miércoles, 6 de octubre de 2010

La llamada invencible


El teléfono móvil sonaba desde hace bastantes días mostrando el conocido número publicitario de cuatro cifras, yo me abstenía de cogerlo con la vana esperanza de que dejasen de llamar, pensaba que si les ignoraba captarían el mensaje; sin embargo, persistieron, no estaban dispuestos a rendirse tan fácilmente. Pasó el tiempo y harto de ver siempre la misma cifra capicúa una y otra vez, acabé pulsando el botón verde. Una voz de chica pizpireta me saludó poniendo un "Don" delante de mi nombre, yo hice el primer movimiento de ataque explicando que no me interesaba cualquier cosa que pudiese ofrecerme y que me dejase tranquilo, no sirvió de nada. Su respuesta fue demoledora: " Si no ha escuchado la oferta, ¿cómo puede saberlo?"
Ante ese golpe yo me rendí y permití que me explicase lo que sea que quisiese explicar, entonces la chica comenzó a hablar sin parar, era una incesante verborrea que no tenía fisuras, para que la pobre víctima que se encontrase al otro lado del teléfono no pudiese declinar la oferta hasta haberla escuchado del todo; me pregunté si la chica sería en realidad un muerto viviente que no necesitase respirar, quizá uno de esos vampiros "crepusculares". Como no dejaba de hablar, y yo no entendía nada salvo algo de porcentajes y no sé qué de una visa, separé confuso el teléfono del oído manteniéndolo a distancia prudencial, no sea que me dé un mordisco. La voz seguía y seguía, impertérrita, mecánica ; seguro que estaba leyendo en un papel o monitor toda aquella retahíla de palabrejas. De repente el móvil enmudeció durante unos segundos y comenzó a oírse: "¿Don Watson?¿Don watson?". Mi respuesta fue pulsar el botón rojo, quería escapar y ese era el mejor modo, en la pantallita salió la indicación de que el teclado estaba bloqueado, maldije en alto -seguro que la chica me oyó, pero no me importaba- desbloqueé el aparato y colgué al fin. Venciendo contra todo pronóstico de la única manera posible, a aquella llamada supuestamente invencible e implacable.

Y es que estamos en una época en la que la publicidad abusiva y la picaresca abundan a la hora de intentar sacarnos el dinero, ya sea a corto o largo plazo. Supongo que aquella chica cobraba un plus por cada desgraciado que cayese en sus redes. Todo esto me recuerda a esas niñas bonitas que a altas horas de la noche muestran sus encantos en sospechosos "concursos" televisivos, donde hay que llamar a un número para poder contestar a una pregunta aparentemente sencilla. En uno de esos juegos, un chico llamó acertando una pregunta complejísima que le hicieron tras acertar la pregunta fácil, no le dieron el premio porque unos problemas técnicos confundieron a la niña bonita y el concurso continuó. Opino que esas chicas voluptuosas podrían dedicarse a un trabajo más honrado; el de meretriz, por ejemplo. Al menos con ese trabajo no engañarían a nadie, reciben un dinero y a cambio dan un servicio. De todas formas, estas chicas no tienen tanta culpa como los que manejan los hilos desde las cómodas sombras. Tenemos que andar con cuidado y aprender a esquivar a todos los tiburones que quieren tragarse nuestros ahorros de un bocado, desde empresas fraudulentas a publicidad engañosa; aprovechándose del consumismo desmesurado que nos azota. Los políticos cuando nos miran no ven a un individuo, ven un voto, y los comerciantes un fajo de billetes. Ahora si me disculpan, me voy a visitar El Corte Inglés.

2 comentarios:

  1. xDDDDDDDDDDDDDD

    Muy bueno.

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  2. Lo escribí cuando estaba de mala leche...
    Al menos no llegué a ser tan desabrido como Reverte en algunos de sus artículos.

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