfrente, y provoca que sus letras no sean un plato de buen gusto; aun así... se devoran con fruición. Es difícil detenerse antes de llegar al fin de la noche.
La miseria de los personajes es reforzada mediante el escenario, que puede ser, según convenga, extremadamente doloroso, alegre o lleno de indiferencia; hay juegos de contrastes y acompañamientos afines. Enseñando, verbigracia, dos parejas taciturnas en medio de un alegre festejo, se construye un faro de aflicción. ¿Por qué los demás pueden divertirse? ¿Por qué es tan fácil para ellos? No recomendaría esta novela al que esté dentro de un episodio depresivo.
Ferdinand Bardamu, el protagonista, es un viajero desafortunado: la señora de las manos pálidas le espera allí donde va, está sonriéndole en cada esquina; aunque importa poco a quién se lleve, porque las ciudades macilentas seguirán escupiendo ganado que las haga funcionar; seguirán siendo un sempiterno Cronos que devora, devora, devora. Y crece, sobre todo crece.
Ha quedado claro, espero, el nihilismo recurrente que los lectores van a encontrarse dentro de Viaje al fin de la noche. En mi opinión, forma parte de su encanto, eleva a la obra. También es interesante el camino que escogió Céline para narrar, atestado de hipérbatos y redundancias premeditadas. Ese estilo incrementa el carácter cínico del protagonista, que, en el fondo, sólo busca sobrevivir; él no tiene la culpa de cómo está construido su entorno: es un humilde pasajero incapaz de arreglar lo que ya estaba destrozado antes de su llegada. Bastante tiene con huir de la muerte, su perseguidora incansable, e intentar aposentarse en algún sitio.
Es comprensible que muchos detesten a Céline por las ideas que tuvo, pero no permitas que sus errores hagan que tú cometas otro: no leerlo.
Ánimo, Ferdinand —me repetía a mí mismo, para alentarme—, a fuerza de verte echado a la calle en todas partes, seguro que acabarás descubriendo lo que da tanto miedo a todos, a todos esos cabrones, y que debe de encontrarse al fin de la noche. ¡Por eso no van ellos hasta el fin de la noche!
Céline se limita a contarnos el fragmento de una vida; pero lo hace desde su óptica, su propia manera de entender la literatura. Y así le da un cariz especial a la novela. La balanza se inclina hacia el lado más negativo en cada instante: crueldad, muerte, desamor, enfermedad, escatología... Esos elementos son los que conforman el viaje. Si los quitásemos, la historia se echaría a perder. La podredumbre mantiene una simbiosis con una férrea filosofía que quema por su insolencia. El autor se atreve a remover cualquier herida que se le ponga enfrente, y provoca que sus letras no sean un plato de buen gusto; aun así... se devoran con fruición. Es difícil detenerse antes de llegar al fin de la noche.
![]() |
Imagen, bien; colores, mal |
La miseria de los personajes es reforzada mediante el escenario, que puede ser, según convenga, extremadamente doloroso, alegre o lleno de indiferencia; hay juegos de contrastes y acompañamientos afines. Enseñando, verbigracia, dos parejas taciturnas en medio de un alegre festejo, se construye un faro de aflicción. ¿Por qué los demás pueden divertirse? ¿Por qué es tan fácil para ellos? No recomendaría esta novela al que esté dentro de un episodio depresivo.
Ferdinand Bardamu, el protagonista, es un viajero desafortunado: la señora de las manos pálidas le espera allí donde va, está sonriéndole en cada esquina; aunque importa poco a quién se lleve, porque las ciudades macilentas seguirán escupiendo ganado que las haga funcionar; seguirán siendo un sempiterno Cronos que devora, devora, devora. Y crece, sobre todo crece.
![]() |
Míralo, qué jocoso, filonazi pero jocoso |
Es comprensible que muchos detesten a Céline por las ideas que tuvo, pero no permitas que sus errores hagan que tú cometas otro: no leerlo.
Ánimo, Ferdinand —me repetía a mí mismo, para alentarme—, a fuerza de verte echado a la calle en todas partes, seguro que acabarás descubriendo lo que da tanto miedo a todos, a todos esos cabrones, y que debe de encontrarse al fin de la noche. ¡Por eso no van ellos hasta el fin de la noche!