lunes, 11 de marzo de 2013

Diez negritos

Aquí Poirot está de vacaciones, pero
no se le echa de menos
Si el objetivo de una novela es mantener al lector enganchado desde el primer instante hasta el último, Diez negritos es un ejemplo a seguir. Os reto a no leer el epílogo justo cuando terminéis el último capítulo, porque eso sería una proeza digna de un héroe mitológico.

Diez personas reciben un mensaje que las invita a pasar unos días en una remota mansión. Durante su estancia en la misma, una voz misteriosa les acusa, a cada una de ellas, de haber cometido un crimen. Tras las acusaciones no pasará mucho tiempo hasta que alguien muera... Hay una canción infantil, escrita en las habitaciones, que describe cómo serán los macabros finales: «Diez negritos se fueron a cenar. Uno se ahogó y quedaron: nueve. Nueve negritos trasnocharon mucho. Uno no despertó y quedaron: ocho...».

El temible arenque. Sospeché de él
nada más verlo. Esa mirada aséptica...
La mansión está en una isla donde no siempre es posible desembarcar, o dicho de otra manera: están atrapados. Saben que no hay nadie más en la isla, así que uno de ellos es el asesino, pero ¿quién? Todos sospechan de todos, se vigilan mutuamente, se acusan... Una intensa tensión que le pone las cosas más fáciles al verdadero culpable.

Agatha propone el clásico juego de adivinar qué personaje está detrás de cada muerte. No será nada fácil, pero la autora juega limpio: le da una pista crucial al lector durante una de las escenas más siniestras. (Yo, con eso, acabo de daros una pista de dónde está la pista). Reconozco que, aunque me percaté de ella, no supe interpretarla: pensé que era un error de Agatha y lo apunté para explicarlo aquí. Menuda bofetada me llevé al final... Touché, Agatha.

Yo no recuerdo que las figuras
brillasen. Me habré despistado
Las novelas que empiezan describiendo a un grupo numeroso de personajes suelen darme mala espina, porque a veces queda un poco embrolloso. Sin embargo, no es así en Diez negritos. La autora demuestra una maestría de la que puede aprenderse bastante. Cada nombre está asociado a una personalidad muy marcada —el autoritario, el susceptible, la meapilas...—, y sus historias se entrelazan de manera que, tras unas pocas páginas, resulta muy sencillo identificar a cada uno. ¡Hagan sus apuestas! ¡Veinte pavos por el jovenzuelo alocado; ése tiene cara de matar!

Seguro que habéis visto argumentos parecidos al de Diez negritos en el cine o la televisión; pero no hay nada como el buen rato que Agatha nos ha regalado con esta novela, un clásico atemporal que nadie debería perderse. Entra de lleno en mi pequeña lista de favoritos.

4 comentarios:

  1. Menudo novelón. Si es que esta mujer sabía lo que hacía.

    Por cierto, ya estoy terminando Asesinos sin rostro. Y sí, no será mi género de cabecera ni mucho menos, pero definitivamente me he reconciliado con la novela negra nórdica, y tú eres el primer culpable ;P.

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    1. Esta vez Agatha me ha ganado la partida. Ya veremos la próxima... >.<

      Pues si te lo has pasado bien con Wallander, me quitas un peso de encima, porque eso significa que la reseña funciona: le da a entender al que la lea si el libro le gustará o no.

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  2. Una de las novelas con mas versiones cinematográficas. Todo un clásico.

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    1. Cierto. Yo recuerdo haber visto unas tres películas con guiones parecidos. Seguro que hay más... Es lo que pasa cuando una idea es buena.

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