martes, 12 de junio de 2012

Jakob Von Gunten

El enigmático instituto Benjamenta
Es difícil comenzar una reseña de esta novela, porque son muchos los aspectos que deberían destacarse. Empezaré por el que considero más importante: la prosa, que puede ser disfrutada plenamente gracias a la magnífica traducción de Juan José del Solar. Walser es capaz de escoger las palabras que mejor armonizan entre sí; no comete el error, aunque usa un vocabulario rico, de dejarse dominar por ellas, de incrustar un raro adjetivo sólo para decirle al lector lo culto que es. Cada uno de sus párrafos han de leerse con lentitud, dejándose llevar por la maestría y el talento que desprenden.

Está narrado en primera persona, pues se trata del diario de Jakob, uno de los alumnos del instituto Benjamenta, lugar donde le enseñan a ser dúctil, servil, disciplinado. El objetivo es no destacar, pasar desapercibido, olvidarse de posibles sueños que podrían conducir a la infelicidad.

La edición de Siruela es muy
recomendable
Las pocas lecciones que Jakob recibe, tanto las teóricas como las físicas, le dan la impresión de «un cuento de hadas absurdo, y, no obstante, lleno de significado». Esas enseñanzas no impiden que tenga sueños en los que un grupo de personas se hallan bajo el peso de su férula, o que a veces se deje arrastrar por el orgullo: atisbos de naturaleza humana que aún se resisten a ser permeables.

El tiempo de ocio es extenso, así que Jakob dedica muchas líneas de su diario a describir los compañeros que le han tocado. Principalmente a Kraus, prototipo de subordinación y nobleza; es decir, un futuro criado a las órdenes de algún déspota que le tratará como a un mueble, y él, que lo soportará sin inmutarse, continuará siendo fiel y prolijo. Porque el objetivo del instituto Benjamenta no es otro que producir personas modestas; rocas duras capaces de hacer trizas a las desgracias que choquen contra ellas; piezas resistentes de la maquinaria.

Robert Walser para servirles
El autor es un misterio para algunos. Ejerció múltiples trabajos tras abandonar los estudios —entre ellos el de criado—, y no parecía tener ningún interés en el éxito. Murió mientras daba un paseo por la nieve, al lado del manicomio donde él ingresó voluntariamente. Fue admirado por varios escritores, entre ellos Kafka, en cuya obra pueden verse influencias de Walser, escritor que, para mí, deseaba una libertad que sólo pudo obtener en el crepúsculo de su existencia, cuando los lazos que lo mantenían unido a la sociedad se debilitaron. A veces nacen piezas que no pueden encajar en el rompecabezas; ésta es una de ellas. Me hubiese gustado acompañarle en sus paseos y preguntarle sobre varias cosas, como hizo Carl Seeling. 

«[...] estoy convencido de que Peter cosechará éxitos francamente escandalosos en la vida, y, cosa extraña, se los deseo. Más aún, tengo la sensación —una sensación muy agradable, punzante y placentera— de que algún día me tocará en suerte un amo, un patrón o un jefe igual a ese futuro Peter, pues los tontos como él están hechos para llegar lejos...».

2 comentarios:

  1. "Dios está con quienes no piensan". A partir de esta premisa hay que leerle y descubrile y terminar condenándose porque nosotros, los que lo leemos, necesitamos pensale.
    A mi me enamoró Walser con Jakov, luego han llegado otros y esperan ser leídos. Me parece una eleción buenísma.
    Un saludo

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    Respuestas
    1. Hola, Maite. Sin duda Walser fue —y es— uno de los grandes, es una pena que no se lea mucho. Yo tengo pendiente, todavía, "Paseos con Walser". Tengo ganas de saber qué dice Seeling de él. La sinopsis es interesante:

      "Las notas relativas a estos paseos son inusuales, pues Seelig pone su escritura al servicio de la transmisión de las auténticas palabras de Robert Walser. Nadie sabe si este paciente está enfermo, pero, en cualquier caso, es sabio. Sus conocimientos de literatura son inmensos; sus manifestaciones dan como resultado la poética de su propia obra; sus juicios políticos son certeros y enigmáticos".

      Saludos.

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