miércoles, 25 de mayo de 2011

Una semana entre zombis


Segundo día


      —¿Qué hace ahora?
      —No lo tengo claro.
      —Déjame los prismáticos. Ya veo..., se va a meter en el edificio.
      —Buscará comida supongo.
      —No podemos dejarle aquí, vamos a por él.
      —Debemos ser circunspectos. Todavía no sabemos suficiente, recuerda qué ocurrió la última vez.
      —Vale, vale. Lo que tú digas…


                                                           ***


    No entiendo qué pasa. Después de dos horas dando vueltas por la calle y no ver a nadie decidí entrar en un edificio, la puerta del portal estaba despedazada y casi tropezé en esas escaleras llenas de escombros. Casi todos los pisos tenían las entradas abiertas, así que me hinché a investigar. Parezco un detective. Al principio me entretenía buscando comida y rompiendo cosas, pero ahora estoy nervioso, porque no hay ni un alma, las televisiones no funcionan y los teléfonos no tienen línea. Está claro que un acontecimiento serio ha tenido que suceder. Seguro que nos han invadido; a lo mejor yo me libré por estar viviendo oculto en un contenedor. Vaya, al final la suerte me sonríe por una vez.

   Entré en un piso muy bien amueblado, los cabrones que vivían aquí debían estar forradísimos; jacuzzi, pantalla plana de cincuenta y dos pulgadas empotrada en la pared, bustos feos de mármol… Hostia, hay carne en la nevera, me voy a poner las botas.

    Antes de poder dar un mísero mordisco escuché un quejido que venía de la habitación que tenía al lado. Lo primero que vi fue el enorme peluche de un oso encima una cama de matrimonio. Menuda cursilada. Me disponía a arrancarle la cabeza por diversión cuando noté que mi gastada bota pisaba algo vivo.

   ¡Es un hombre! Tiene la piel hecha jirones y respira muy mal. Casi no se mueve. Está tirado boca abajo en una alfombra ensangrentada , así que me arrodillé y le di la vuelta. Al ver cómo tenía la cara no pude evitar dar un salto hacia atrás y caerme de espaldas, ya que le falta una parte de la cabeza. Dios..., si hasta tiene un ojo colgando como un yoyó. Será hijo de puta. Ahora se arrastra muy despacio en mi dirección.

      —Tranquilo amigo, voy a por una toalla para envolverte eso.

   Fui al baño y cogí un trapo sucio que encontré; no había nada mejor. Regresé e intenté envolverle esa herida, pero quiso morderme varias veces. Cansado de esquivarle le encerré. Qué se vaya a la mierda. Encima de que le intento ayudar así me trata. Si después me encuentro con alguien le aviso y que se ocupe él, porque yo no tengo edad para estos sustos. Por si fuese poco, en la calle estalló un estruendo; el típico sonido de un accidente. Me asomé a la ventana y vi una marea de gente caminando despacio y gimiendo. Todos con peor aspecto que el mío. Que ya es decir. Me arrodillé y recé, pues había llegado el Apocalipsis, ¿por qué Dios me habrá perdonado a mí? Supongo que tendré que averiguarlo mientras me aparto de todos esos leprosos pecadores. No puedo ver qué ha provocado el ruido; por lo tanto será mejor esperar aquí y aprovechar para dormir un poco. Me ayudé con la botella de güisqui que guardaba en el bolsillo interior de la gabardina.

  Otro sueño raro: me encontraba en el centro de un círculo de personas que me señalaban y se reían; no tenían rostro, solamente una boca larga con colmillos. Y justo cuando estaban a punto de saltarme encima, escaparon, porque a lo lejos venía otra vez el camión con la boca metálica de tiburón…

   Por fortuna desperté antes de que me pillase. Maldita sea, con estos sueños se me van a quitar las ganas de dormir. Han pasado unas cuantas horas y está anocheciendo. Volví a asomarme por la ventana. Nadie. Las calles estaban vacías de nuevo. ¿Me estaré volviendo loco? Tanto alcohol… Quizá lo que he visto antes haya sido otro sueño. Comprobarlo es sencillo, sólo tengo que hacer una visita a mi encerrado amigo tuerto. Me aproximé a la puerta y coloqué una oreja a ver si le escuchaba. Silencio. Cogí el pomo con una mano que no cesaba de temblar y…, lo solté. No quería volver a verlo, porque si se encontraba allí sería la prueba irrefutable de una desgracia o la pérdida de mi locura debido a los excesos; preferí marcharme del edificio bajando las escaleras con cuidado para no tropezar, y una vez fuera miré en todas direcciones. Ni un alma.

   Con la mente en blanco volví a mi escondite, que se encontraba dos esquinas más abajo, y vaya sorpresa me llevé.

   Había un camión militar enfrente del contenedor. Estaba volcado, chamuscado y con la parte trasera aún humeante; sin embargo, la cabina no sufrió muchos daños. Al acercarme más a ella casi me desmayo.

   El morro tenía pintada una boca de tiburón.

   De repente flaqueé y se me doblaron las piernas, porque esto ya no tenía ni pizca de gracia. A lo lejos me pareció distinguir a uno de esos leprosos caminando junto a una pared enladrillada. Debía esconderme a menos que quisiese ser contagiado con esa mierda, así que llegué hasta el contenedor avanzando a trompicones y me acosté junto a todas las botellas que había dejado allí ayer. Esa vez no me dormí inmediatamente, porque no sé cuánto tiempo estuve contando botellas de güisqui.

                                                           ***

      —¿Y ahora qué hace?
      —Vuelve a la basura. Por su aspecto y costumbres reitero que debe tratarse de un indigente alcohólico.
      —Tú y tus manías de prejuzgar a la gente.
      —¿Sí? Ya veremos.
      —¿Y el otro?
      —Se ha escondido detrás del camión y el viejo no le ha visto. ¿Quién será? Me gustaría saber cómo ha sobrevivido a ese accidente.



Comentarios: Me voy acostumbrando a narrar desde el punto de vista de un personaje soez. Una vez que ya tenía claro lo que quería contar, abrí el procesador de textos y lo escribí todo a vuela pluma, sin detenerme; luego lo corregí un poco. Una vez más me lo pasé muy bien y ya tengo una idea vaga para continuarlo. Por si las moscas, deseo recordarles que esto lo hago por mero entretenimiento propio. No le dedico mucho tiempo. Soy consciente de que puede quedar un poco raro pasar de un estilo «de diario» a otro un poco más novelesco.

9 comentarios:

  1. Me esta gustando el relato y la entrada de esas personas que le espían desde algún sitio promete...

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  2. Se te está dando genial crear la atmósfera de misterio, dan ganas de leer más y más... ¡si parece un thriller!

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  3. Por cierto, muy chula la nueva cabecera del blog ;D

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  4. Odiealex. Pues lo de las personas que espían se me ocurrió en el último momento, justo antes de darle a "publicar entrada" xD. ¿Cuántas serán? ¿Qué tramarán?

    Pedro. Gracias, en principio mi objetivo era entretenerme a mí mismo con algo muy diferente a lo que suelo hacer, no sabía si para otros sería divertido también. A ver a dónde me lleva esto.

    Para hacer la portada de la cabecera tuve que pelearme con el "gimp", se me da muy mal, pero al final aprendí algunas cosas enredando con él. A lo mejor más adelante hago un tutorial para ayudar a los que, como yo, no dominan esos programas.

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  5. Puff, del gimp mejor no hablo, que ya me he tenido que pelear con él en tres ocasiones y me ha ganado los tres asaltos.
    Si te animas con el tutorial seré uno de los beneficiados ;D.

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  6. Más más !!!!!!

    No era necesario poner la foto del peluche. xDDDDD
    (es broma)
    Esperando la siguiente entrada con impaciencia.

    Salu2

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  7. Pedro. Cuando tenga tiempo libre me pondré a ello, pero no sé si a ti te servirá de algo (a menos que no sepas hacer nada con el programa) porque va a ser muy básico.

    Randall. Pues el oso de la foto tiene una mirada inquietante xD.

    Espero que a nadie le moleste que no use eufemismos en el relato...

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  8. Yo también espero la siguiente... No había tenido todavía tiempo de leerla. De todos modos voy a llenarme una petaca de güiski por si acaso...

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  9. Hola Brisne. La siguiente a lo mejor se retrasa un poco, porque tengo la sensación de que si la escribo uno de estos días me voy a aburrir con ella, y si eso ocurre saldrá algo monótono. Voy a esperar unas semanas a ver si me vuelven a entrar las ganas de continuar.

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